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Amar a nuestras esposas como Cristo ama la iglesia implica expresar un amor clemente al ser paciente con las ofensas de nuestras esposas, sean estas ofensas grandes o pequeñas.
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Dios es paciente con Sus hijos en cuanto a su pecado. Es paciente con nosotros mientras progresamos en el camino de la santificación, perdonando nuestros pecados una y otra vez. Es paciente para rescatarnos a Su tiempo.
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La Biblia presenta la santidad como algo que se nos ha dado y que se demanda de nosotros. Nos dice: “Si estás en Cristo, has sido santificado. Ahora sé santo”.
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Debido a que Cristo recibió justicia en la cruz, nosotros recibimos misericordia. Como Cristo ya pagó por nuestra culpa, Dios sería injusto si ahora se negara a perdonar nuestros pecados.
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Si estamos continuamente expresando inconformidad con nuestra apariencia física, no es algo que debemos tomar a la ligera. Nuestro descontento con nuestro cuerpo no es algo inofensivo, y tampoco es una razón legítima para sentir lástima de nosotras mismas. Si Dios nos hizo teniendo cuidado de cada detalle, con Sus propias manos, entonces podemos confiar en Su sabiduría y Su bondad.
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Podemos estar confiadas de que Dios oirá nuestras oraciones, nos ayudará y reforzará nuestra esperanza en Él por lo que Cristo ya hizo por nosotras en la cruz. El orgullo nos lleva a preocuparnos por el mañana como si pudiésemos controlar el resultado con nuestra ansiedad.
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