Santos como Él es santo

Santos como Él es santo

Uno esperaría que el atributo principal de Dios fuera incomunicable —algo exclusivo del Dios todopoderoso—, pero no lo es. La santidad es un atributo de Dios que podemos reflejar. Tómate un momento para maravillarte ante esta realidad.

La santidad impregna cada aspecto del llamado cristiano. Se encuentra en el centro mismo del evangelio. No solo somos salvos de la depravación; somos salvos para la santidad. La conversión conlleva consagración.

La Biblia presenta la santidad como algo que se nos ha dado y que se demanda de nosotros. Nos dice: “Si estás en Cristo, has sido santificado. Ahora sé santo”.

Hebreos 10:10 nos asegura que “somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre”. ¡Qué verdad tan preciosa! El sacrificio de Cristo nos da la santidad posicional ante Dios. Somos apartados como Sus hijos. Nada puede quitarnos nuestra santidad posicional. Sin embargo, la Biblia no describe solamente la santidad posicional, sino también la santidad práctica.

Aquí, la repetición sirve como nuestra maestra. El Antiguo Testamento habla de la santidad como un imperativo y lo hace repetidamente:

Yo soy el Señor su Dios, así́ que santifíquense y manténganse santos, porque Yo soy santo… Yo soy el Señor, que los sacó de la tierra de Egipto, para ser su Dios. Sean, pues, santos, porque Yo soy santo (Lv 11:44-45).

El Señor le ordenó a Moisés que hablara con toda la asamblea de los israelitas y les dijera: “Sean santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo” (Lv 19:1-2).

Conságrense a Mí, y sean santos, porque Yo soy el Señor su Dios (Lv 20:7).

Sean ustedes santos, porque Yo, el Señor, soy santo, y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean Míos (Lv 20:26).

Podemos ser tentados a ignorar estas instrucciones pensando que solo son una parte extraña de un libro extraño del Antiguo Testamento que ya no aplica para los que están bajo el nuevo pacto. Pero Jesús mismo utiliza estas palabras en el Sermón del monte. En el Nuevo Testamento, Él deconstruye las leyes de Antiguo Testamento sobre el asesinato, el adulterio, el divorcio, los juramentos, la venganza y el trato hacia los enemigos, apuntando a una obediencia más profunda que no se trata simplemente de acciones externas sino también de motivaciones internas. Aquí se encuentra la rectitud que excede la de los escribas y los fariseos. Y la frase que escoge para concluir Su idea es: “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5:48).

Es una declaración tan estremecedora que podríamos ser tentados a pensar que Él la usa para sacudir a Su audiencia. Seguro está usando una hipérbole. Pero parece que cierto oidor que estaba sentado a Sus pies en ese momento no lo tomó así. Casi treinta años después, Pedro le escribe a un grupo de nuevos creyentes: “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: ‘Sean santos, porque Yo soy santo’” (1P 1:14-16).

Pedro repite lo que se le había repetido a él. No se conformen a lo que eran antes. Sean transformados para ser como deberían ser. Sean santos, así como Dios es santo.

Si todavía te estás preguntando cuál es la voluntad de Dios para tu vida, deja que el apóstol Pablo elimine toda tu confusión: “La voluntad de Dios es que sean santificados… Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad” (1Ts 4:3, 7).

En pocas palabras, la voluntad de Dios para tu vida es que seas santo. Que en tu vida sea evidente que has sido apartado. Que, por el poder del Espíritu Santo, te esmeres por alcanzar un carácter absolutamente puro (Heb 12:14). Toda advertencia, toda ley, toda exhortación apunta a este propósito principal. Todas las historias de todos los personajes en todos los libros de la Biblia resaltan este llamado. Sé santo, porque Él es santo.

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Buscando la santidad

Debido a que nuestra conversión afecta nuestra consagración, aquellos que reciben la santidad posicional serán movidos a buscar la santidad práctica. Como dice el teólogo Jerry Bridges: “La verdadera salvación trae consigo el deseo de ser santificado”.

Crecer en santidad significa que sentiremos más odio hacia el pecado. Pero reflejar el carácter de Dios no es solo quitarnos las vestiduras de nuestra antigua manera de vivir. Requiere que nos pongamos las vestiduras de nuestra nueva herencia. Crecer en santidad implica ser más amorosos, justos, buenos, misericordiosos, llenos de gracia, fieles, veraces, pacientes y sabios. Implica aprender a pensar, hablar y actuar como Cristo todas las horas del día que Dios nos conceda vivir en esta tierra como Sus redimidos.

Hace unos años fui a Detroit a principios de enero para visitar a mi hermano. Pensé que había empacado ropa abrigada, pero cuando el avión aterrizó y la temperatura era de 18oC, supe de inmediato que no importaba qué había empacado, no estaba suficientemente preparada. Esta tejana no tenía ropa para temperaturas bajo cero. Mi hermano se divirtió molestándome por mi acento, por mi suéter liviano, por no tener bufanda y gorro y por mis zapatos inadecuados. Y como no estaba acostumbrada a vivir con nieve, siempre se me olvidaba quitarme los zapatos al entrar a la casa.

Sin duda, cuando mi hermano se mudó de Texas a Detroit hace treinta años, llegó tan mal preparado como yo. Pero con el tiempo, aprendió a dejar sus viejas prendas tejanas, así como su acento y sus hábitos, y adquirió los que coincidían con su nueva realidad. Se aclimató a su nuevo ambiente.

La santidad es así. Es un proceso de aclimatamiento por medio del cual aprendemos a comportarnos como hijos de Dios y no como hijos de ira. A medida que nos vayamos vistiendo de esta nueva vida, nos sentiremos más incómodos en nuestros viejos ambientes y más cómodos con los redimidos. Nuestra separación se volverá cada vez más evidente para aquellos entre los cuales caminamos alguna vez. Nuestra conversión afectará nuestra consagración. No solo necesitamos esta santidad, sino que también la deseamos por encima de todo lo demás.

Pues esta es la voluntad de Dios, nuestra santificación.

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Este artículo Santos como Él es santo fue adaptado de una porción del libro A Su imagen, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 23 a la 27

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