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El trabajo y las producciones culturales tanto de cristianos como de no cristianos tendrán en ellos elementos tanto idólatras como honrosos delante de Dios. No se deben juzgar los productos culturales como “buenos si los hacen los cristianos” ni como “malos si los hacen los no cristianos”. Cada uno debe ser evaluado por sus propios méritos respecto a si sirve a Dios o a algún ídolo.
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El propósito de nuestra salvación no es nuestra salvación en sí misma. El propósito de nuestra salvación es la gloria de Dios. “Por amor Mío, por amor Mío, lo haré” —dice Dios a través del profeta Isaías acerca de Su plan de salvación— “Mi gloria, pues, no la daré a otro” (Is 48:11).
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En el primer capítulo de Efesios, Pablo proporciona la perspectiva más amplia posible de lo que significa ser cristiano. Él rastrea los orígenes de nuestra salvación hasta la elección de Dios en la eternidad pasada (Efesios 1:4) y mira hacia adelante a su consumación en las glorias de la eternidad venidera (Efesios 1:10).
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El legalismo y el antinomianismo tienen sus raíces en la caída de Adán. Toda la humanidad está predispuesta a estos dos errores morales y teológicos. En consecuencia, han surgido innumerables formas de legalismo y antinomianismo a lo largo de la historia. El legalismo y el antinomianismo son la base de todo tipo de falsas enseñanzas y herejías.
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Cristo no está físicamente presente en la Cena del Señor, sino que vive físicamente en el cielo, la verdadera presencia espiritual de Cristo en la Cena no es tanto Su venida para estar con nosotros, sino nuestro arrebatamiento al cielo para estar con Él, al unirnos a Él en los lugares celestiales.
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Si eres cristiano debes seguir cada día al Señor Jesucristo como Su discípulo. Para hacer esto, necesitas al Espíritu Santo y Su gracia. Debes ir a Dios y pedir la gracia para vivir como un seguidor del Cordero de Dios, ya que Dios promete que si lo buscas ciertamente lo encontrarás.
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El cambio no es fácil, y las iglesias a menudo no son los mejores ejemplos cuando se trata de hacer cambios. Sin embargo, si queremos ver a Dios hacer grandes cosas por el evangelio a través de nosotros, debemos “proseguir a la meta” (Fil 3:14) y vencer la oposición al cambio.
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