¿Qué es la Cena del Señor? Un breve panorama histórico, doctrinal y bíblico

La Cena del Señor

Si el bautismo es el sacramento de iniciación dado solo una vez, la Cena del Señor es el sacramento de la continua comunión con Dios que se recibe una y otra vez. La Confesión de fe de Westminster (29.1) lo define así:

Nuestro Señor Jesús, la noche que fue entregado, instituyó el sacramento de Su cuerpo y de Su sangre, llamado la Cena del Señor, para que se observara en Su iglesia hasta el fin del mundo, para un recuerdo perpetuo del sacrificio de Sí mismo en Su muerte, para sellar en los verdaderos creyentes los beneficios de ella, para Su alimentación espiritual y crecimiento en Él, para un mayor compromiso en y hacia todas las obligaciones que le deben a Cristo; y para ser un lazo y una prenda de su comunión con Él y de su mutua comunión, como miembros de Su cuerpo místico.

Como lo es el bautismo, esta ordenanza es instituida por Cristo para que la observemos perpetuamente hasta el último día. Tiene referencias pasadas, presentes y futuras: miramos al pasado, recordando Su muerte; al presente, al recibir el sustento; y al futuro, al anticipar Su venida, “proclamando la muerte del Señor hasta que Él venga” (1Co 11:26; ver Ap 19:19). Nuestro sustento presente viene por la alimentación en Cristo (1Co 10:16-18; ver Jn 6:53-58) y por una relación más estrecha con los demás en el cuerpo (1Co 11:18-22; nota la referencia de la Confesión a la “comunión con Él y la mutua comunión, como miembros de Su cuerpo místico”). Por lo tanto, la Cena del Señor es un medio de gracia, una forma en la que Dios nos equipa mejor para servirle.

Una gran controversia teológica sobre este punto tiene que ver con la presencia de Cristo en la Cena del Señor. El punto de vista católicorromano al respecto es llamado transubstanciación. Esto significa que después de que el sacerdote consagra el pan y el vino, realmente estos elementos se convierten en el cuerpo físico y la sangre física de Cristo, aunque todavía parecen ser pan y vino. Así que la Cena es un continuo sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo. Pero las Escrituras nunca sugieren algo así. Cuando Jesús dijo a Sus discípulos: “Esto es Mi cuerpo”, no pudo haber querido decir que el pan y el vino en la mesa eran Su cuerpo literal, porque Su cuerpo literal estaba detrás de la mesa, no sobre ella. Más bien, lo que quiso decir claramente es que el pan y el vino representan Su cuerpo y Su sangre. Es como si un profesor señalara un mapa y dijera: “Esto es Francia”. No quiere decir que el mapa literalmente sea Francia, sino que la imagen representa Francia.

Sin embargo, el error más grave de este punto de vista es que representa la Cena del Señor como un sacrificio continuo. Las Escrituras son claras en cuanto a que no hay un sacrificio continuo y no puede haberlo. La expiación de Jesús es final y completa. No hay otro sacrificio por los pecados. No necesita continuación, repetición ni complemento.

El punto de vista luterano está en el medio entre los católicorromanos y los reformados. Los luteranos enseñan que en el sacramento el cuerpo físico de Jesús está “en, con y sobre” el pan y el vino. Es decir, los elementos siguen siendo el pan y el vino, pero el cuerpo y la sangre de Jesús también están ahí. Niegan la idea católicorromana del sacramento como un sacrificio continuo, y eso es bueno. Pero creo que su énfasis en la presencia física literal de Cristo diluye el énfasis bíblico de recibir a Cristo solo por fe.

La opinión que se atribuye a Zwinglio, el primer reformador suizo, es que el sacramento es solo una señal, solo un memorial. Los principales reformadores suizos, siguiendo a Calvino, creen, sin embargo, que la Cena del Señor no es un mero memorial, sino un medio de gracia. Calvino dijo que cuando tomamos la Cena del Señor, Cristo está presente en Espíritu. Así que tenemos “participación” en Su cuerpo y sangre, como dice Pablo en 1 Corintios 10:16-18. El cristiano “se alimenta” en Cristo, como Jesús enseña en Juan 6:53-58. Estos beneficios vienen solo por la fe. El cuerpo físico de Cristo está en el cielo, no en la tierra. Creo que esta perspectiva reformada predominante es la mejor: incorpora más riquezas de las Escrituras que las otras, y evita las supersticiones que no están basadas en las Escrituras.

La comunión en la mesa con Dios

Es desafortunado que estos maravillosos sacramentos se hayan convertido en una fuente de batallas en la iglesia. A veces parece que son más una causa de guerra que una bendición para el pueblo de Dios. Así que, al cerrar este tema, pensemos en la riqueza de las bendiciones que Dios nos ha dado en la Cena del Señor.

En nuestra iglesia tenemos la Cena del Señor todos los domingos, y normalmente me piden que la dirija una vez al mes. Cada mes tengo que dar un nuevo mensaje devocional centrado en la Cena del Señor. Al principio me preocupé por esto, porque los sacramentos no son una de mis especialidades, y me pregunté cómo podría llegar a tener doce mensajes de la Cena del Señor por año. Pero mientras estudiaba las Escrituras, Dios me mostró lo rico que es el trasfondo y el simbolismo de la Cena del Señor. Solemos decir que la Cena simboliza la muerte de Jesús para nosotros, y ciertamente así es. Pero la Biblia dice mucho más.

Cómo celebrar la Cena del Señor

La salvación es del Señor

John Frame

Esta clara introducción a las doctrinas de las Escrituras será muy bien recibida por líderes de iglesia y estudiantes de teología que estén buscando una guía de teología o una herramienta pedagógica. Escrito con un estilo casi conversacional, explora las principales verdades bíblicas, explica los términos clave que tienen que ver con la teología sistemática y reflexiona en las implicaciones y en las conexiones que esta tiene con el señorío de Cristo.

En las Escrituras, incluso en el Antiguo Testamento, la comunión de la mesa con Dios es un elemento importante de la bendición del pacto. Cuando dos personas están en desacuerdo entre sí, necesitan reconciliarse. La reconciliación puede, por supuesto, ser bastante superficial. Pero cuando es profunda, cuando es una reconciliación completa, no solo vuelves a ser amigo de tu antiguo enemigo, sino que lo invitas a cenar. Eso era a menudo el caso en el antiguo Oriente Medio (ver Gn 31:52-54; 2S 9:7-13; 19:28; 1R 2:7).

La Caída nos ha hecho enemigos de Dios. Dios proveyó comida para Adán y para Eva antes de la Caída (Gn 1:29), pero ellos abusaron de ese privilegio al tomar el único fruto que se les prohibió. Sin embargo, a través de Cristo, Dios busca la reconciliación con nosotros. Esa reconciliación es tan profunda, tan completa, que nos invita a compartir de la mesa con Él. Así, después del gran diluvio, Dios proveyó comida para Noé y para su familia, invitándolos a comer la carne de los animales y los frutos del huerto (Gn 9:3). Cuando Dios redimió a Israel de Egipto, les dio una comida sacramental, la Pascua, como memorial de su salvación y su alianza con Dios (Éx 12).Cuando Israel se reunió con Dios alrededor del Monte Sinaí en el “día de la asamblea”, Dios hizo un pacto con ellos como Su pueblo y llamó a los setenta ancianos al monte para comer y beber con Él (Éx 24:9-11). Para todo el pueblo Dios proveyó maná, alimento sobrenatural, para que comieran en su largo viaje a la tierra prometida (Éx 16:1-35; ver Sal 78:19-20).

Las ofrendas del tabernáculo también eran ofrendas de comida. El pan y las jarras de vino se guardaban en una mesa del tabernáculo y de nuevo en el templo (Éx 25:30; 37:16; Lv 24:5-9; Nm 4:7). Este alimento (“el pan de la Presencia”) era una ofrenda al Señor (Lv 24:7), y representaba una relación de pacto entre Dios e Israel (Lv 24:8). Los sacrificios de animales, todo el holocausto, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa se centraban en la idea de la expiación. Otra de las ofrendas del tabernáculo, la ofrenda de paz, se basaba en que la expiación ya se había completado. Se centraba en la reconciliación entre Dios y los israelitas después de la expiación. La ofrenda de paz era una comida —de la cual una parte se quemaba para Dios, otra parte se la comían los sacerdotes, y otra parte se la comían los adoradores— que celebraba la reconciliación (Lv 7:11-18; 19:5-8; Dt 27:7).

Así que un judío del primer siglo no se habría sorprendido al oír que la Cena del Señor era el nuevo pacto en la sangre de Jesús (Lc 22:20; 1Co 11:25). Cada vez que tomamos la Cena del Señor, como cuando Israel tomó la Pascua y las otras comidas, nosotros renovamos la relación de pacto entre Dios y nosotros.

Además, las comidas con Dios también proveen alimento continuo y comunión con Él. Piensa en cómo David en el Salmo 23:5 habla de Dios preparando una mesa para él en presencia de sus enemigos. Piensa en cómo la sabiduría de Dios en Proverbios 9:2 invita al joven a su casa para una comida. Piensa en Jesús, que dos veces alimentó milagrosamente a grandes multitudes (Mt 14:13-21; 15:38). Piensa en cómo Jesús, después de Su resurrección, invitó a Sus discípulos a comer y a beber con Él (Lc 24:30; Jn 21:9-14; Hch 10:41).Todo esto anticipa la gran comida en el cielo, el banquete mesiánico, la cena de bodas del Cordero, en que celebraremos la consumación de la redención (Lc 13:29; 14:15-24; 22:30; Ap 19:9). Así, pues, mientras comemos y bebemos ahora, esperamos Su venida, cuando comeremos y beberemos con suma alegría (1Co 11:26).

La experiencia de la Cena del Señor

Cada vez que tomamos la Cena del Señor, debemos reflexionar en el pasado, el presente y el futuro. Debemos recordarlo en Su muerte, agradeciéndole Su completa salvación. La Cena del Señor se llama acción de gracias (Mt 26:27; Lc 22:17, 19; 1Co 11:24), de ahí la palabra eucaristía, la cual viene de la palabra griega que significa “dar gracias”.

En el presente, sabemos que solo podemos obtener el alimento espiritual de Cristo (Jn 6:35-59; 1Co 10:16). Al comer y beber participamos de Su cuerpo y Su sangre; sentimos una mayor unión con Él. Calvino, quien enfatizó que Cristo no está físicamente presente en la Cena del Señor, sino que vive físicamente en el cielo, pensó que la verdadera presencia espiritual de Cristo en la Cena no es tanto Su venida para estar con nosotros, sino nuestro arrebatamiento al cielo para estar con Él, al unirnos a Él en los lugares celestiales.

Mientras comemos y bebemos, esperamos el gran banquete que se avecina (1Co 11:26). Solo comemos pequeños trozos de pan y tomamos pequeñas copas de vino, porque sabemos que nuestra comunión con Cristo en esta vida no se puede comparar con la gloria que nos espera en Él.

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Este artículo ¿Qué es la Cena del Señor? fue adaptado de una porción del libro La salvación es del Señor, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 320 a la 324 

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