Cómo la Biblia nos enseña a desahogarnos bien (ya que es probable que lo estés haciendo incorrectamente)

No te desahogues; derrama tu alma delante de Dios

Normalmente, nos sentimos mejor después de desahogar nuestras emociones. Al menos durante un tiempo. Nos desahogamos de lo que nos molesta. Sentimos una liberación inmediata de la presión emocional que se acumula en nuestro interior. Pero el desahogo no limpia nuestros sistemas de emociones pecaminosos, sino que ata el nudo de las creencias y de los valores pecaminosos con más fuerza alrededor de nuestros corazones. Cada vez que verbalizamos nuestras mentiras y lujurias, reforzamos su fuerza, ya sea gritando con ira o murmurando quejas, ya sea pronunciando nuestras quejas con la boca o escribiéndolas en nuestros teclados. Las Escrituras nos dicen: “El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime” (Pro 29:11). Desahogarse es una necedad; deshonra a Dios y a menudo hiere a los que mbauchtasche eastpak adidas solar boost sizing amazon die beste wasserpistole der welt jordan retro 3 adidas nmd girls quest salomon rasoio anti irritazione rosenthal landscape hp 5230 patrone Switzerland quest salomon jordan retro 3 cheap yeezy shoes marc jacobs handtassen outlet mug bedrucken amazon adidas nmd girls ás amamos. Aunque nos sentimos apenadas después de desahogarnos, muchas de nosotras volvemos a este mal hábito. Pero si está mal desahogarse, ¿cómo podemos manejar nuestros sentimientos tumultuosos? Para responder a esta pregunta, consideremos la historia de Ana en la Biblia.

Ana tenía todos los motivos para desahogar sus emociones. Basta con leer los dos primeros versículos de 1 Samuel 1 para entender por qué. “Había un hombre… que se llamaba Elcana… tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía” (vv 1-2). Para empeorar las cosas, “su rival, Penina, la provocaba amargamente para irritarla” (v 6). Ana no podía dejar de llorar y no quería comer (v 7). Estaba sumida en la desesperación.

Sin embargo, no encontramos en las Escrituras ningún registro de Ana desahogando su ira o autocompadeciéndose con su esposo o con cualquier otra persona. En cambio, Ana clamó a Dios en su angustia emocional. “Ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente” (v 10). Ana abrió las compuertas de su alma ante el Señor y, como dijo Charles Spurgeon, “volcó la vasija de su alma en la presencia secreta de Dios, y dejó que sus pensamientos más íntimos, sus deseos, sus penas y sus pecados se derramaran como agua”.

Por qué es bueno desahogarse

Emociones verdaderas

Carolyn Mahaney & Nicole Whitacre

​Las emociones pueden confundirnos. Un día estamos felices, tranquilas y esperanzadas; y al otro día estamos ansiosas, heridas y abrumadas. En este libro, Carolyn y Nicole nos enseñan que no debemos excusar ni seguir nuestras emociones; más bien, debemos aprender a honrar a Dios con nuestras emociones verdaderas.

La oración de Ana fue una oración honesta, ferviente, del tipo “aquí estoy, Señor, tal como soy”. En esta oración hubo lágrimas, muchas lágrimas. A veces, las lágrimas en sí mismas parecen constituir una oración, porque el Señor escucha “la voz” de nuestro llanto (Sal 6:8). A medida que las lágrimas se derramaban, Ana derramaba su alma al Señor. De hecho, cuando Elí, el sumo sacerdote, confrontó a Ana y la acusó de estar borracha, ella le dijo que estaba orando por la emoción de angustia tan grande que tenía. “No, señor mío, soy una mujer angustiada en espíritu. No he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante del Señor. No tenga a su sierva por mujer indigna. Hasta ahora he estado orando a causa de mi gran congoja y aflicción” (1S 1:15-16). Ana no se preocupó por mantener una fachada estoica ante Elí o ante cualquier otra persona, pero tampoco desahogó sus emociones ante cualquiera que quisiera escucharlas. Como una mujer sabia, contuvo sus sentimientos hasta que pudo derramarlos ante el Señor. Siguiendo el ejemplo de Ana, deberíamos derramar con libertad nuestras emociones ante Dios en oración.

Dios creó las emociones para que pudiéramos expresárselas a Él. Él no espera que las mantengamos reprimidas. Pero tampoco quiere que las derramemos ante otras personas en chismes, calumnias o quejas. Lamentablemente, el primer instinto de muchas mujeres es desahogar sus emociones en las redes sociales en lugar de derramar sus corazones delante de Dios. Las mujeres a menudo se desahogan con sus amigas en línea y encuentran consuelo en los likes y los comentarios reconfortantes de las demás. Y si bien es cierto que Dios nos anima a compartir nuestras cargas, incluyendo nuestras cargas emocionales, con otros cristianos, esto no es una licencia para desahogarnos pecaminosamente. Hay un mundo de diferencia entre escupir nuestras emociones pecaminosas y pedir ayuda a otros cristianos. Así que en lugar de recurrir al mal hábito de desahogarnos, pidamos a una amiga: ¿Puedes ayudarme a llevar mis emociones al Señor?

Ana derramó su alma ante el Señor, y el Señor la rescató de su angustia emocional. Cuando Ana se levantó y salió del templo, seguía siendo estéril, seguía siendo la mujer avergonzada de un matrimonio polígamo. Pero sus emociones habían cambiado: “Ya no estaba triste su semblante” (1S 1:18). Ella estaba llena de emociones de paz, incluso de felicidad, y eso se reflejaba en su rostro, en su semblante. Conocemos el final de la historia de Ana. Dios no solo cambió sus emociones, sino que también cambió su situación. Él le dio un hijo, Samuel, que ella entregó al Señor. El efecto completo de las emociones transformadas de Ana se muestra en el segundo capítulo de 1 Samuel, donde ella canta un himno de alabanza a Dios: “Mi corazón se regocija en el Señor… levanta del polvo al pobre, del muladar levanta al necesitado” (1S 2:1, 8). El corazón de Ana se regocijó en el Señor. Sus emociones la movieron a adorar a Dios. El desahogo fortalece nuestras creencias y valores pecaminosos; pero cuando derramamos nuestras almas ante el Señor, Él levanta nuestras cargas y restaura nuestras emociones.

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Este artículo Cómo la Biblia nos enseña a desahogarnos bien fue adaptado de una porción del libro Emociones verdaderas publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.  

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Páginas 98 a la 101

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