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Reconoce y proclama los maravillosos actos diarios de Dios y tendrás una nota de alegría como música de fondo para tu vida.
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La gracia de Dios no solo la podemos ver en la forma de consuelo y aliento. Su cuidado no solo significa descanso y libertad. ¿Será posible que el cuidado por el que imploramos no siempre sea el cuidado que necesitamos?
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Las madres con una misión están experimentando el poder transformador de Jesús a medida que Él va dándoles nuevas habilidades para trabajar, dirigir, hablar, servir, cuidar, liderar, enseñar y construir según Su patrón cruciforme, fortalecidas por Su Espíritu, y para que Su gloria sea conocida en el mundo. No se trata de ser súper mamás; se trata de ser madres con una misión.
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Jesús apareció en el mundo por dos razones. Vino para que no siguiéramos pecando—es decir, vino para destruir las obras del diablo (1Jn 3:8); y vino para que hubiera una propiciación por nuestros pecados si pecamos.
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Las iglesias son embajadas del cielo, a las que Cristo encargó afirmar nuestra ciudadanía celestial.
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Es posible que no seamos capaces de rastrear la fuente de cada emoción, pero podemos saber lo que Dios quiere que hagamos con cada emoción: llevarla a Él. Y esta, amigas, es la lección más importante de todas.
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