¿Cómo usar la humildad para luchar contra la impureza?

¿Cómo usar la humildad para luchar contra la impureza?

Es imposible ver pornografía y ser humilde. Ya que esto es verdad, tenemos un arma clave en la lucha contra la pornografía. Al luchar por cultivar un corazón humilde, también estarás cortando la raíz de la arrogancia y la ambición egoísta que permite que la pornografía florezca en tu vida. Si quieres ser libre de la pornografía, debes saber cómo crecer en humildad. Cultivar un corazón lleno de humildad tarda toda la vida, así que no lo alcanzarás completamente hasta que estés con Cristo. Pero mientras luchas en esta batalla, hay áreas que debes considerar y que te ayudarán a comenzar.

Considera la salvación

No hay nada que cultive más la humildad que pensar en lo que Dios ha hecho por nosotros al salvarnos de las consecuencias de nuestro pecado. Toda la Biblia nos muestra esta verdad, pero por ahora veamos un solo pasaje:

[pb_blockquote author=”Tito 3:3-7″]En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por Su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así lo hizo para que, justificados por Su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna.[/pb_blockquote]

Este pasaje nos recuerda la misericordia de Dios. Comienza hablando de lo que éramos antes de ser cristianos. Cuando Pablo dice que éramos necios y desobedientes, está diciendo que nuestro pensamiento interno y nuestro comportamiento externo no eran agradables delante de Dios. Al estar descarriados y esclavizados a pasiones y placeres, estábamos alejados de Dios y encadenados a toda clase de cosas creadas, sirviéndoles a ellas en lugar de servir a Dios. Pablo también dice que antes de que conociéramos a Cristo, vivíamos en malicia y envidia. Tener malicia significa que quiero cosas malas para ti, y tener envidia significa que quiero que tus cosas buenas sean mías. Finalmente, Pablo describe nuestro estado antes de la conversión diciendo que nos odiábamos unos a otros. En otras palabras, antes de pertenecer a Cristo, somos un desastre terrible.

Pero Pablo no se queda ahí. Además de recordarnos lo que éramos antes de conocer a Cristo, nos recuerda lo que hizo Dios para salvarnos. La bondad, el amor y la misericordia de Dios aparecieron en Cristo para salvarnos —no por nada que hayamos hecho. Pablo deja totalmente claro que no somos salvos por nuestras buenas obras, porque nosotros no hacemos buenas obras. Éramos necios, desobedientes y esclavos de nuestro pecado. ¡No podíamos hacer nada bueno! Esto significa que nuestra salvación no es algo que merezcamos de Dios. No es algo que Él esté obligado a hacer por nosotros, ni algo que nos podamos ganar.

Cuando realmente comprendes la profundidad de tu pecado y lo indigno que eres de la misericordia de Dios, debes comenzar a preguntarte por qué Dios se tomó la molestia de salvar a personas tan terribles, malvadas y rebeldes como tú y como yo. La respuesta: porque Él es bueno. Es compasivo. Es misericordioso. Nos salva para revelarse a Sí mismo como un Dios de gracia. Él sabe que un Dios santo y una persona rebelde solo pueden reconciliarse mediante la restauración de una relación correcta, para que así vivamos en dependencia humilde de nuestro Creador. Eso comienza con nuestra salvación. Dios nos muestra que no somos salvos por nuestras obras, sino que nuestra salvación depende completamente de Él.

La salvación que hemos recibido se describe con más detalle cuando Pablo dice que nuestra redención incluye el lavamiento y la renovación del Espíritu Santo. Es por medio del Espíritu que Dios nos da Su gracia perdonadora (“el lavamiento”) y transformadora (“la renovación”).

Hijo de Dios, ¡considera tu salvación y sé humilde! Eras un pecador inmundo y miserable. Tu vida estaba llena de rebeldía y odio. Estabas perdido y no tenías ninguna posibilidad de ganarte la salvación por ti mismo. Aun en tu estado lamentable, el amor, la bondad y la compasión de Dios aparecieron en la persona de Jesucristo para salvarte. Esta salvación sucedió, no por algo bueno que hayas hecho, sino simplemente porque Dios es amoroso, bueno y misericordioso. Él no tenía que salvarte. No hiciste nada para merecerlo. Y habría sido perfectamente justo que Dios te dejara en tu pecado, condenado por toda la eternidad.

Pero no lo hizo

Esas son las buenas noticias que liberan a los pecadores. Darte cuenta de que alguien tan malvado y rebelde como tú ha recibido un amor tan maravilloso y una misericordia tan inmerecida debería llenarte de humildad.

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Este artículo ¿Cómo usar la humildad para luchar contra la impureza? fue adaptado de una porción del libro Por fin libre publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 122 a la 124

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