¿Qué nos hace hijos de Dios?

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Si queremos entender lo que significa ser cristiano, y por qué ser un cristiano es un privilegio, tenemos que valorar la adopción divina. Tenemos que comenzar a captar la magnitud de las declaraciones que Pablo hace de que “los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (8:14); y de que “somos hijos de Dios” (v 16).

“La noción de que somos hijos de Dios, Sus propios hijos… es la esencia de la vida cristiana… Nuestra filiación divina es la cima de la creación y la meta de la redención”. (Sinclair Ferguson, Hijos del Dios vivo, pp. 5-6)

La adopción era un procedimiento legal mucho más frecuente en la sociedad romana que en la cultura hebrea o en la del Oriente Cercano. Pablo, como ciudadano romano, hubiera estado familiarizado con ella. Por lo general, la adopción ocurría cuando un adulto rico no tenía un heredero para sus posesiones. Él entonces adoptaba a alguien como su heredero —podía ser un niño, un joven o un adulto. Inmediatamente ocurría la adopción, varias cosas pasaban a ser ciertas acerca del nuevo hijo. En primer lugar, sus antiguas deudas y sus obligaciones legales se liquidaban; en segundo lugar, tenía un nuevo nombre e instantáneamente pasaba a ser el heredero de todo lo que el padre tenía; en tercer lugar, su nuevo padre se hacía responsable de todas sus acciones (sus deudas, crímenes, etc.); pero, en cuarto lugar, el nuevo hijo también tenía nuevas obligaciones para honrar y agradar a su padre. Este pasaje está tomando todo esto en cuenta.

A lo largo de este pasaje, a los cristianos se les llama “hijos” (huioi, hijos varones) de Dios (v 14, 15, 19) y tres veces se les llama “hijitos” (teknon, hijos e hijas) de Dios (v 16, 17, 21). Es cierto que en Roma la “filiación” era un estatus de privilegio y poder que solo se le otorgaba a los varones. Sin embargo, ahora Pablo tiene la osadía de aplicarla a nosotros—¡a todos los creyentes! Esto demuestra que Dios no hace distinciones al dar honor. Ahora todos los cristianos, varones y mujeres, son Sus herederos. Se consideraba subversivo que Pablo tomara una institución que era exclusiva para los varones y mostrara que, en Cristo, el empoderamiento por medio de la adopción aplicaba indistintamente para mujeres y varones. Las mujeres cristianas no deben resentir que se les llame “hijos”, de la misma manera que los hombres cristianos no deben resentir que se les llame parte de la novia de Cristo (Ap 21:2). Todos los cristianos son hijos y todos son la novia—¡Dios es imparcial en Su uso de las metáforas! Y cada metáfora nos dice algo acerca de nuestra relación con Cristo.

Quiénes son los hijos de Dios

¿Qué nos hace hijos de Dios? Romanos 8:14 nos lo dice claramente: tener el Espíritu de Dios. “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”. Nuestra traducción es igual de clara que la del griego. Hosoi (“los”) es muy incluyente y se traduce mejor como “todos los” o “todos los que”. En otras palabras, Pablo en efecto dice: La categoría de los que tienen el Espíritu constituye la categoría de los que son hijos de Dios. Todo el que tiene el Espíritu es adoptado por el Padre, y a ninguno que haya sido adoptado por el Padre le faltará la presencia ni la guía del Espíritu Santo.

Muchos quieren pensar que ser “guiados por el Espíritu” tiene que ver con que el Espíritu nos ayude a tomar decisiones —que nos guíe para escoger el mejor cónyuge, el mejor trabajo, el mejor lugar para vivir, etc. Pero esto pasa por alto la fuerte conexión que hay entre el versículo 14 y el versículo 13. La traducción de la NVI muestra que el versículo 14 es una continuación de una oración que comienza en el versículo 13. En el griego, el versículo 14 es una nueva oración que comienza con la palabra gar (“porque”), vinculando lo que Pablo está por decir con lo que acaba de decir. En el versículo 13 él dice que con el Espíritu realmente podemos triunfar sobre el pecado que hay en nuestro interior. Después explica por qué este gran poder—el poder sobre el pecado—está disponible para nosotros. Es porque somos hijos de Dios. Así que ser “guiado por el Espíritu” debe ser lo mismo que “[darle] muerte a los malos hábitos del cuerpo” del versículo 13. Dicho de otro modo, somos guiados a odiar los deseos que el Espíritu odia (el pecado) y a amar las cosas que Él ama (a Cristo). Esta es la manera en que somos guiados por el Espíritu.

El versículo 14 lo dice claramente: si el Espíritu de Dios no ha entrado en ti, no eres hijo de Dios, y tampoco le perteneces a Cristo (v 9). Esto es útil, ya que nos recuerda que la “ecuación” también funciona al revés — si eres de Cristo, por fe, entonces eres un hijo de Dios y tienes Su Espíritu. Las tres son inseparables— o todas son ciertas, o ninguna lo es.

El versículo 15 recalca esta verdad —los cristianos son personas que han recibido “el Espíritu que los adopta como hijos”. La palabra griega utilizada aquí es huiothesias, que literalmente quiere decir “hacer hijo”, y por eso se puede traducir como “adoptar”.

En primer lugar, La imagen de la “adopción” nos dice que nadie nace teniendo una verdadera relación con Dios. El hecho de que recibimos nuestro estatus de hijos adoptados prueba que hubo un tiempo en el que estábamos perdidos; no éramos hijos de Dios por naturaleza. Esto quiere decir que esta relación Padre-hijo con Dios no es automática. Nacemos como huérfanos y esclavos espirituales.

En segundo lugar, la imagen de la “adopción” nos dice que nuestra relación con Dios se basa completamente en un acto legal por parte del Padre. No te “ganas” un padre ni “tramitas” tu adopción. La adopción es un acto legal que hace el padre—es muy costoso, pero solo para él. No hay nada que el hijo pueda hacer para ganar u obtener su estatus. Simplemente lo recibe.

Es importante ver la claridad de esta enseñanza, pues hoy en día es común escuchar a la gente decir que “todos los seres humanos son hijos de Dios” porque Dios los creó a todos. Es cierto que en Hechos 17:29 (RVC) Pablo llama a todos los seres humanos “linaje” de Dios. Pero la palabra griega es genos, que simplemente quiere decir “descendientes”. En este sentido podríamos llamar a Henry Ford el “padre” del automóvil Modelo T. Pero la Biblia es enfática en reservarse toda la riqueza del término “hijos de Dios” exclusivamente para los que han recibido a Cristo como Salvador y Señor: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio el derecho de ser hijos [tekna] de Dios” (Jn 1:12). La filiación se le da a los que lo reciben a Él. Nadie la tiene de manera natural—excepto Jesucristo.

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Extraído del libro “Romanos 8-16 para ti” de Timothy Keller. El libro es publicado por Poiema Publicaciones. Conoce todos los libros de Timothy Keller en español.

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