Amar a otros es la evidencia de que amamos a Jesús

Amar a otros es la evidencia de que amamos a Jesús

Si amamos verdaderamente a Jesús, amamos lo que Él ama y a quien Él ama. Es posible que esta no sea nuestra inclinación natural o nuestro primer pensamiento. Es posible que nuestro entendimiento tenga que madurar, así como nuestro amor, pero el producto final es el mismo: las prioridades de Cristo se convierten en las nuestras.

Debido a que amo a mi esposa y quiero complacerla, escucho música clásica que no siempre entiendo y respondo preguntas sobre telas que no son muy relevantes para mí. Ella me ama y por eso va de pesca conmigo y dice: “¡Qué bien!”, sin importar lo pequeño que sea el pez que yo haya atrapado. Amamos lo que el otro ama porque nos amamos. También amamos a los amigos y a la familia del otro (aunque estén por fuera de nuestros círculos habituales o de nuestra elección). Amamos a quien sea que el otro ame porque nos amamos.

Lo que Jesús ama

¿A quién ama Jesús? Él ama al que no es fácil de amar, al rechazado, al necesitado, al perdido, al pobre, al huérfano y a la viuda en angustia (Sal 9:18; Is 16:3-5; Mt 11:5; Jn 3:16; 4:35; Stg 1:27). Le encanta mostrar misericordia y defender a los desamparados (Jer 9:24; Miq 7:18). Ama Su creación, a las criaturas que reciben Su cuidado y a todos los que ha creado a Su imagen (Gn 1:25-31; 2:15; Sal 145:8-9; 146:6-9). Si amamos a Jesús, también los amaremos a todos ellos.

Las prioridades de Jesús

Jesús nos enseñó cómo el amor por Él cambia y canaliza nuestras prioridades cuando dijo: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos [es decir, por cuidarlos], aun por el más pequeño, lo hicieron por Mí” (Mt 25:40). Saber que nuestro cuidado hacia “el más pequeño” es una expresión de amor por Cristo, quien nos ama, es la motivación de los cristianos para ser compasivos.

La gracia de Cristo hacia nosotros estimula nuestro amor por Él, lo que hace que queramos agradarlo extendiendo Su gracia hacia los que Él ama. La consecuencia va en contra del sentido común, pero es muy poderosa.

La gloria de Jesús

Una mente que hace concesiones podría concluir: “Ya que somos salvos por gracia por medio de la fe sin ningún mérito basado en lo que hacemos, ¿para qué me voy a preocupar por ser bueno?”. El corazón que palpita con el amor producido por la gracia responde valientemente: “Para mostrar nuestra gratitud hacia Aquel que nos salvó y darle gloria al reflejar Su gracia en la forma en que vivimos y amamos a otros”.

La ética de la gracia

Es importante entender que una vida de compasión y de amor por Cristo es una respuesta a Su gracia, no un medio para reclamarla. Hay una gran cantidad de libros recientes escritos por autores bien intencionados que le llaman la atención correctamente a los cristianos evangélicos por ignorar los requerimientos éticos y las prioridades del Reino que vemos en la Escritura.

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Los peligros del buen comportamiento

Nadie puede negar que los males del materialismo, el consumismo y la codicia han plagado a la Iglesia occidental y han llevado a que los que tienen recursos no muestren compasión hacia millones de personas que la necesitan a causa de la pobreza, la guerra, el racismo, la enfermedad, la desnutrición, el analfabetismo, la adicción, la esclavitud, el tráfico ilegal, el desempleo, la opresión, la persecución y la depravación. Nuestra distracción es pecado, por lo que debe ser confrontada y corregida.

Sin embargo, si abordamos este mal sin fundamentar la corrección en la gracia que sostiene los corazones y los mueve hacia la compasión bíblica, crearemos involuntariamente un nuevo legalismo. Los cristianos que están convencidos de que su posición en el Reino está determinada por sus esfuerzos por el Reino, caerán en el orgullo o en la desesperación que aflige a todas las religiones que se basan en el comportamiento.

Transformando corazones

El evangelio tiene el propósito de transformar nuestro mundo por medio de la transformación de corazones, de modo que respondamos a las necesidades de los que nos rodean. Pero la verdadera transformación del corazón siempre es consecuencia de un cambio espiritual que se produce cuando comprendemos la misericordia de Dios hacia pecadores que iban camino a una condenación eterna de no ser por Su gracia. Debemos tener cuidado de no confundir esta respuesta del corazón con algo que hacemos para reclamar la gracia de Dios. Aunque podría ser apropiado cuestionar la fe de alguien que no muestra compasión, es algo muy diferente a animar a las personas a que expresen compasión para merecer la gracia de Dios.

Compartiendo Su amor

Si pensamos que podemos ganarnos Su amor o asegurar nuestra entrada a Su Reino imitando el cuidado de Cristo hacia los demás, debemos reconocer que no importa lo radicales, sacrificiales o transformadoras que sean nuestras acciones, todas se quedarán cortas ante las de Cristo. Hasta que Él regrese, nuestra rectitud siempre será insuficiente para aliviar los problemas que enfrentamos (Mt 5:29; Mr 14:7). Incluso nuestras mejores obras siguen siendo trapos de inmundicia (Is 64:6), y cuando hacemos todo lo que deberíamos hacer, seguimos siendo indignos de estar en la mesa de nuestro Maestro (Lc 17:10). Hacer que la esperanza celestial dependa de nuestra compasión desprecia el evangelio de la esperanza que se basa únicamente en la compasión de Cristo.

Debemos mostrar compasión para honrar a nuestro Salvador, para agradarle, para traer las prioridades de Su Reino a nuestro mundo y para mostrar la credibilidad de la gracia que afirmamos que ha transformado nuestro corazón. Cuidamos a los demás porque, al hacerlo, mostramos que amamos a Cristo y que Cristo los ama a ellos. No exigimos que se merezcan nuestro cuidado antes de darlo, ya que nosotros no merecíamos la gracia de Cristo cuando Él nos la concedió (Ro 5:8-10; 1Jn 4:10)

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Este artículo Amar a otros es la evidencia de que amamos a Jesús fue adaptado de una porción del libro Gracia sin límites, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 108 a la 111

 

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