¿Cuáles son las pruebas bíblicas de que Jesús es Dios?

¿Cuáles son las pruebas bíblicas de que Jesús es Dios?

La Biblia enseña que Jesús es real y verdaderamente Dios, la segunda Persona de la Trinidad. Y enseña ese hecho asombroso una y otra vez, en un vasto número de maneras. La gente a veces piensa que la doctrina de la deidad de Cristo, que Jesús es Dios, se basa en solo unos pocos pasajes controversiales. Pero quiero que vean (aunque debo resumir el argumento muy concisamente) que esta doctrina se encuentra una y otra vez en las Escrituras. Está en todas partes. Se encuentra en casi todas las páginas del Nuevo Testamento de una u otra manera.

Solo imagínate: Jesús creció como carpintero en Galilea. Luego, cuando tuvo unos treinta años, empezó a enseñar como rabino judío. Sus discípulos fueron todos judíos, y se les enseñó desde la infancia que solo hay un Dios y que solo deben adorar a Dios. Nunca deben adorar ídolos y, sobre todo, nunca deben adorar a un mero hombre. De alguna manera, durante los próximos tres años aproximadamente, todos estos discípulos judíos, y mucha gente además de ellos, fueron convencidos de que Jesús es Dios y merece ser adorado como Dios. Lo han conocido íntimamente como Hombre, han caminado y hablado y comido con Él; no obstante, han llegado a adorarlo. Eso es algo sorprendente.

Quizás lo más sorprendente de todo es que los discípulos de Jesús que escribieron el Nuevo Testamento rara vez discuten la deidad de Cristo. No fue necesario hacerlo, porque toda la comunidad cristiana estaba de acuerdo con el hecho de que Jesús es Dios. Los primeros cristianos fueron a menudo un grupo polémico. Pelearon y lucharon por varias cosas, algunas de ellas centrales al evangelio, como veremos. Pero, hasta donde podemos decir del Nuevo Testamento, nunca discutieron entre ellos sobre la deidad de Cristo.

Por lo tanto, es interesante ver cuán a menudo el Nuevo Testamento asume la deidad de Cristo, incluso en pasajes que no enseñan esa doctrina ni argumentan a su favor. Considera, por ejemplo, lo egocéntrica que es la enseñanza de Jesús. A diferencia de cualquier otro maestro religioso, Jesús llama la atención sobre Sí mismo como el camino de salvación: “la palabra que he hablado, esa [te] juzgará en el día final” (Jn 12:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11:25); “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6; ver Mt 5:11-12, 17; 7:21-29; 11:25-27; 13:41; 16:27-28; 24:31; 25:31-46). Cuando el joven rico le preguntó cómo ser salvo, Jesús le dijo: “Ven, sé Mi discípulo” (Mt 19:21; ver Mt 4:19; 8:22; 16:24; Jn 10:27; 12:26; etc.). Él dijo que el honor a Él es mayor que el honor a los propios padres que el Decálogo ordena (Mt 10:37; Lc 14:26), aunque apoyó firmemente el Quinto Mandamiento (Mr 7:11). Esta enseñanza no suena para nada humilde, a menos que supongamos que Jesús es mucho más que un simple hombre.Y, claramente, eso es lo que los escritores del Nuevo Testamento suponen.

Hablando en términos negativos, Jesús nunca se retractó, ni modificó una afirmación; nunca se disculpó, nunca se arrepintió de pecado, nunca buscó consejo, ni pidió oración a Su favor.

El apóstol Pablo, defendiendo su vocación apostólica, dijo que fue llamado a ser un apóstol no mediante hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios (Gá 1:1, 10, 12). Él pudo haber dicho que fue llamado no por cualquier hombre sino por ese hombre extraordinario, Jesucristo (como en 1Ti 2:5), y su afirmación habría sido cierta, ya que Jesús es un hombre real. En cambio, Pablo pone a Jesús al lado de Dios: no mediante hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios. Él y los otros apóstoles nos mandan a hacer todas las cosas en el nombre de Jesús (Hch 9:16; Ro 15:30; 2Co 12:10; 3Jn 7). Los apóstoles hablan de esta manera no como parte de un esfuerzo consciente de enseñar la deidad de Cristo, sino incidentalmente, por así decirlo, mientras enseñan otras cosas. Es evidente que la deidad de Cristo no era en sí misma un tema de controversia en la iglesia. Por eso, los saludos (como en Ro 1:7) y las bendiciones (como en 2Co 13:14) del Nuevo Testamento se refieren regularmente a Cristo como la fuente de toda bendición espiritual, atribuyendo a Jesús los beneficios que solo vienen de Dios.

Cristo, el Señor

La evidencia más contundente para la deidad de Cristo es esta: Cristo es el Señor. Recuerda que el señorío de Dios es el tema principal de este libro. La principal enseñanza de la Biblia sobre Dios es que Dios es el Señor. Señor es el nombre pactual de Dios. Nos dice que Dios está en control de todas las cosas, que habla con autoridad absoluta y que nos recibe en amor para ser Su pueblo.

Ahora, debemos notar que Señor es también el nombre de Jesucristo. Quizás la confesión más básica del Nuevo Testamento es “Jesús es Señor”. Romanos 10:9 dice “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”. 1 Corintios 12:3 dice “que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: ‘Jesús es anatema’; y nadie puede decir: ‘Jesús es el Señor’, excepto por el Espíritu Santo”. En Filipenses 2:10-11 Pablo alude a Isaías 45:23, el cual habla de que toda rodilla se dobla delante de Dios como Señor, y lo parafrasea de esta manera: “para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.

La palabra griega para Señor (kyrios) puede ser usada a veces para referirse a seres humanos ordinarios; pero está claro que Jesús es Señor en un sentido muy especial, en un sentido que solo pertenece a Dios. La Septuaginta, el Antiguo Testamento griego de la época de Jesús, utilizaba regularmente esta palabra para referirse a Yahweh, a Dios. En varios pasajes, el Antiguo Testamento espera la llegada de un libertador, un Salvador, que lleva el título de Señor, como en el Salmo 110:1 y en Jeremías 23:5-6.Y el Nuevo Testamento a menudo se refiere a los pasajes del Antiguo Testamento que llaman a Dios el Señor y los refiere a Jesús (ver Is 40:3 y Mt 3:3; Sal 8:2 y Mt 21:16; Is 6:1-10 y Mt 13:14-15; Mal 3:1 y Lc 1:76; etc.).

Jesús es el Señor, aún cuando era un niño. Elisabet se refiere a María como “la madre de mi Señor” (Lc 1:43). Jesús es Señor del sabat (Mr 2:28), un título importante en el mundo judío. El sabat era el día del Señor nuestro Dios (Éx 20:9-10; Is 58:13). Pero Jesús dice que Él, el Hijo del Hombre, es el Señor del sabat, una afirmación sorprendente. El discípulo a quien llamamos Tomás el incrédulo, ante la gloria del Cristo resucitado, exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20:28). Jesús es “Señor de todos” (Hch 10:36; ver la referencia a Dios en Ro 10:12).

Pablo usó con regularidad la palabra Señor para referirse a la segunda Persona de la Trinidad (1Co 8:6; 12:4-6; 2Co 13:14; Ef 4:4-6) y también para referirse a las fases de la exaltación de Jesús: Su resurrección, exaltación, ascensión y gloria final (Ro 1:4; 14:9; ver 1Co 15:25-28; Heb 10:12- 13). En el Evangelio de Juan, Jesús invoca la idea fundamental de señorío que aparece en Éxodo 3: “Yo soy” es Señor. Así que Él dice: “Yo soy” el pan de vida (Jn 6:35, 48, 51), la resurrección y la vida (Jn 11:24-25) y el camino, la verdad y la vida (Jn 14:6; compara con Jn 8:12; 10:7-11; 15:1). Más significativamente, en Juan 8:56-58, Jesús dijo a los judíos: “Antes que Abraham naciera, Yo soy”. Él no dijo: “antes que Abraham naciera, yo era”. Esa sería en sí misma una declaración fuerte, afirmando que Jesús existió antes, que vivió antes de Su nacimiento terrenal, aún antes del tiempo de Abraham. Pero Él dijo más: antes que Abraham fuera, “Yo soy”, tomando para Sí mismo el nombre misterioso y sagrado de Dios que se registra en Éxodo 3:14. Los judíos entendieron muy bien lo que Él estaba diciendo, y por eso tomaron piedras para matarlo.

El Hijo de Dios

Pienso que el título Señor es la indicación más importante del Nuevo Testamento sobre la deidad de Cristo. Pero hay muchas más. Otro título importante aplicado a Jesús en el Nuevo Testamento es Hijo de Dios. Este título, como Señor, puede ser usado en referencia a seres finitos: a ángeles (Job 1:6; 2:1; Sal 29:1; 89:6), reyes (2S 7:14; Sal 89:26-27), a sacerdotes (Mal 1:6), a Israel (Dt 14:1), a Adán (Lc 3:38), a todas las personas (Hch 17:28) y a nosotros los creyentes en el sentido de que somos hijos de Dios en Jesús (Mt 5:9; Jn 1:12; Ro 8:14-16; etc.). Pero Jesús es el único Hijo; Él es Hijo de Dios de una manera que nadie más lo es. Las Escrituras se refieren a Él como el Hijo de Dios (Lc 1:31-32; Jn 1:34; 1Jn 5:20), como el propio Hijo de Dios (Ro 8:3, 32; ver Jn 5:18), el Hijo unigénito (Jn 3:16). Como el Hijo, está por encima de los ángeles (Heb 1:5). Nuestra condición como hijos depende de la Suya: es a través de Jesús el Hijo que nosotros podemos convertirnos en hijos e hijas de Dios. Como dice Juan 1:12: “Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre”.

Hijo es un título de realeza. Dios es el gran Rey, y Su Hijo comparte Su gobierno. Así que su significado se solapa con el título Señor. Señor enfatiza la relación de Cristo con Su pueblo como cabeza del pacto; Hijo enfatiza la relación que tiene con Su Padre. Jesús hace todo lo que el Padre hace, comparte Su conocimiento, Su amor, Sus poderes y Sus prerrogativas (Jn 5:18-23).

El Cristo

Otro título importante es la misma palabra Cristo. Cristo es el equivalente griego de la palabra hebrea Mesías, la cual significa “Ungido”. En el Antiguo Testamento, los profetas, los sacerdotes y los reyes eran ungidos con aceite, un símbolo de los dones del Espíritu para sus ministerios.

Los judíos esperaban que Dios enviara a un mesías que fuera un gran rey como David, que liberara a Israel de los romanos y que restaurara a Israel como una gran potencia. El Antiguo Testamento usa el término Mesías en pocas ocasiones (Sal 2:2; Dn 9:25-26), pero sí enseña que Dios enviaría un rey de la línea de David más grande que David (Sal 45:6; 59:15-17; Miq 5:2; Zac 2:8-11; 9:9-17) y enseña que la venida del Mesías sería la venida de Dios mismo. En el Salmo 110:1-2 leemos:

Dice el Señor a mi Señor: “Siéntate a Mi diestra, Hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies”. El Señor extenderá desde Sión Tu poderoso cetro, diciendo: “Domina en medio de Tus enemigos”.

En Isaías 9:6 leemos:

Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Así que el título Cristo también identifica a Jesús como Dios.

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Este artículo ¿Cuáles son las pruebas bíblicas de que Jesús es Dios? fue adaptado de una porción del libro La Salvación es del Señor publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 149 a la 154

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