• ¿Qué hay que hacer para recibir las promesas de Dios?

    ¡Cuán fructífero es creer en las promesas de Dios y cuan estéril es una vida de incredulidad! No es sorprendente que al saber de la gran cosecha que viene al creer en las promesas, el diablo se sienta obligado a atacar nuestra fe en las promesas—no tanto nuestra fe en la verdad de ellas, como en la fe por la cual aplicamos esas promesas a nosotros mismos—.

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