¿Qué significa la escalera del sueño de Jacob?

¿Qué significa la escalera del sueño de Jacob?

Bajo las estrellas, Jacob colocó una piedra que le sirvió como cabecera, recogió su manto sobre él y se acostó a dormir. Después soñó. El suyo no fue un sueño común. Dios, que les habló a los antepasados de diferentes maneras (Heb 1:1), se reveló a Jacob. En su sueño, Jacob vio una gran escalera de piedra que se extendía hasta el cielo. Unos ángeles subían; otros ángeles bajaban. En medio de los ángeles estaba el Señor mismo. Él bajó por la escalera y después llegó y se paró sobre Jacob.

Seguramente Jacob conocía las torres de los zigurats que se habían construido en Mesopotamia, la tierra natal de su abuelo. Estas estructuras, construidas en capas como un pastel de boda cuadrado, tenían escaleras de piedras que se apoyaban en ellas y que llevaban al cielo. Los arqueólogos nos dicen que los escalones de esas escaleras eran muy altos para que los hombres los pudieran usar. Estaban diseñados para los dioses.

En la cúspide del zigurat había un pequeño santuario, y en la parte inferior un templo más grande. Aparentemente el santuario en la cúspide del zigurat representaba la morada celestial del dios. (¡Por lo menos podía servir como la sala de recepción de un helipuerto donde el dios aterrizaba!). El dios, entonces, podía descender los grandes escalones para visitar su templo que estaba en la parte inferior.

No sabemos, por supuesto, si la torre de Babel fue diseñada con el patrón de un zigurat. ¿Los orgullosos constructores de Babel buscaron establecer comunicación entre el cielo y la tierra bajo sus propios términos? (El zigurat posterior de Larsa se llamó “La Casa de Enlace entre el Cielo y la Tierra”). En cualquier caso, se nos dice que los constructores de Babel planearon una torre que llegara al cielo (Gn 11:4). Esa misma frase describe la escalera del sueño de Jacob (Gn 28:12). La torre de los hombres no pudo alcanzar el cielo. (Los primeros cosmonautas rusos no lo alcanzaron tampoco cuando reportaron desde su cohete que ¡el espacio estaba vacío!). Dios sí descendió a la torre de Babel, pero no para santificar la presunción del hombre. Él bajó para juzgar la tierra y para interrumpir la orgullosa unidad de la humanidad, una unidad que amenazaba con encerrar a la humanidad bajo la oscuridad totalitaria.

La torre-escalera del sueño de Jacob fue la respuesta de Dios a la torre de Babel. La parte de arriba de la escalera sí llegaba al cielo porque Dios era el constructor, no el hombre. Solo Dios establece la comunicación entre el cielo y la tierra. La verdadera religión no emana de la búsqueda del hombre, sino de la intervención de Dios. La humanidad rebelde no ha buscado al Señor. Al contrario, las personas buscan escapar de Él erigiendo torres, templos e ídolos de su propia imaginación. Una pregunta penetrante que va a la raíz de toda clase de idolatría de los hombres es: “¿Qué has hecho con Dios?”.

Dios, que llamó a Adán y a Eva cuando se escondieron en el jardín; Dios, que le dio las instrucciones a Noé para construir el arca; Dios, que llamó a Abraham para que dejara la casa de su padre… este mismo Dios tomó la iniciativa con Jacob. Pablo nos recuerda que Dios escogió a Jacob, y no a Esaú, aun antes que los mellizos nacieran (Ro 9:10-13). Jacob no tenía nada de qué presumir; sin embargo, tenía que aprender a decir con Pablo: “Porque todas las cosas proceden de Él, y existen por Él y para Él. ¡A Él sea la gloria por siempre!” (Ro 11:36).

A Jacob, que huía de las consecuencias de su propio engaño, Dios le repitió la bendición de Abraham. Él mismo se identificó como Yahweh, el Dios de Abraham y de Isaac, el Dios de la promesa, obligado por el nombre que Él después le revelaría a Moisés. Él reiteró los términos de la promesa: la tierra, el linaje de la descendencia, la bendición para todas las familias de la tierra (Gn 28:13-14). Sobre todo, el Señor prometió Su propia presencia con Jacob. El Dios del pasado y del futuro era el Dios de Jacob en el presente. Él estaría con Jacob, lo guardaría y lo regresaría a la tierra de la promesa. “No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido” (Gn 28:15).

Dios no había descendido de Su escalera en vano. Él le mostró a Jacob que no estaba solo; Él le enseñó a Jacob el verdadero significado de Su promesa del pacto: “Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo” (Jer 7:23): este era el corazón del compromiso de Dios con Su pueblo. Sí, las promesas de Dios fueron más específicas. Dios le daría a Jacob la tierra en la que estaba acostado. Él podía sentir esa verdadera herencia bajo su manto. Y sus descendientes serían tan numerosos como el polvo (¡una figura más terrenal que las estrellas del cielo!). Se extenderían al oeste, al este, al norte y al sur.

Pero cuando Jacob despertó de su sueño, no se paró en la colina para valorar la tierra que se extendía en todas direcciones. Tampoco pensó primero en la novia que lo debía estar esperando en Harán, si todas las promesas se iban a hacer realidad. Al contrario, el susurró: “En realidad, el Señor está en este lugar[…] ¡Qué asombroso es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!” (Gn 28:16-17). ¡Lo maravilloso de la Tierra Prometida era que Dios habitaría ahí! Jacob por fin vio lo que Abraham también había aprendido: que hay una patria mejor, la celestial (Heb 11:14-16). ¡Qué asombroso es el lugar que es la puerta del cielo! Jacob estaba abrumado por la presencia del Señor, el Señor que bajó por la escalera al lugar donde él estaba acostado. Llamó al lugar “Betel”, la casa de Dios.

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Jacob respondió a la promesa y a la presencia de Dios con fe. Tomó la piedra que le había servido como cabecera y la colocó como un memorial, no solo de la manifestación de Dios, sino también de su propio voto. Derramó aceite sobre la piedra para simbolizar su devoción, reclamó las promesas de Dios una por una y dio su palabra de su propia dedicación al Dios de sus padres. Esperando que el Señor lo prosperara y lo regresara a la tierra, Jacob prometió dar a Dios un décimo de todo lo que Dios le diera.

No debemos apresurarnos a culpar a Jacob por negociar con Dios. Lo que él reclamó fue lo que Dios había prometido; lo que él prometió fue la adoración agradecida que siempre se le debe al Señor que salva. Jacob no perdió el asombro y la devoción que su sueño le había inspirado.

Dios sí llevó a Jacob de nuevo a Betel (Gn 35:9-15). Una vez más el Señor descendió y se identificó como el Dios de Betel: el Dios que había permanecido con Jacob como lo había prometido y el Dios que habitaría con los descendientes de Jacob.

Jesús se refirió al sueño de Jacob cuando Natanael vino a Él al inicio de Su ministerio. Felipe llevó a Natanael a Jesús. Cuando se acercó, Jesús dijo: “Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay falsedad” ( Jn 1:47). Ya que Jacob, cuyo nombre se cambió a Israel, era señalado por su astucia como el engañador de su padre, parecería que Jesús estaba comparando a Natanael de manera favorable con su antiguo ancestro. Natanael se sorprendió: “¿De dónde me conoces?”, preguntó (Jn 1:48).

“Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto” (Jn 1:48).

La respuesta de Natanael a esta declaración parece extraordinaria: “Rabí, ¡Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!” (Jn 1:49). Debemos suponer que Natanael tuvo sus razones para recordar ese momento bajo la higuera. Él sentía que Jesús verdaderamente lo conocía, en los más íntimos pensamientos de su corazón.

Jesús dio la bienvenida a la fe de Natanael y prometió que él vería mayores cosas. Dirigiéndose a Natanael y a los demás, Jesús dijo: “Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre” (Jn 1:51). Jesús prometió una revelación que superaría muchas veces el sueño de Jacob. La escalera del sueño de Jacob era un símbolo de la comunicación que Dios facilita entre el cielo y la tierra. Por esa escalera los ángeles pueden subir al cielo desde la presencia de Dios en la tierra, y descender a la tierra desde la morada de Dios en el cielo.

La escalera era una imagen en el sueño de Jacob. Pero lo que el sueño prometió se hizo realidad en la Encarnación de Cristo. Dios descendió en la persona de Su Hijo para morar en la tierra. Cristo es el vínculo entre la tierra y el cielo. Él es la verdadera Betel, la Casa de Dios, Emanuel, Dios con nosotros. Jacob ungió una piedra con aceite para conmemorar la presencia de Dios y llamó a la piedra “Casa de Dios”. Pero Dios ungió a Su único Hijo con el Espíritu.

En Betel, Dios confirmó Su pacto con Jacob prometiendo nunca dejarlo, sino darle Su bendición. Cristo nos ha traído esa bendición y Él está presente con nosotros por medio de Su Espíritu. Como el Señor le dijo a Jacob: “Nunca te dejaré”, así el Señor Jesucristo les dice a Sus discípulos: “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28:20). Jacob podía describir toda su vida como un peregrinar (Gn 47:9). Como Jacob, los discípulos de Cristo eran peregrinos de viaje a la ciudad de Dios (Heb 11:13; 13:14; 1P 2:11). Sin embargo, nunca están solos. Cada mañana los cristianos pueden ungir al Ungido de Dios con el fresco aceite de la devoción y decir: “Esta es la puerta del cielo. ¡Dios está en este lugar!”.

Cristo, que es el Templo de Dios, también es la escalera: Aquel en quien el cielo baja a nosotros y por medio de quien nosotros subimos al cielo. Jesús le habló a Nicodemo, un miembro del sanedrín judío que le hizo una visita nocturna, de Su ascensión y descensión. Nicodemo reconoció que Jesús era un maestro que había venido de Dios. Sin embargo, estaba poco preparado para entender la manera en que Jesús había venido de Dios y quién era Él realmente. La enseñanza de Jesús sobre la obra del Espíritu en el nuevo nacimiento lo desconcertó. Pero si Nicodemo y los otros maestros de Israel no creyeron cuando Jesús habló de cosas terrenales, ¿cómo creerían cuando Él les hablara de las cosas celestiales? “Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” ( Jn 3:13).

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Este artículo ¿Qué significa la escalera del sueño de Jacob? fue adaptado de una porción del libro El misterio revelado, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 65 a la 70

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