La obra soberana del Espíritu Santo

 

Charles Spurgeon: defendiendo la obra soberana del Espíritu Santo

Spurgeon defendía la doctrina de la gracia irresistible, que es la obra soberana del Espíritu Santo que convence, llama, atrae y regenera a los pecadores elegidos. Esta obra hace que, con toda certeza, todos los escogidos tengan fe. El Espíritu le concede la fe en Jesucristo a todos los que el Padre escogió en la eternidad pasada y por quienes el Hijo murió. Ninguno de los que el Padre eligió y por quienes Cristo murió dejarán de creer. El Espíritu Santo otorga arrepentimiento y fe a estos pecadores elegidos y asegura su conversión. Este llamado irresistible se distingue del llamado general del evangelio. El primero se extiende solo a los elegidos, y no es algo a lo que se puedan resistir. El segundo se extiende a todos los que escuchan el evangelio, y los que no tienen el llamado eficaz del Espíritu se resisten a él. Spurgeon explicaba: “El llamado general del evangelio es como el cloqueo común de una gallina cuando sus pollitos están junto a ella. Pero si hay un peligro inminente, ella hace un sonido peculiar, bastante diferente al de siempre, y los pollitos vienen corriendo lo más rápido posible y se esconden bajo sus alas para estar seguros. Ese es el llamado que queremos, el llamado especial y eficaz de Dios para los Suyos”. Este llamado eficaz siempre asegura su resultado deseado: la salvación de los que son de Dios.

Spurgeon afirmaba que el llamado soberano de Dios es mucho más poderoso que la resistencia de cualquier hombre: “Un hombre no es salvo contra su propia voluntad, sino que la obra del Espíritu Santo hace que desee serlo. Una gracia poderosa, a la que no desea resistirse, entra en él, lo desarma, lo convierte en una nueva criatura y es salvo”. Esto significa que nadie está fuera del alcance del poder salvador de Dios: “Dificultad no es una palabra que se encuentre en el diccionario del cielo. Nada es imposible para Dios. Aun el depravado grosero —cuya boca está llena de profanidad, cuyo corazón es todo un infierno y su vida como las llamas hediondas del abismo sin fin— si el Señor lo mira y mueve Su brazo de gracia irresistible, un hombre así alabará a Dios y bendecirá Su nombre y vivirá para honrarlo”. 

En resumen, ningún corazón humano es tan obstinado como para que el Espíritu no pueda conquistarlo y convertirlo. Spurgeon describió la forma en la que el Espíritu había conquistado su necio corazón: “Cuando lo escuché por primera vez, ¿no lo rechacé? Cuando llamó a mi puerta y pidió entrar, ¿no le dije que se fuera y me resistí a Su gracia? ¡Ah! Puedo recordar que lo hice frecuentemente hasta que, al fin, por el poder de Su gracia eficaz, dijo: ‘Debo entrar y lo haré’; y entonces cambió mi corazón e hizo que le amara”. De la misma forma en que el Espíritu Santo cambió el corazón de Spurgeon, así lo hace con todos los que han sido escogidos por el Padre, haciendo que crean en el Hijo. 

Spurgeon se gozaba en este triunfo de la gracia soberana de Dios. Proclamaba que la voluntad inmutable de Dios es mucho más grande que la voluntad testaruda del hombre: 

¡Oh! Me encanta cuando Dios usa el tiempo futuro de los verbos. No hay nada igual. Cuando un hombre usa el tiempo futuro al hablar, ¿de qué sirve? El hombre dice: “Lo haré”, y nunca lo lleva a cabo. Dice: “Lo prometo”, y no cumple. Pero Dios nunca es así. Si lo dice, será; cuando promete, cumple. Ahora, aquí ha dicho que “vendrán muchos” [Mt 8:11]. El diablo dice: “No vendrán”; pero sí vendrán. Ustedes mismos dicen: “No vendremos”, pero Dios dice: “Vendrán”. ¡Sí! Aquí hay algunos que se ríen de la salvación, que son capaces de burlarse de Cristo y mofarse del evangelio; pero les digo que, a pesar de eso, algunos de ustedes vendrán. “¡Qué dices!”, exclaman, “¿Puede Dios convertirme en cristiano?”. Te digo que sí, pues ese es el poder del evangelio. No pide tu consentimiento, sino que lo obtiene. No dice: “¿Te parece bien?”, sino que te lleva a desearlo voluntariamente en el día del poder de Dios.

Además, Spurgeon declaraba que la gracia irresistible hace que incluso los corazones más reacios estén receptivos a la oferta de salvación. Observa la enorme confianza que demostraba al predicar el evangelio:  Si Jesucristo viniera a esta plataforma en esta noche, ¿qué harían muchas personas con Él? Si viniera y dijera: “Aquí estoy, te amo, ¿quieres recibir la salvación por medio de Mí?”. Ninguno de ustedes lo aceptaría si dependiera de su propia voluntad. Él mismo dijo: “Nadie puede venir a Mí si no lo trae el Padre que me envió” [Jn 6:44]. ¡Ah! Lo queremos y aquí lo tenemos. ¡Vendrán! ¡Vendrán! Puede que algunos se burlen, que nos desprecien; pero Jesucristo no murió por nada. Aunque algunos de ustedes lo rechacen, hay otros que no lo harán. Aunque algunos no son salvos, otros lo serán. Cristo verá Su descendencia, prolongará Sus días y llevará a cabo la voluntad del Padre. ¡Vendrán! Y nada en el cielo ni en la tierra ni en el infierno podrá evitar que vengan.

Spurgeon era tan valiente como un león al proclamar el mensaje salvífico de Cristo. Su valentía venía de su confianza en que el Espíritu Santo cambiaría los corazones de los que han sido escogidos para creer en Cristo. En pocas palabras, Spurgeon sabía que el Espíritu garantiza que la Palabra de Dios no volverá vacía. La gracia irresistible es una gracia triunfante.

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Este artículo Charles Spurgeon: defendiendo la obra soberana del Espíritu Santo fue adaptado de una porción del libro El enfoque en el evangelio de Charles Spurgeon publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 45 a la 48

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