El regalo y legado de la Reforma
El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la catedral en Wittenberg, Alemania, para ser debatidas. El prefacio del documento revela su motivo para publicar la tesis: “Por amor a la verdad y el deseo de que salga a la luz”. Al final de su expedición en búsqueda de la verdad, Lutero estaba seguro de una cosa: su iglesia, el catolicismo romano de la segunda mitad del período medieval, se había desviado del camino. Citando la Escritura, Lutero declara en la Tesis 92: “¡Que se vayan, pues, todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo, ‘Paz, paz’ y no hay paz!” Así proclamaron las tesis que serían escuchadas alrededor del mundo, y así comenzó la Reforma Protestante.
La Reforma fue un movimiento eclesiológico, teológico, político y cultural de los siglos XVI y XVII que reaccionó contra los errores de la Iglesia católica romana y el Sacro Imperio Romano, lo cual resultó en el nacimiento del protestantismo y coincidió con el Renacimiento y el surgimiento del Estado moderno.
En breves palabras, la Reforma fue un redescubrimiento de la vida y luz halladas solo en Cristo. Esta historia de redescubrimiento es relatada una y otra vez durante la Reforma. Uno de esos relatos se encuentra en los escritos de Juana Grey, quien gobernó como reina de Inglaterra por un total de nueve días. Su reinado culminó cuando María, la hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII, armó un ejército, destituyó a Juana Grey y la encarceló en la Torre de Londres. Juana fue martirizada el 12 de febrero de 1554. Mientras estuvo en la torre, a Juana se le concedió permiso para tener un Nuevo Testamento. En la mañana de su martirio, ella hizo una anotación en la parte interior del mismo, pidiéndole al guardia que se la entregara a su hermana menor. Ella escribió estas palabras:
“Regocíjate en Cristo como lo hago yo. Sigue las pisadas de tu maestro Cristo y toma tu cruz. Coloca tus pecados sobre Su espalda y siempre aférrate a Él. Y en cuanto a mi muerte, regocíjate como yo, buena hermana, de que yo seré liberada de esta corrupción y seré vestida de incorrupción”. La resolución de Juana frente a la muerte no estaba basada en ninguna confianza en sí misma, ni tampoco en seguir los ritos de la Iglesia católica romana. Su confianza vino solo por y a través de Cristo. Tal confianza frente a la muerte era un bien poco común en vísperas de la Reforma. Los del período medieval tenían un refrán: “En medio de la vida, morimos”. En uno de sus sermones, Martín Lutero le dio un giro a ese refrán. Partiendo de la recuperación de la doctrina de la justificación por la fe sola en la obra de Cristo solo, Lutero rebatió: “No, en medio de la muerte, vivimos”.
Esa escasez de confianza también puede verse en la descripción común de la era medieval como “La Era de las Tinieblas”. Una densa bruma había descendido sobre el mundo occidental, y el resplandor del Evangelio yacía oscurecido por capas de tiniebla espiritual. En la Ginebra de Juan Calvino, el lema de la Reforma post tenebras lux (después de las tinieblas, luz) resonó con esperanza y gozo. A través del redescubrimiento del Evangelio por parte de la Reforma, la luz venció a las tinieblas y la vida conquistó la muerte: la luz y vida que viene a través de Cristo solo. A fin de comprender más cabalmente las consecuencias de la Reforma necesitamos considerar contra qué fue que reaccionó.
Una de las cosas contra las cuales reaccionó la Reforma fue el declive de la Iglesia medieval de occidente, un declive que tuvo lugar en casi todas las esferas. Los concilios y la pluralidad de obispos eran los que gobernaban la Iglesia durante sus primeros siglos de vida. Para los años 400 y 500, el poder comenzó a consolidarse en Roma. La mayoría de los protestantes consideran a Gregorio el Grande, obispo de Roma desde el 590 al 604, como el primer papa verdadero, pero incluso él no tuvo el poder asumido por pontífices posteriores. Durante los siglos de la Edad Media, la administración de la Iglesia se convirtió cada vez más y más en una jerarquía, incrementando el poder de unos pocos y, eventualmente, consolidando el poder en el oficio del papa.
Además del declive en el gobierno de la Iglesia, también hubo un declive espiritual. Varios movimientos en la Iglesia entre los años 1200 a 1400 revelaron lo significativo de la deriva espiritual. El movimiento de la Devotio moderna, mejor representado en La Imitación de Cristo de Tomás à Kempis, llamó la atención sobre la impiedad imperante. Tomás abogó por regresar a un enfoque más espiritual en la Iglesia centrado simplemente en seguir a Cristo.
También hubo un declive en el aprendizaje y la curiosidad intelectual. El trato que la Iglesia le dio a Galileo, quien fue censurado por sus ideas, evidencia la desconfianza que la Iglesia había puesto en el aprendizaje, especialmente cuando parecía que tal aprendizaje amenazaba su autoridad. El analfabetismo imperaba en la víspera de la Reforma, dando como resultado que las masas dependieran de un pequeño grupo selecto para entender a Dios, Su mundo y Su voluntad. El humanismo y el Renacimiento, tipificados en las diligentes labores de Gutenberg para perfeccionar el uso del tipo móvil y la imprenta, comenzarían a romper el bloqueo de la Iglesia sobre el aprendizaje.
No obstante, la raíz del problema sobrepasó el mero declive administrativo, espiritual e intelectual. El catolicismo romano medieval sufría del problema más profundo del declive teológico y del abandono total de la autoridad de la Escritura. Otros movimientos o intentos de reforma abordaron los síntomas de esta enfermedad, pero una enfermedad teológica necesita una cura teológica. Reconociendo esta necesidad, los reformadores trataron la enfermedad con la precisión de un bisturí de cirujano.
La cura teológica prescrita por los reformadores ha sido útilmente resumida en las 5 solas de la Reforma. Estas doctrinas abordaron tres áreas claves:
– La Escritura sola Scriptura (solo la Escritura)
– Cristo, el pecado y la salvación sola gratia (solo por gracia) sola fide (solo por medio de la fe) solus Christus (solo en Cristo)
– El significado de la historia y de la vida soli Deo gloria (solo para la gloria de Dios)
- La Escritura
La doctrina de la Escritura fue central a la Reforma. La Biblia había estado oculta durante el catolicismo romano medieval luego de siglos de haberse elevado la tradición y el oficio papal como las guías más confiables de la Iglesia. Cuando el texto era consultado, se usaba la traducción latina de Jerónimo, también conocida como la Vulgata. Como parte del movimiento renacentista, Erasmo de Róterdam publicó un texto griego del NT, junto con el texto latino, en Basilea en el 1516. Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia en Wittenberg un año más tarde, el 31 de octubre de 1517. Por medio de su propia lectura de la Biblia antes de 1516, y luego por medio de la lectura del texto griego, Lutero fue liberado de las tradiciones que oscurecían el Evangelio, redescubriendo así el corazón mismo del Evangelio. La Reforma llegó a Suiza mientras Ulrico Zuinglio estudiaba con atención su copia del texto griego de Erasmo y comenzó a predicar usando el Nuevo Testamento en Zúrich el 1 de enero de 1518. La Iglesia se había alejado del fundamento seguro de la Palabra de Dios. Al igual que el redescubrimiento de la ley en tiempos del AT por parte de Esdras, el retorno a la Escritura por parte de los reformadores resultó en un verdadero avivamiento y en una verdadera y duradera reforma de la Iglesia. Solo la Escritura es la guía segura y certera de la Iglesia, y la Iglesia se extraviará cuando se desvíe de este fundamento seguro.
- Cristo, el pecado y la salvación
A medida que los reformadores leían y predicaban la Palabra de Dios, el Evangelio avanzaba. Sin embargo, antes de que pudieran hablar de la salvación, los reformadores necesitaban abordar la enseñanza bíblica sobre el pecado. La teología reinante del momento había minimizado el pecado a pecados, haciendo del tema un asunto de cantidad. La receta entonces era acumular méritos (gracias) junto a los deméritos (pecados). Se creía que la mancha del pecado original era removida por el sacramento del bautismo de infantes. Entonces los pecados cometidos a través de la vida podían ser tratados por medio del sacramento de la penitencia, obteniendo indulgencias y siendo purificados después de la muerte en el purgatorio. Fue precisamente el abuso de las indulgencias a principio del siglo XVI lo que llevó a Lutero a levantar su martillo en protesta.
Mientras Lutero continuaba leyendo la Escritura, especialmente Romanos, aprendió que nuestro problema sobrepasa por mucho a la cantidad de pecados. Somos pecadores de raíz (radix en latín). No importa cuán “piadosamente” pudiéramos actuar, nunca podemos vencer nuestra iniquidad absoluta ante un Dios santo y justo. El pecado es tanto una cuestión cuantitativa (los pecados que cometo) como cualitativa (soy un pecador de raíz).
Mientras Lutero seguía leyendo a Pablo, descubrió además que la gracia no es cuantitativa; la gracia también es cualitativa. El texto clave para Lutero es Ro 3:21-26, el cual enseña que la justicia que Dios demanda de nosotros es una que no podemos alcanzar, sino que es más bien la justicia que Cristo cumplió por nosotros a través de Su obediencia activa y pasiva en Su vida y en Su muerte en la cruz. A Lutero le gustaba llamarle “justicia ajena” porque es separada de nosotros y viene a nosotros a través de Cristo solo. No podemos ganarla; es precisamente porque esta justicia viene solo a través de Cristo que la recibimos solo por gracia y solo en Cristo. Y todo esto procede de la mano misericordiosa de Dios. En Ro 5, Pablo declara que tenemos paz para con Dios: solo sobre la base de nuestra justificación por la fe a causa de la obra de Cristo en la cruz (vv. 1-11). Dios se encuentra con nosotros en Cristo en la cruz.
- El significado de la historia y de la vida
Los reformadores enseñaron que la salvación de principio a fin es entera y exclusivamente obra de Dios. Este punto de vista por sí solo mantiene la alabanza y la gloria donde corresponde. Pablo enfatiza su gloriosa exposición de la redención en Ef 1 con el estribillo “Para alabanza de Su gloria”. No solo la obra de salvación está dirigida como una flecha a este blanco, sino también toda la vida y toda la historia. La última de las solas de la Reforma, soli Deo gloria (“solo para la gloria de Dios”) lo expresa bien. Lutero comenzó su vida en una Iglesia que había oscurecido la luz infinitamente mayor de la gloria de Dios por la vana y mucho menor luz del logro y gloria humanos, y él y los demás reformadores volvieron a poner el énfasis donde corresponde. Toda la historia se mueve hacia un propósito único: la gloria de Dios. Dios en Su gracia nos concede que en nuestras vidas podamos participar de ese gran diseño.
La Biblia de Estudio de La Reforma
R.C. Sproul
La Biblia de Estudio de La Reforma ha sido revisada a fondo y cuidadosamente elaborada bajo la dirección editorial de R.C. Sproul y las contribuciones de 75 distinguidos teólogos y pastores de todo el mundo. La Biblia de Estudio de La Reforma ofrece una experiencia de lectura, estudio y discipulado sin precedentes para cada edad y etapa de la vida cristiana.
Johann Sebastian Bach creció a la sombra del castillo con vistas al pueblo de Wartburg, el mismo castillo donde Lutero fue confinado después de la Dieta de Worms y su famoso discurso “No me retracto”. Bach contribuyó de forma significativa a la tradición refinada de la música cristiana. Ya fuera que Bach compusiera piezas para la Iglesia o las llamadas piezas seculares para la nobleza o para los eventos del estado, él siempre firmaba sus piezas con dos conjuntos de iniciales: JSB (por su nombre) y SDG (soli Deo gloria). Bach entendía que toda la vida puede y debe ser vivida solo para la gloria de Dios.
Más allá de estas cinco solas y aún más allá de los muros de la Iglesia, la Reforma transformó la sociedad y la cultura de forma radical. Esto es especialmente cierto con respecto a la doctrina de la vocación. La Iglesia medieval había secuestrado la vocación solamente para el trabajo eclesiástico. Los sacerdotes, los monjes y las monjas tenían un “llamado”, pero había poca importancia religiosa en las actividades diarias de la gente ordinaria. Lutero desafió esta distinción, refiriéndose a las profesiones laicas y a nuestros roles como esposos y esposas, padres e hijos como “llamados”. Los reformadores articularon una robusta doctrina de la vocación, en la cual todo en la vida podía hacerse para la gloria de Dios.
Al ofrecer una nueva perspectiva sobre el trabajo, los reformadores devolvieron la dignidad al trabajo y a la actividad económica. Al no exigir más celibato del sacerdocio, los reformadores restituyeron a un lugar de honor la vida matrimonial y familiar, ya no viéndola como un obstáculo para la espiritualidad y la piedad, sino como el contexto en el cual ejercitamos nuestra espiritualidad y devoción a Dios. Los reformadores también creyeron que Dios se revela a Sí mismo en Su mundo, y que tenemos la obligación de subyugar Su creación como vicerregentes de Su gloria (Gn 1:26, 27). Esto condujo a los reformadores a promulgar leyes más humanas y a enfatizar la dignidad de la humanidad.
La ciudad de Ginebra sobresale aquí. Ginebra acogió a cientos de refugiados protestantes que huían del gobierno católico de Inglaterra, Escocia e Italia. Por sugerencia de Calvino, joyeros florentinos refugiados trajeron la industria relojera a Ginebra. Bajo el liderazgo de Calvino, los refugiados ingleses produjeron la Biblia de Ginebra, la cual es considerada la primera Biblia de estudio moderna.
La Reforma fue ante todo eclesiástica; fue una reforma de la Iglesia y de la vida de la Iglesia. Uno de los asuntos más apremiantes para los reformadores tuvo que ver con la discusión de las marcas de la verdadera Iglesia. Por siglos, solo una Iglesia dominó el panorama. Los reformadores la denominaron iglesia falsa. ¿En base a qué? Esta pregunta condujo a la discusión de las marcas de la verdadera Iglesia.
Los reformadores establecieron dos marcas: (1) El orden correcto de los sacramentos y (2) la predicación de la Palabra. Lutero lo deja claro: “Podemos dejar a un lado todo, excepto la Palabra”. Este énfasis condujo a la reforma del culto, la predicación y el llamado de la Iglesia en el mundo. En un sentido, la Reforma puede verse como una respuesta a la crisis de autoridad. A través de la Edad Media, la Iglesia católica romana fue la autoridad en todo y para todo. A medida que la Iglesia se desmoronaba, el tema de la autoridad se sentía con bastante fuerza. Aunque los pensadores renacentistas de alguna manera se separaron de la Iglesia, aún mantenían fuertes lazos con ella por medio de su patrocinio de las artes. Muchas figuras del Renacimiento enfatizaron la revelación divina como la fuente de conocimiento. Con el tiempo, sin embargo, el Renacimiento marcó la trayectoria para el modernismo. El modernismo claramente hizo caso omiso de la revelación divina y buscó en sí misma la autoridad, enfatizando la autonomía y racionalidad humanas. Sin embargo, los reformadores miraron a la única base segura y cierta de autoridad. Se sometieron a sí mismos a la Palabra de Dios, la cual por sí sola es la fuente final de autoridad en todas las cosas. Sorprendentemente, dos hijos de Ginebra, Juan Calvino y Jean-Jacques Rousseau, llegaron a respuestas bastante diferentes a la pregunta de autoridad, y a visiones diferentes de la sociedad y la cultura. La modernidad siguió el camino de Rousseau. La Iglesia debe seguir el camino de Calvino.
Tal vez los puritanos, conocidos como “la gente del Libro”, fueron los que mejor encarnaron este principio de sumisión a la Palabra de Dios de la Reforma . En El Progreso del Peregrino de Juan Bunyan, Cristiano inicia su viaje con una carga en su espalda y un libro en su mano. La carga, su pecado, se cae cuando Cristiano llega al pie de la cruz y se encuentra con Cristo. Sin embargo, el libro en su mano le sigue guiando a través de su viaje a la Ciudad Celestial. Para los puritanos y los reformadores, solo la Biblia es nuestra guía segura para la vida. Mientras la Iglesia permanezca fiel a la Biblia, ella también permanecerá fiel a su misión, y el Evangelio florecerá.
El regalo y legado de la Reforma que se nos ha confiado es el redescubrimiento de las doctrinas bíblicas plasmadas en las cinco solas. La Iglesia de cada época necesita reformarse al someterse solo a la autoridad de la Escritura, proclamando el Evangelio de gracia y justificación solo por la fe y solo a través de Cristo, y viendo toda la vida en el servicio de nuestra vocación primaria: vivir solo para la gloria de Dios.
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Este artículo El regalo y legado de la Reforma fue adaptado de una porción del libro La Biblia de Estudio de La Reforma , publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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