La justa indignación de Dios contra el pecador

La justa indignación de Dios contra el pecador

Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días.

—Salmo 7:11

Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad.

Salmo 5:5

La mayoría de la comunidad evangélica ha olvidado los versículos citados arriba, al punto que han dejado de ser controversiales. ¿Qué tan frecuentemente anuncian los predicadores a los pecadores la justa indignación de Dios contra el pecador? ¿Con qué frecuencia desde el púlpito se tratan temas como la ira divina o el aborrecimiento santo? ¿Será porque ya no estudiamos la Escritura? ¿O hemos concluido que ciertas partes no son inspiradas o son obsoletas? ¿Será que nos hemos acobardado bajo la sombra de ser “políticamente correctos” y bajo los caprichos de la cultura?¿O consideramos que la predicación de la verdad no es una manera de hacer crecer la iglesia?

Sin importar si es agradable a nuestra era presente, la indignación justa de Dios es una realidad en las Escrituras y una parte esencial de la verdadera proclamación del evangelio. Por tanto, debemos entender esta doctrina y las verdades que la rodean. Debemos tener en mente también que, una vez son entendidas, tales verdades deben ser proclamadas. El fin de nuestro estudio no es solo obtener una teología balanceada para nosotros mismos, sino que proclamemos las verdades que descubrimos para el beneficio del pueblo de Dios. Hay poco riesgo en aprender, pero hay mucho en proclamar lo que hemos aprendido. Las verdades que sabemos causarán poco efecto y traerán poco beneficio a la iglesia si las mantenemos encerradas en nuestras bibliotecas.

¿Queremos un Dios justo?

La primera pregunta que debemos hacer, tanto a otros como a nosotros mismos, es esta: ¿De verdad queremos un Dios justo? Puede parecer una pregunta inusual, incluso innecesaria, pero en realidad nos revela mucho acerca de nuestra condición humana y de nuestro problema delante de Dios.

Por un lado, queremos un Dios justo. Sería aterrador incluso pensar en vivir en un universo bajo la soberanía de un ser injusto y omnipotente. Los Hitler de este mundo aparecen solo por momentos en el teatro de la historia, y su propio mal pronto los elimina; pero la estela de su destrucción parece llegar más allá de su propia generación. Entonces, ¿cómo sería vivir eternamente bajo el gobierno de una deidad injusta e inmoral? Solo pensarlo causa pesadillas. Su injusticia lo haría inconsistente y caprichoso. Su poder lo haría aterrador. Incluso, si fuera bueno para con nosotros durante un largo periodo, no habría certeza de que su bondad continuaría. Seríamos como marineros en un mar calmado, que enloquecen esperando una posible tormenta fatal.

No habría certeza, ni una base razonable para la fe. No habría esperanza de un futuro en el que se rectifiquen las injusticias del mundo presente, que se tambalea bajo el peso de una injusticia impune y de una inmoralidad desenfrenada. Por tanto, si todo se redujera a un voto, los sensatos entre los hombres votarían por un Dios perfectamente justo, en quien “no hay injusticia”. Un Dios que es absolutamente confiable juzgará al mundo con justicia y ejecutará el juicio con una justicia perfecta e imparcial.

La Biblia de Estudio de La Reforma

El poder & el mensaje del evangelio

Paul Washer

En El poder & el mensaje del evangelio, Paul Washer expone estos los temas esenciales de las buenas noticias de Cristo y nos da una guía para recuperar el evangelio en todo su esplendor, escándalo y poder para salvar. ¡Que este redescubrimiento transforme tu vida, fortalezca tu proclamación y glorifique a Dios!

Un Dios justo es la clase de Dios que la mayoría de los hombres querrían e incluso exigirían. Cuando en nuestro mundo se hacen grandes injusticias sin que aparentemente haya intervención o juicio divino, los ignorantes se levantan como bestias brutas y exigen justicia del cielo. Pero el hombre pensante se sienta en silencio en una esquina, con su cabeza sostenida entre sus manos. Él sabe que él mismo está entre la espada y la pared. Por el dedo acusador de su propia conciencia, él sabe que si Dios da a los hombres la justicia que ellos exigen, entonces todos los hombres, incluyendo aquellos más exigentes, serán condenados. Como está escrito: “No hay justo, ni aun uno”.

Quienes exigen que otros sean llevados al tribunal de justicia deben darse cuenta que ellos están haciendo una petición que incluye su propio juicio en el mismo tribunal. Aunque no todos han cometido las mismas atrocidades, todos han pecado y todos están bajo condena de muerte y separación eterna del santo y justo Dios. Todos aquellos que pretenden separarse de los más grandes pecadores son ciegos a su propia depravación y a la maldad de sus obras.

Este es el dilema que hace surgir la pregunta: ¿De verdad queremos un Dios justo? ¿Querríamos que Él escudriñase cada aspecto de nuestras vidas –pensamientos, palabras y hechos–, y que entonces nos diera la sentencia que merecemos? Solo el hombre o la cultura cuya conciencia ha sido cauterizada se atrevería a presentarse para tal escrutinio y recibir lo que se disponga en el tribunal de un Dios totalmente justo.

La verdad de que Dios es un Dios justo es una espada de dos filos. Da consuelo saber que un ser inmoral y omnipotente no gobierna el mundo. Pero para aquellos que todavía tienen una conciencia, la verdad es absolutamente aterradora. Si Dios es verdaderamente justo, amante de todo lo que es justo, con un perfecto amor, y aborrece la injusticia, ¿cuál debe ser Su respuesta a nuestra propia maldad?

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Este artículo La justa indignación de Dios es una realidad en las Escrituras fue adaptado de una porción del libro El poder & el mensaje del evangelio, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 131 a la 133

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