Jesús es el Gran Sumo Sacerdote
El Sumo Sacerdocio de Jesucristo es un tema recurrente en Hebreos. Se resaltan varios aspectos de su ministerio:
Cristo es un verdadero Sumo Sacerdote. Él está debidamente calificado para representarnos porque se hizo uno con nosotros en la debilidad y fragilidad de nuestra carne, experimentando sufrimiento y la inevitable exposición a nuestras tentaciones (Hebreos 2:14-18).
Jesús es el Gran Sumo Sacerdote. En él se cumple el simbolismo del Día de la Expiación. Él ofreció personalmente el sacrificio por los pecados del pueblo (Levítico 16:9); pero más que eso, él era el sacrificio. Cristo ofreció no meramente la sangre de los animales, sino su propia preciosa sangre (Hebreos 9:14, 25).
Jesús es un Sumo Sacerdote superior. Él completó la purificación de los pecados, algo que los sacerdotes del Antiguo Testamento nunca pudieron hacer. Ellos tenían que estar diariamente junto al altar de Jerusalén, repitiendo los mismos sacrificios. Pero el sacrificio suficiente de Cristo se hizo de una vez para siempre. Esto lo sabemos porque, después de hacerlo, él “se sentó a la derecha de la Majestad, en las alturas” (Hebreos 1:3, énfasis añadido; cf. 10:11-12).
Además, los sacerdotes levíticos morían. Su ministerio era breve y pasajero. Pero el sacerdocio de Cristo es eterno, ejercido en “el poder de una vida indestructible” (Hebreos 7:11-16). Él es un Sumo Sacerdote para siempre, capaz de salvarnos completamente (Hebreos 7:23-25).
Realidad detrás de la copia
Es común pensar que el ritual del Antiguo Testamento provee el modelo que posteriormente el sacerdocio de Jesús copió y cumplió. Pero Hebreos ve las cosas de otra manera. El ritual del Antiguo Testamento del sumo sacerdote avanzando por el tabernáculo —con sus diversos atrios y enseres, especialmente el Lugar Santísimo y el arca con el propiciatorio— no es el modelo sino la copia (Hebreos 8:5).
Cristo ha abierto un camino al cielo; esa es la realidad. Hebreos tiene mucho que decir sobre esto. Jesús entró en “el tabernáculo más amplio y más perfecto… que no es de esta creación” (Hebreos 9:11). “Por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo” (Hebreos 9:12 RV95). En efecto, ahora Jesús ministra en el tabernáculo celestial (Hebreos 8:2).
Sinclair Ferguson
Con mente de teólogo y corazón de pastor, el doctor Ferguson ayuda a los creyentes a alcanzar un mejor entendimiento de su Salvador y Señor, y luego les muestra cómo deben vivir la fe cristiana día a día. Estos cincuenta breves capítulos de Solo en Cristo son un paquete lleno de carbones de verdades bíblicas que avivarán la llama del amor cristiano por el Salvador.
Copia del verdadero
Nótese lo que atrapa el pensamiento del autor: si la copia (el tabernáculo del desierto) necesitaba purificación, entonces “las cosas celestiales mismas necesitan mejores sacrificios que estos [para ser purificadas]” (Hebreos 9:23). ¿Pero de qué se trata esta purificación de las cosas celestiales?
Para que el pueblo fuera llevado simbólica y temporalmente a la presencia de Dios, cada parte del tabernáculo tenía que ser limpiado ritualmente, pues no se podía emplear nada contaminado en el acercamiento del ser humano a un Dios santo (Hebreos 9:19-23). Por lo tanto, en el Día de la Expiación, Aarón mataba una víctima para el sacrificio, entraba al Lugar Santísimo con la sangre, y la vertía sobre el propiciatorio entre los querubines (Levítico 16:15-16).
Este ritual era una parábola actuada, una copia de lo que Cristo tenía que hacer en el gran día cuando hizo expiación. La sangre de animales es tanto inapropiada como insuficiente para proveer la limpieza necesaria para acercarse a Dios. El sacrifico de animales no podía expiar el pecado humano. Tampoco podía ningún individuo finito expiar el pecado contra un Dios infinito. Solo la sangre de la imagen divina encarnada podía limpiar nuestro pecado y permitirnos entrar con seguridad en la presencia de Dios, quien es fuego consumidor (Hebreos 1:3; 12:29).
La obra de expiación se llevó a cabo en la presencia del Dios del cielo. En efecto, implicó una transacción al interior de la comunión de las personas de la eterna Trinidad en su amor por nosotros: el Hijo estuvo dispuesto, con la ayuda del Espíritu, a experimentar el ocultamiento del rostro del Padre. El derramamiento de la sangre del Hijo de Dios nos abrió el camino a Dios (Hechos 20:28). Eso es a la vez el horror y la gloria del ministerio de nuestro Gran Sumo Sacerdote.
Medios terribles, fin glorioso
Esta es teología de la naturaleza más elevada y cautivante. Ella empequeñece nuestra a veces ultra-pragmática visión de lo que es central en la realidad espiritual. No obstante, lo que vuelve esta teología tan deslumbrante es esto: Dios está aquí en su faceta más pragmática; un fin glorioso justifica los medios más terribles. Sin esos medios no puede haber remisión de pecados. Aquí, la teología del género más profundo es pragmatismo del orden más elevado.
Tómate el tiempo para meditar larga y concienzudamente sobre este aspecto del sacerdocio de Cristo y sus implicaciones. Hebreos hace referencia a al menos cuatro conclusiones que sacar. Puesto que tenemos tal Gran Sumo Sacerdote, quien por su sangre ha abierto un camino nuevo y vivo al Lugar Santísimo (10:19-20):
- Acerquémonos a Dios con plena seguridad (10:22).
- No nos retiremos de correr la carrera cristiana (10:39)
- Fijemos la mirada en Jesús, pues él es tan grande Salvador (12:1)
- Estemos dispuestos a salir del campamento, compartiendo la humillación de Cristo (13:13-14)
Este es el sendero por el que Cristo nos conducirá a la presencia de Dios.
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Este artículo sobre Jesús es el Gran Sumo Sacerdote fue adaptado de una porción del libro Solo en Cristo, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Páginas 53 a la 55