El intercambio del asombro
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles — respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera.
Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo:
—¿Dónde estás?
El hombre contestó:
—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.
—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que Yo te prohibí comer?
Él respondió:
—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.
Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho?
—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella
(Gn 3:1-13).
Aunque ya examinamos este pasaje anteriormente, quiero que recordemos un vez más lo escandalosa que fue la desobediencia de Adán y Eva, y la razón por la que desobedecieron. Debemos examinar las palabras cuidadosamente para entender la naturaleza de la desobediencia de Adán y Eva. Primero, déjame ayudarte a considerar la milagrosa e inspiradora escena que ellos disfrutaban en el jardín. El pasaje nos dice que después de que Adán y Eva desobedecieron a Dios, mientras se escondían de Él, “oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín” (v 8). ¿Qué? Permite que tu imaginación asimile la maravillosa realidad contenida en estas palabras. En Su inmensa misericordia, el Dios que desde la eternidad había existido como espíritu tomó cierta forma física, visible y audible para poder vivir en comunidad con las personas que Él creó. Dios no requirió que Adán y Eva le buscaran; Él se acercó a ellos, encarnándose de alguna forma para relacionarse físicamente con ellos.
Este es el Señor de señores, el eterno Soberano, el Creador de todo lo que existe, invitando a la humanidad a tener comunión con Él y haciendo cosas milagrosas para hacer posible esa comunión. ¿Cómo podría haber algo más inspirador que eso en las vidas de Adán y Eva? ¿Cómo podrían experimentar algo más glorioso que esto? ¿Cómo no podrían estar asombrados por su comunión diaria con Dios? ¿Cómo era posible que esto no los dejara maravillados? Cuando empieces a comprender la comunión íntima que Adán y Eva disfrutaban por la gracia de Dios, comenzarás a entender que su desobediencia fue más que un simple quebrantamiento técnico de regulaciones abstractas; su desobediencia fue fundamentalmente personal.
Ahora, ¿qué es lo que la serpiente intenta venderle a Eva? Está intentando convencerla del poder constructivo de la desobediencia. Así es como funciona la tentación. Te dice que si traspasas los límites de Dios te sucederán cosas buenas. La serpiente está argumentando a favor del poder constructivo de lo que realmente es destructivo porque intenta hacer un cambio en el asombro de Eva. Quiere que su imaginación vuele, que considere cómo sería vivir sin tener que estar sujeta a Dios. Lo hace para que su corazón sea motivado por la gloria de la visión que le presenta, no por un asombro por la gloria de Dios y su especial posición como objeto de Su amor. Cuando el asombro por lo que podría ser reemplazó el asombro por Dios, Eva traspasó los límites de Dios y comió del fruto prohibido. El principal problema de Eva no era la ley; ella tenía un problema de asombro que le produjo un problema con la ley.
Pero hay algo más que debemos observar y que refuerza lo que ya hemos dicho. El pasaje resalta que Eva vio que el árbol “era deseable para adquirir sabiduría” (v 6). Analiza bien esta frase: “deseable para adquirir sabiduría”. Eva disfrutaba de una comunión cercana, personal, amorosa y diaria con Aquel que es la Sabiduría. Tenía compañerismo con la más asombrosa fuente de sabiduría que ha existido y que existirá. Ella no necesitaba sabiduría. El jardín no era un lugar en donde faltara sabiduría. Entonces, ¿qué buscaba Eva? ¿Qué tipo de sabiduría captó su asombro? La serpiente le vendía una sabiduría autónoma, es decir, sabiduría que no dependiera de Dios como su fuente. En lugar de que el asombro por Dios produjera en ella sumisión a Su sabia voluntad, el asombro por la sabiduría independiente provocó que se rebelara en contra de la voluntad de Dios.
Ese día sucedió un intercambio grande y destructivo en el jardín —no un cambio de obediencia por desobediencia, sino de asombro por Dios por el asombro por uno mismo. Esta tentación a imaginarse lo que podría llegar a ser agrandó a Eva e hizo que Dios pareciera pequeño. Una vez que perdemos el asombro por Dios no tardaremos en perder nuestro deseo de obedecer.
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Este artículo El intercambio del asombro fue adaptado de una porción del libro Asombro, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Páginas 86 a la 90
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