¿Por qué el Redentor tiene que ser verdaderamente humano?
Para que en Su naturaleza humana pudiera obedecer perfectamente toda la ley y sufrir el castigo del pecado humano en nuestro lugar; y también para que pudiera compadecerse de nuestras debilidades.
Hebreos 2:17: Por eso era preciso que en todo se asemejara a Sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.
Comentario
Atanasio de Alejandría
El Verbo sabía que la corrupción del hombre solo podía ser deshecha por medio de la muerte, pero era imposible que el Verbo sufriera la muerte, siendo inmortal e Hijo del Padre; para este fin tomó para Sí mismo un cuerpo capaz de morir, para que ese cuerpo, siendo parte del Verbo que es sobre todos, pudiera ser digno de morir en lugar de todos y pudiera, debido al Verbo que vino a morar en él, permanecer incorruptible y, por tanto, la corrupción pudiera ser detenida en todos por la gracia de la resurrección. Cuando ofreció en sacrificio de muerte el cuerpo que Él mismo había tomado, como sacrificio libre de toda mancha, de inmediato alejó a la muerte de Sus semejantes al ofrecer un equivalente. El Verbo de Dios, al ofrecer Su propio templo e instrumento corporal por la vida de todos, satisfizo la deuda mediante Su muerte. Y así Él, el incorruptible Hijo de Dios, estando unido a todos por medio de una naturaleza semejante, los vistió a todos de incorrupción, mediante la promesa de la resurrección.
Thabiti Anyabwile
Los seres humanos somos tan pecaminosos, y hemos estado en esta condición caída por tanto tiempo, que realmente pensamos que somos la medida de lo que significa ser humanos. Es sorprendente. Decimos cosas como “errar es humano”. E inconscientemente comenzamos a definir la humanidad en términos de nuestra condición caída, en términos de nuestra falta de plenitud. Pero si defines a la humanidad de esa manera, ¿qué haces con Jesús? ¿Qué haces con el Jesús que toma nuestra humanidad y, sin embargo, como nos dice la Biblia, no peca?
Lo que vemos en Jesús es la verdadera humanidad. Lo que vemos en Su encarnación, Sus primeros años y Su ministerio, es el verdadero diseño de la humanidad—aquello para lo cual Adán fue creado, que él mismo arruinó en su pecado y en su caída. Así que, como nos enseña Romanos 5, el primer Adán peca y, a través de su pecado, la muerte entra al mundo. Pero viene un segundo Adán, un verdadero Adán—Cristo, quien es el verdadero hombre. Lo que Cristo hace en Su humanidad es asombroso. En Su humanidad, Jesús le ofreció a Dios todo lo que le debíamos. En Su humanidad, en Su perfecta obediencia a los mandamientos de Dios, Él le ofrece a Dios la obediencia que nosotros le negamos (y que no podemos darle) debido a nuestra naturaleza caída y pecaminosa.
Es absolutamente esencial que lo que veamos en Cristo sea una justicia perfecta, porque Él ha provisto esa justicia para nosotros. Toda la justicia que necesitamos se encuentra en el Hijo de Dios, quien tomó sobre Sí mismo nuestra carne, nuestra semejanza, nuestra naturaleza humana. Él no solo provee esa justicia, sino que, en la cruz, nuestro Salvador murió y pagó el precio que la humanidad debía. El murió en nuestro lugar. Y no solo le debemos esa justicia a Dios, sino que al no haber provisto esa justicia, también le debemos nuestra vida, nuestra muerte, nuestra sangre. Cristo tomó nuestro lugar y suplió el sacrificio que satisface las exigencias de Dios a causa de Su justicia y Su justa determinación de castigar el pecado.
Así que para poder ser nuestro perfecto Sumo Sacerdote y el sacrificio perfecto, Jesús tenía que ser uno con nosotros. Él tuvo que tomar en Sí mismo nuestra naturaleza, y en esa naturaleza demostrar lo que es la humanidad, lo que fue diseñada para ser—justicia delante de Dios, obediencia a Dios, alabanza a Dios en todas las cosas, amor completo. Y también demostró la deuda de la humanidad cuando pagó el precio por nuestro pecado en la cruz del Calvario. Así que como Sumo Sacerdote—el perfecto Sumo Sacerdote, quien ahora también se compadece de nosotros y conoce íntimamente nuestro sufrimiento, nuestros fracasos y nuestros problemas porque los experimentó en nuestra carne—Él puede compadecerse de la humanidad y representarla perfectamente delante de Dios.
Por ello era necesario que Él fuera uno de nosotros en todos los sentidos, pero sin pecar.
Oración
Fiel Sumo Sacerdote, fuiste tentado en toda manera posible y, sin embargo, permaneciste perfecto en Tu obediencia. Gracias porque conoces nuestra debilidad. Guárdanos de excusar o negar nuestra pecaminosidad. Aceptamos gozosamente Tu intercambio. Amén.
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Este artículo ¿Por qué el Redentor tiene que ser verdaderamente humano? fue adaptado de una porción del libro El catecismo de la nueva ciudad, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Páginas 105 a la 108