¿Cómo se hacen discipulos?
En el Nuevo Testamento, la proclamación de la Palabra es el medio básico por el cual surgen y crecen los aprendices de Cristo. Incluso se podría decir que solo hay una actividad fundamental en la tarea de hacer discípulos —comunicar la Palabra de Dios— y que todos los demás elementos describen al Espíritu que capacita a quienes la comunican y la manera en que estos lo hacen.
Se podrían escribir (y se han escrito) muchos libros sobre este tema, pero aquí nos tendremos que limitar a cinco puntos breves:
- En esencia, el contenido de la Palabra es el plan y la promesa de Dios centrada en Jesucristo. Podríamos tratar de redactarlo en una oración larga de esta manera: Dios ha cumplido Sus planes eternos para Su creación al enviar a Su Hijo, nacido del linaje de David, a morir por pecadores y resucitar como el Salvador, Señor y Cristo de todo el mundo, para que personas de toda nación que habitaban en tinieblas ahora puedan escuchar Su llamado al arrepentimiento y la fe, recibir el perdón, la reconciliación y la justificación, y tener una vida que busca obedecer más y más todos Sus mandamientos, mientras esperan la esperanza segura de entrar a Su Reino eterno. Esa es una forma de decirlo. O tal vez prefieras el resumen de dos palabras de Pablo (“Jesucristo… crucificado”) o el resumen de 10,000 palabras (la epístola de Pablo a los romanos).
- Esta Palabra de Dios no se divide en dos palabras diferentes —una palabra evangelística para los que no son cristianos y una palabra edificante para los discípulos cristianos. La Palabra que se proclama al comienzo es la misma que se proclama en el medio y al final y todo el tiempo. Esta Palabra del evangelio, que trata sobre la gracia de Dios para nosotros en Su Hijo, es lo que se estrella contra nuestra vida y le da un vuelco total, y también es lo que nos sigue enseñando, instruyendo y exhortando a la santidad y a la fe todos los días mientras esperamos Su regreso. Por supuesto, entenderemos la Palabra más profundamente mientras más la estudiemos. Entenderemos con mayor claridad qué tan oscuras son las tinieblas de las que fuimos rescatados, lo extraordinarios que son los propósitos eternos que Dios ha desarrollado durante generaciones a través de Israel, lo segura y gloriosa que es nuestra esperanza, lo maravillosas que son la justificación y la reconciliación que vinieron por medio de la sangre de Cristo, y lo liberadora y retadora que es la vida a la que ahora somos llamados en obediencia de todos Sus mandamientos.
- Este mensaje sobre Jesucristo, en todas sus facetas deslumbrantes, es el mensaje de la Biblia. Predicamos el evangelio exponiendo la Biblia. La Biblia es nuestra fuente confiable y suficiente para conocer y proclamar fielmente lo que Dios ha dicho. Esta es la Palabra que se debe proclamar —no ideas inspiradoras sobre cómo mejorar tu vida, ni los pensamientos que un versículo produce en nuestra mente, ni una revelación fresca que pensamos que Dios nos ha dado. Si creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces lo que queremos ver florecer en muchos aspectos de nuestra cultura de iglesia son todas las formas posibles de hablar, leer, estudiar, predicar, explicar, enseñar, discutir, memorizar, orar y meditar en la Biblia.
- Hay muchas formas y maneras en las que se puede hablar la Palabra. Puede ser por medio de cartas (como es la mayor parte del Nuevo Testamento); puede ser en una casa tarde en la noche; puede ser en una sinagoga o una plaza; al aire libre o en una escuela; puede ser la lectura pública y la predicación de la Palabra en una iglesia, o una conversación en un vehículo. En todas estas formas de hablar la Palabra, la predicación y la enseñanza en la reunión de la congregación tiene un lugar particularmente importante y fundamental —y hablaremos más al respecto en las dos convicciones que veremos más adelante. Por ahora, es importante notar que los contextos en los que se puede hablar la Palabra son amplios y polifacéticos. Un síntoma de una cultura congregacional débil en la tarea de hacer discípulos es que hay pocos contextos u ocasiones, aparte del sermón del domingo, en las que se hablan las palabras de la Biblia de manera regular.
- No se tiene que abrir la Biblia en todas las instancias en las que se hable la Palabra. Cuando nos sentamos en la cama de nuestro hijo pequeño y lo animamos a confiar en Jesús en medio de sus ansiedades y temores, eso es un tipo de enseñanza o proclamación. Podríamos enseñarle abriendo Filipenses 4:6-7 o 1 Pedro 5:6-7 o el Salmo 27, y en algún momento sería importante que lo hagamos. De hecho, si no hubiéramos leído, estudiado, hablado y escuchado la Palabra, no sabríamos qué decirle a nuestro hijo. Pero cada vez que hacemos con palabras lo que los autores bíblicos hacen con palabras, estamos hablando el mensaje de la Biblia. Cuando proclamamos alguna verdad (acerca de Dios, de Cristo, del futuro o de nosotros mismos) o repetimos cierta promesa, o alentamos a las personas a que sigan cierta forma de vida, o las animamos sobre la base de la fidelidad de Dios, estamos repitiendo las palabras que Dios ha hablado a través de la Biblia. Esta es la esencia de cómo aprendemos a Cristo.
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Este artículo ¿Cómo se hacen discipulos? fue adaptado de una porción del libro El proyecto de la vid publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Páginas 77 a la 79
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