Para Lutero, la importancia del estudio estaba tan ligada a su descubrimiento del verdadero evangelio que no podía dejar de verlo como algo crucial; algo capaz de cambiar el curso de la historia, y lo único que puede dar vida. El estudio había sido su portal al evangelio, a la Reforma y a Dios… El estudio realmente importaba. Su vida y la vida de la iglesia dependían del mismo.
— John Piper
Martín Lutero era asombrosamente brillante. Después de concluir sus estudios universitarios y su maestría en la universidad de Erfurt, hizo un doctorado en teología en la Universidad de Wittenberg. Más adelante, se destacó por su excelencia en su labor como profesor de Biblia. Aparte de todo esto, fue un autor prolífico; sus sermones, clases, cartas, devocionales y tratados comprenden más de cien volúmenes entre las ediciones alemanas y las latinas. Sin embargo, todas estas no son más que una parte de sus obras literarias.
Lutero aplicó ese impresionante intelecto a su estudio del texto bíblico. El estudio bíblico para la preparación de sermones era muy importante para él, e invirtió́ un esfuerzo extraordinario en ello. Sabía que si quería estar enteramente preparado para subir al púlpito, tenía que pasarse horas examinando con diligencia las Escrituras. Fue a través de estos tiempos de estudio prolongados y concentrados que Lutero llegó a dominar las profundas verdades de la Biblia.
Lutero consideraba que sentarse delante de una Biblia abierta es mucho más extenuante que el trabajo físico en el campo o en una fábrica. Mientras que algunos podrían pensar que sentarse en un escritorio por varias horas es un trabajo inactivo, Lutero sabía que era todo lo contrario: “Estudiar es mi trabajo. Este es el trabajo que Dios quiere que haga, y si le agrada, Él lo bendecirá́”. Acerca de este trabajo tan demandante, escribió:
Me gustaría ver a un jinete que se sentara conmigo todo el día a mirar un libro sin tener ninguna otra preocupación más que escribir, pensar y leer. Pregúntale a un… predicador… si escribir y hablar es trabajar… La pluma es ligera, eso es verdad… Pero cuando se escribe, la mejor parte del cuerpo (que es la cabeza) y el más noble de los miembros (que es la lengua) y la facultad más sublime (que es el habla) deben unirse y trabajar como nunca antes. En las demás ocupaciones solo se necesita el puño, el pie, la espalda o algún otro miembro; y mientras están haciendo esa otra labor se puede cantar y bromear, cosa que el escritor no puede hacer. Se dice de la escritura que “solamente se necesitan tres dedos para escribir”; sin embargo, todo el cuerpo está trabajando, y el alma también.
Es evidente que Lutero entendía que la preparación de un sermón es un trabajo mental y espiritualmente extenuante. Sin embargo, estuvo dispuesto a disciplinarse a sí mismo en el riguroso estudio de las Escrituras para que su predicación saliera con poder divino. Él comprendía que esta era la labor fundamental del predicador. Dijo: “Que los ministros se dediquen diariamente a sus estudios con diligencia, ocupándose continuamente en ellos… Que perseveren en su labor de leer, enseñar, estudiar, reflexionar y meditar. Que no se detengan hasta que hayan descubierto y estén seguros de que le han enseñado al diablo hasta matarlo”. Este tipo de estudio era el fundamento del ministerio de predicación de Lutero.
Me gustaría considerar uno de los aspectos del estudio bíblico personal de Lutero a medida que se preparaba para subir al púlpito.
La heroica valentía de Martín Lutero
Steven Lawson
Martín Lutero fue un reformador pionero, un teólogo preciso, un autor prolífico, un intenso apologeta, un maestro cautivante y mucho más. Pero sobre todo esto, Lutero fue un predicador, uno que declaró las verdades de la Palabra de Dios desde el púlpito con una heroica valentía.
Sumisión humilde
Lutero reconocía su incapacidad para comprender las Escrituras si no lo hacía en humildad. Entendía que antes de comenzar su estudio de la Palabra de Dios tenía que postrarse ante el Dios de la Palabra. Sin duda, consideró lo que dijo Jesús al Padre: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños” (Mt 11:25). Por tanto, Lutero entendía que al estudiar la Biblia, por más inteligente que fuera, debía comenzar sometiéndose a Dios en oración para poder llegar a una interpretación verdadera:
Es absolutamente cierto que uno no puede comenzar [a interpretar] la Escritura por medio del mero estudio o de una inteligencia innata. Por consiguiente, tu primera tarea es comenzar en oración. Debes pedirle al Señor que en Su gran misericordia te conceda un entendimiento verdadero de Sus palabras, si es que le place hacer algo a través de ti para Su gloria, y no para la tuya ni la de ningún otro hombre. Porque no hay nadie que pueda enseñar las palabras divinas excepto Aquel que es su Autor, y quien dice: “A todos los instruirá́ Dios” (Jn 6:45). Por tanto, debes abandonar toda esperanza en tu propia diligencia e inteligencia, y confiar solamente en la dirección del Espíritu. Créeme, pues ya tengo cierta experiencia en este asunto.
Para afirmar aún más que la oración del alma humilde es una clave esencial para descubrir el significado del texto, Lutero declaró: “La Palabra Santa desea ser tratada con temor y humildad, y que profundicemos en ella estudiándola en oración, más que con agudeza mental”. Él creía que la iluminación del Espíritu viene por medio de la oración: “Pero arrodíllate en tu pequeña habitación y ora a Dios con verdadera humildad y honestidad, para que Él a través de Su bendito Hijo te pueda dar Su Espíritu Santo, quien te alumbrará, te guiará y te dará entendimiento”. Evidentemente, Lutero sostenía que la oración humilde es necesaria para poder entender la Palabra de Dios correctamente.
Para Lutero, esa humildad venía de su profundo asombro de Dios. Como escribe Hughes Oliphant Old: “La magnificencia de Dios lo llevó a ponerse de rodillas”. El alma de Lutero estaba cautivada por un santo temor de Dios, una reverencia tal que produjo verdadera humildad en él. Escribiendo desde esa posición, Lutero declaró: “Debemos escuchar la Palabra de Dios con temor y estudiarla con humildad… No se juega con la Palabra de Dios. Si no la puedes comprender, entonces quítate el sombrero delante de ella… es cosa seria, y ella insiste en ser honrada y obedecida”. Afirmó que un predicador puede ver más claramente el significado de la Escritura desde una postura de humildad.
Además, Lutero estaba convencido de que Dios resiste a todo aquel que se acerca a la Escritura con orgullo en su corazón. Dijo: “La Escritura requiere de corazones humildes que honren, amen y valoren la Palabra de Dios… El Espíritu Santo resiste a los orgullosos, y no morará en ellos. Y aunque algunos [predicadores] sean diligentes en el estudio las Sagradas Escrituras, enseñando y predicando a Cristo íntegramente por un tiempo, tan pronto se enorgullecen, Dios los excluye de la iglesia”. Sin duda, como dice la Biblia: “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (1P 5:5). Lutero era consciente de que no podía estudiar las Escrituras debidamente con orgullo en su corazón.
Finalmente, Lutero creía que el predicador debe perseguir la santidad personal para poder acercarse a la Biblia correctamente. En cuanto a ello, Lutero declaró: “Es imposible que aquellos que confían solamente en su intelecto y corren a la Escritura con pies sucios, como cerdos, como si la Escritura fuese meramente un conjunto de conocimientos humanos, no se lastimen a sí mismos y a quienes instruyen”. Él entendía que si el predicador quiere captar el significado fundamental del texto bíblico, es necesario que viva en santidad.
_________________________
Este artículo Martín Lutero y la importancia del estudio fue adaptado de una porción del libro La heroica valentía de Martín Lutero, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
_________________________
Páginas 37 a la 41