Lo que Jesús nos prometió para el fin de los tiempos

Lo que Jesús nos prometió para el fin de los tiempos

A decir verdad, muchos judíos no dudaban de la esperanza de la que hablaba el Antiguo Testamento de que Dios restauraría una comunidad judía, segura dentro de sus propias fronteras y libre del dominio político de los supremos gobernantes romanos, y es muy probable que Jesús hubiera crecido con la creencia judía de que la era venidera sería una existencia firmemente arraigada en la tierra. Jerusalén sería restaurada como el centro de adoración, la tierra sería restaurada a la nación judía y toda la vida sería tocada por una sorprendente fertilidad y belleza. Se haría justicia social; se tendría cuidado de los pobres y se proveería para otras personas que no tenían esperanza (viudas, huérfanos, extranjeros) y se les trataría con respeto.

¡La idea de que la tierra está destinada a la destrucción con el fin de ser reemplazada por el “cielo” no hubiera estado en el programa escolar de Jesús! “Dentro de los escritos judíos tradicionales […] virtualmente no existe evidencia de que los judíos estuvieran esperando el fin del universo en cuanto al espacio y el tiempo. Creían que el orden mundial presente llegaría a su final: acabaría el mundo en el que los paganos tuvieran el poder y en el que los judíos (el pueblo del pacto del Dios Creador) no lo tuvieran. Los judíos simplemente no creían que el orden espacio-tiempo iba a desaparecer en breve” (Tom Wright).

Es casi seguro que Jesús creció dentro de este marco de creencias sobre “la era venidera”, pero ¿lo rechazó? ¿Fue Él quien reemplazó esta perspectiva de la “tierra restaurada” con un “cielo espiritual”? Veamos un poco de Su enseñanza sobre el futuro.

Jesús prometió regresar a la tierra

En varios pasajes Jesús enseña, ya sea explícita o implícitamente, que el fin de este mundo presente llegaría con Su regreso a la tierra (Mt 24:30; 25:31).

Lucas registra las palabras de Jesús sobre el clímax de los últimos tiempos: “Se desmayarán de terror los hombres, temerosos por lo que va a sucederle al mundo, porque los cuerpos celestes serán sacudidos. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y gran gloria” (Lc 21:26-27).

Luego, después de Su muerte y resurrección, los apóstoles, perturbados por la partida de Jesús al cielo (en palabras de C. S. Lewis, a través de un “doblez en el espacio”), fueron consolados con la promesa de que Él “vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse” (Hch 1:11). ¿Venir a dónde? “De regreso a la tierra” es la única respuesta posible.

Jesús también reveló esta maravillosa expectativa en varias parábolas que normalmente se entiende que tienen un significado sobre los últimos tiempos; por ejemplo, el amo que regresa a casa a juzgar la fidelidad de sus siervos (Mt 25:14- 19), o el novio que llega a la fiesta de bodas para ser bienvenido por las jóvenes solteras que han estado ahí esperándolo (Mt 25:1-13). Observa que Jesús se describe como regresando a donde sus siervos lo están esperando y como llegando a la boda; ¡los siervos y los invitados a la boda no son arrebatados para estar con Él!

El fin de este mundo, entonces, de acuerdo con Jesús, estaría marcado por Su regreso a la tierra, no nuestro traslado al cielo. Quizá el único pasaje que a primera vista parece contradecir esta afirmación es el que se registra en Juan 14, donde Jesús les dice a Sus discípulos que está a punto de ir a la “casa de Su Padre” a preparar lugar para ellos y que un día Él regresará para llevárselos con Él para que, donde Él esté, ellos también estén. ¿No quiere decir esto que los discípulos irían a Jesús (y al Padre), y no viceversa?

Como es su costumbre, los comentaristas discrepan sobre el significado de la promesa que Jesús les hizo a Sus discípulos, pero una de las maneras posibles de resumir su significado puede ser por medio de la siguiente paráfrasis:

“En la presencia de mi Padre (es decir, Su casa) hay lugar para todos. En el momento en que vaya al Padre, por medio de la cruz, prepararé los medios para que ustedes entren a Su presencia dondequiera que ustedes se encuentren. Después de haberles abierto el camino para disfrutar la misma intimidad con el Padre que me han visto a Mí disfrutar, regresaré a ustedes en la forma del Espíritu, para que incluso, mientras ustedes vivan en la tierra, compartan conmigo los lugares celestiales”.

Esto concuerda bien con la declaración posterior que Jesús hizo en el mismo capítulo: “Los que me aman guardarán Mi Palabra y Mi Padre los amará y vendremos a ellos y haremos nuestra morada en ellos”. Jesús no está tratando de enseñarle a Sus discípulos sobre Su segunda venida, sino más bien está tratando de consolarlos explicándoles que Su partida inminente es por su bien, ya que abrirá el camino para que ellos tengan una mayor intimidad con Dios (Padre, Hijo y Espíritu) de la que ellos han disfrutado con Él durante Su relación terrenal con ellos.

Si este pasaje no se trata de la segunda venida, no puede contradecir los pasajes que ya estudiamos en los que Jesús prevé que Su regreso a la tierra al fin de esta época será el detonante para la renovación de un reino terrenal.

Jesús prometió la renovación de todas las cosas

Mateo escribió que el regreso de Jesús efectuaría “la renovación de todas las cosas” (Mt 19:28). Contrario a la expectativa popular, entonces, Jesús estaría regresando a la tierra para renovar la creación, no para destruirla. Solo cuando Jesús regrese, todo lo que existe en la creación de Dios será liberado de la corrupción que le impuso la rebelión de Adán y la subsecuente pecaminosidad del hombre.

Cuando Jesús regrese, las palabras que Dios dijo en Apocalipsis retumbarán por la tierra: “¡Yo hago nuevas todas las cosas!” (Ap 21:5). ¡Qué día! Por primera vez en la historia veremos la tierra como Dios quería que fuera, con toda su belleza imponente, cuando los efectos del pecado que la han pervertido sean desechos y la creación se revele con una nueva gloria.

Es raro que, pese a que Jesús prometió regresar a la tierra para renovarla, a muchos de nosotros, Sus seguidores, se nos haya enseñado que tendremos que escapar al cielo porque ¡la tierra será destruida!

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Jesús prometió recompensar a los fieles

En Su regreso a la tierra, y como parte de la renovación consiguiente, los hombres y las mujeres que en este mundo hayan vivido de una manera sacrificial para Dios serán premiados por el costo de haberle seguido. Los que dejaron familia o posesiones por amor de Jesús serán completamente reembolsados (Mr 10:29-30). Será como si cada sacrificio hubiera sido una inversión en el banco del cielo. ¡En el regreso de Jesús las bóvedas se abrirán y cada persona será reembolsada con intereses! Seguramente esto es lo que Jesús quiso decir cuando les enseñó a Sus discípulos que no debían acumular tesoros en la tierra, sino en el cielo (Mt 6:19-20). El banco del cielo les pagará a sus clientes en la tierra cuando llegue la era venidera.

Con frecuencia Jesús describía a la humanidad como dividida en dos grupos: “el trigo y la cizaña” (Mt 13:24-30), “los peces buenos y los peces malos” (Mt 13:47-50), “el trigo y la paja” (Mt 3:12) o “los corderos y los cabritos” (Mt 25:31-46). El trigo, los peces buenos y los corderos son símbolos de los que serán recompensados por su fe en Dios (fe demostrada en su manera de vivir), y la cizaña, los peces malos y los cabritos simbolizan a los que serán condenados por su falta de fe.

Uno de los pasajes más amplios de los que tratan con este aspecto del juicio final es la parábola de los corderos y los cabritos en Mateo 25:31-46. Jesús, después de haber regresado a la tierra (v. 31), divide a la humanidad en “corderos” (los fieles) y “cabritos” (los infieles). Los corderos, como recompensa por su fidelidad de haber vivido sirviendo a sus hermanos en la fe por su amor a Dios, son invitados a “venir” a Jesús y heredar la plenitud del reino de Dios. A los cabritos, sin embargo, como castigo por su infidelidad (evidenciada por su vida centrada en el yo) se les dice: “Apártense […] al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (v. 41) e “irán al castigo eterno” (v. 46).

Por supuesto, no es sabio tratar de sacar demasiados detalles doctrinales de una parábola y confieso que patino sobre un delgado hielo teológico en los siguientes dos párrafos, pero es interesante reflexionar sobre lo que está pasando aquí. Los corderos fieles se reúnen con el Pastor (de pie en la tierra) en tanto que los cabritos infieles son enviados a un lugar de castigo. Seguramente esto es un revés a la opinión generalizada sobre el juicio en el que los fieles son los que se tienen que ir (al cielo) mientras los malvados son dejados atrás para quemarse junto con la tierra.

Cuando Lucas traza un paralelo entre los días de Noé y el regreso de Jesús, afirma que serán los malvados, y no los justos, los que deberán abandonar la tierra (Lc 17:24-37). Así como el diluvió destruyó a los malvados de la faz de la tierra, así Jesús regresará y hará lo mismo. Lucas advierte que ese juicio vendrá a una hora que nadie se lo espera y que, mientras las personas van a sus asuntos comunes y corrientes, “uno será tomado y otro será dejado”. Este pasaje con frecuencia se ha usado para aterrorizar a las personas diciéndoles que serán dejadas en la tierra mientras los justos son arrebatados al cielo. Pero, en los días de Noé, fue Noé y su familia los que fueron dejados para vivir en la tierra y ¡los malvados fueron arrastrados con todo por la marea creciente de la ira de Dios! ¡De alguna manera los papeles se han invertido!

Quizá deberíamos orar para no ser de los que son obligados a dejar la tierra (como lo fueron los cabritos) para ir al castigo infernal, sino para ser de los que son dejados atrás para disfrutar con Jesús las recompensas de los fieles en la tierra renovada.

Jesús revela un gran panorama 

Entonces, ¿siguió Jesús sosteniendo la enseñanza judía de que el propósito futuro de Dios era restaurar a Israel a su tierra? Bueno, ¡sí y no! Definitivamente la enseñanza de Jesús sobre los últimos tiempos se puede entender como física y terrenal más que como espiritual y celestial. Solo si lees Sus palabras con tus expectativas preconcebidas de lo que Él diría, ¡entonces Él dice lo que tú crees que dice! Sin embargo, en un sentido importante, Jesús desarrolla la creencia judía de una patria renovada.

En Mateo 5:5 Jesús cita el Salmo 37:11. El Salmo dice que “los desposeídos heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar”. Heredar la tierra, como hemos visto, era realmente lo que los judíos estaban esperando, pero Jesús extiende el lienzo de manera considerable: “Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia”. Ahora bien, cabe decir que Jesús pudo simplemente estar citando una vez más la promesa del Antiguo Testamento con un lenguaje diferente, pero parecería más bien que Él deliberadamente estaba ampliando la promesa para abarcar toda la tierra como la herencia para los santos. Desde luego, esta es la opinión de varios teólogos, entre ellos G. C. Berkouwer, quien escribe: “En la promesa de Jesús, este pasaje adquiere una importancia escatológica: la tierra que los humildes recibirán ya no es Canaán, sino la tierra nueva…”. Mientras que los fieles humildes de Israel esperaban una tierra prometida restaurada, los creyentes humildes en Jesús anticipaban una tierra restaurada.

El destino de los humildes, como el destino del primer hombre y la primera mujer, es heredar la maravillosa tierra que Dios ha creado. Con el regreso de Jesús, las profecías del Antiguo Testamento sobre la bendición futura de la tierra se harán realidad no solo para los judíos de Israel, sino para todo el pueblo fiel de Dios, de todos los tiempos, en todo el mundo. Como lo dijo Habacuc: “Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor” (Hab 2:14).

¡Qué maravillosa esperanza! Sin embargo, es triste decir que “este aspecto cósmico de la redención se ha estado perdiendo cada vez más en el cristianismo occidental desde la Época de la Ilustración, y hasta el día de hoy no hemos sido capaces de restaurarlo a su fuerza y claridad” (A. Koberle).

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Este artículo Lo que Jesús nos prometió para el fin de los tiempos fue adaptado de una porción del libro El Cielo… No Es el Fin del Mundo , publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 30 a la 36

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