Cómo adorar a Dios: lo que la sana doctrina nos enseña

La sana doctrina nos enseña cómo adorar

La sana doctrina no solo es como la madera para un buen fuego; también es como el guión de una película. En su Palabra, Dios nos enseña cómo debemos adorarle. La sana doctrina —específicamente la enseñanza correcta acerca de cómo debemos adorar a Dios— produce una adoración que agrada a Dios.

A lo largo y ancho de toda la Escritura, Dios nos muestra una y otra vez que le importa cómo le adoramos. Cuando Dios rescató a Israel y le dio Su ley, les dijo que no adorasen a otros dioses, y además les dijo que no lo adorasen a Él a través de imágenes (Éx 20:26; Dt 4:15-18; 12:31). Tal y como Ligon Duncan lo expresa: “Esto nos recuerda que hay dos maneras de cometer idolatría: adorar a cualquier cosa que no sea el verdadero Dios o adorar al verdadero Dios de manera inadecuada”. Además, Dios ordenó a los israelitas que tuvieran cuidado de no añadir o quitar nada a lo que Él había mandado en cuanto a cómo debían adorarle (Dt 12:29-32). Aun las más mínimas desviaciones de lo establecido para Su adoración traerían graves consecuencias (1S 15:22; 2S 6:5- 7). A Dios le ha preocupado desde el principio cómo le adoramos.

Pero esto afectaba a Israel bajo el antiguo pacto. ¿Qué pasa con la Iglesia bajo el nuevo pacto? Como cristianos, es verdad que la forma y la sustancia de nuestra adoración es diferente a cómo Israel debía adorar a Dios. Pero, aun así, Dios no está menos interesado en cómo le adoramos. También es cierto que el Nuevo Testamento no propone un modelo único de culto para todas las iglesias. Pero lo que sí nos dice —sea por mandamiento o por ejemplo— es qué hacer en nuestras reuniones como cuerpo. Deberíamos leer y predicar la Biblia (1Ti 4:13; 2Ti 4:2), deberíamos orar (1Ti 2:8), deberíamos cantar salmos, himnos y cánticos espirituales (Ef 5:18-19; Col 3:16- 17) y celebrar la Santa Cena y el bautismo (Mt 28:19; 1Co 11:23-26).

El Nuevo Testamento también nos dice cómo deberíamos adorar. Debemos adorar a Dios con agradecimiento (Col 3:17), con reverencia (Heb 12:28-29), en unidad (Ro 15:6), en espíritu y en verdad (Jn 4:24), decentemente (1Co 14:40) y de manera que edifiquemos a todo el cuerpo (1Co 14:12, 26).

En realidad, toda nuestra adoración colectiva tiene también una dimensión horizontal. Por ejemplo, cuando cantamos no solo nos dirigimos a Dios, sino los unos a los otros (Ef 5:18-19; Col 3:16-17). La adoración colectiva no consiste en experimentar tus devociones personales en una sala junto a otro centenar de personas. Se trata de edificar el cuerpo de Cristo incluso cuando alabamos a Dios.

Obviamente, la adoración no está limitada a lo que hacemos en la iglesia. Pablo dice que toda nuestra vida debería ser presentada en sacrificio agradable a Dios (Ro 12:1-2). Pero sea que hablemos de la adoración colectiva o de una adoración diaria, la Biblia tiene mucho que decir acerca del qué, del por qué y del cómo.

Para adorar a Dios correctamente, necesitamos saber cómo Dios quiere ser adorado, y Él ha revelado esto en Su Palabra. Por tanto, la sana doctrina nos enseña cómo adorar. Nos prepara para seguir el guión que Dios mismo ha escrito para la adoración.

¿Cuál es la importancia de adorar a Dios?

¿Qué significa esto para nuestras vidas e iglesias?

En primer lugar, si la sana doctrina sirve para la adoración, entonces la sana doctrina debería moldear la sustancia y aun el estilo de nuestra adoración. Dios nos ha dicho cómo debemos adorarle, por tanto, deberíamos hacer lo que él dice. Y el cómo lo hacemos debería ser filtrado siempre a través del carácter de Dios. Sin lugar a dudas, un amplio abanico de estilos y expresiones culturales pueden dar gloria a Dios. Pero la primera pregunta que deberíamos plantearnos siempre —digamos, acerca de una canción de adoración en particular— no es si nos gusta el estilo, sino si honra a Dios. Y esto tiene que ver principalmente —aunque no exclusivamente— con el contenido verbal.

Segundo, ya que la sana doctrina alimenta la adoración, nuestros cultos de adoración colectiva —y nuestras vidas devocionales— deberían nutrirse constantemente de ella. Los cristianos somos constreñidos a adorar cuando nos sobrecoge la grandeza, la gloria de Dios y la maravillosa salvación que Él ha logrado a nuestro favor. Por eso, las iglesias deberían cantar canciones e himnos empapados de la Escritura y ricos en doctrina. Tal y como la Biblia ordena (1Ti 4:13), deberíamos leer la Biblia colectivamente, lo cual en sí mismo es un acto de adoración. Nuestras oraciones —como las oraciones bíblicas— deberían estar repletas de meditaciones acerca de quién es Dios y lo que ha hecho por nosotros en Cristo. Resumiendo, nuestra adoración debería rebosar sana doctrina.

Tercero, la sana doctrina debería informarnos acerca de la adoración y explicárnosla. ¿Por qué oramos y cantamos a Dios? ¿Por qué escuchamos la Palabra de Dios? ¿Por qué celebramos la Santa Cena? La sana doctrina nos recuerda por qué adoramos a Dios e ilumina nuestros actos de adoración. Si la potente luz de la sana doctrina no brilla sobre la adoración, ésta puede llegar a ser sombría e ininteligible. En la adoración, nuestra mente y espíritu deben participar por igual (1Co 14:15). Así que, aquellos que dirigen nuestros cultos deberían explicar por qué hacemos lo que hacemos. La sana doctrina debería proporcionar la base que permite a cada adorador participar con un corazón unido y una mente que entiende lo que está haciendo.

Cómo adorar a Dios

La sana doctrina

Bobby Jamieson

Sea lo que sea que venga a tu mente, este libro no solo te convencerá de que la sana doctrina es vital para vivir una vida piadosa, sino que también te explicará el papel esencial de la teología en la vida de una iglesia sana.

Este breve y ameno libro muestra cómo la buena teología lleva a la transformación, a la vida y al gozo.

Cuarto, la sana doctrina debería motivar la adoración. Al igual que el amor —componente esencial de la adoración— la adoración es una respuesta a Dios, a quién es Él y a lo que ha hecho por nosotros. Por esta razón, los líderes deberían motivar a sus congregaciones para que adoren proclamando la sana doctrina. Si quieres que tu gente alabe a Dios, muéstrales la grandeza de Dios. Si quieres que den gloria a Dios, muéstrales la gloria de Dios. Si quieres que se postren ante Dios en sumisión amorosa, entonces regocíjate en Su gobierno soberano cuando prediques y enseñes.

La adoración no es un éxtasis emocional que aparece de repente, ni tampoco un estado de la mente tipo zen que se puede obtener a través de la relajación. Al contrario, es la respuesta a Dios de nuestro corazón, mente, alma y fuerzas; la respuesta a Su glorioso ser y a Sus obras poderosas. No fomentamos la adoración centrándonos en la adoración, sino llenando nuestras mentes con una visión panorámica de la belleza y la santidad de Dios.

Esto significa que la música no es lo que dirige nuestra adoración. En realidad, la música —y me refiero a cantar como congregación— es un vehículo para nuestra adoración. Si tu corazón y tu mente no están respondiendo a la inefable majestad de Dios, no importa cuán apasionadamente puedas estar disfrutando una experiencia musical, no estás adorando. Es más, la adoración depende muy poco de la instrumentalización que acompaña a nuestro cantar. La música instrumental en la iglesia debería apoyar el cántico congregacional, pero un cierto estilo de música no es la llave que desata nuestra adoración. Esa llave es la gloria y la majestad de Dios. La sana doctrina debería dirigir la sustancia y el estilo de nuestra adoración. Debería llenar el contenido de nuestra adoración. Y debería motivar nuestra adoración ya que ésta es siempre una respuesta a la gloria y la gracia de Dios.

Cómo dejarte llevar en adoración

Deberíamos dejarnos llevar en la adoración, pero no de la manera que a veces pensamos.

Una historia no te cautiva porque valoras si tienes o no una experiencia de lectura satisfactoria. Una historia te atrapa cuando es tan apasionante que te olvidas de ti mismo y de cuánto tiempo has estado leyendo. El paisaje de la cima de una montaña no te puede dejar anonadado si estás mirando tus zapatos. Puede que los zapatos te hayan llevado hasta allí, pero tú estás allí por el paisaje.

No te dejes llevar en la adoración tratando de dejarte llevar en la adoración. Lo que debes hacer es proponerte glorificar a Dios como Él se merece y desea. El equipamiento necesario para ello es una mente y un corazón que están llenos de la verdad acerca de Dios. Cada vez que absorbes más sana doctrina, estás avivando las llamas de la adoración.

La revelación bíblica del carácter de Dios y de Su obra salvadora nos proporcionan el combustible y el guión para la adoración. La Escritura moldea, alimenta, instruye, dirige y motiva la adoración.

La sana doctrina sirve para la adoración.

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Este artículo sobre cómo adorar a Dios fue adaptado de una porción del libro La sana doctrina, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 96 a la 101

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