La oración de Jesús antes de ser crucificado
Anthony Burgess era un pastor y escritor puritano conocido por su piedad, erudición y habilidad como predicador, maestro y apologista. Aunque Burgess nunca escribió un tratado sobre la oración, predicó 145 sermones sobre la oración de Cristo en Juan 17.
La oración en Juan 17 es especialmente importante porque Jesús la ofreció la noche anterior a Su crucifixión, lo cual es el clímax de Su obra en la tierra. De esta manera, Burgess pregunta a sus lectores: “Si las palabras de un hombre agonizante deben considerarse mucho más, ¿cuánto más las del Cristo agonizante?” En esta luz, Burgess explica Juan 17 como la oración de Cristo, tanto como nuestro Mediador—si somos creyentes—como el modelo de un hombre piadoso.
La oración de Cristo nuestro mediador
En Juan 17:4, Jesús oró: “he acabado la obra que me diste que hiciese”. Burgess dice que Cristo Jesús “no vino al mundo para tener comodidad, placer y gloria externa, sino a trabajar”. Esta obra era hacer la voluntad del Padre que envió a Jesús a la tierra ( Juan 4:34). Cristo no vino “como un Señor y Legislador glorioso”, sino como un sirviente bajo la ley. En efecto, no solo tenía que obedecer la ley moral, sino también un mandato especifico dado a Él en pacto con el Padre ( Juan 10:18) “ser un Mediador para aquellos que Su Padre le dio”.
En la noche de Su crucifixión, Cristo habla en anticipación de completar Su misión de parte de Dios. Abre Su oración ofreciendo Su obediencia a Su Padre, lo cual “no es solo obediencia,sinounaobedienciameritoria”,diceBurgess.Deestamanera,laoracióndeCristo se basa en Su obra terminada como “Mediador y Fiador”, lo cual quiere decir que Él pagó la deuda de otros para satisfacer la justicia divina en su favor. Burgess dice: “Cristo satisfizo a Dios como juez justo (…) por Su sangre y satisfacción, Cristo se comprometió a que la justicia de Dios nunca cayera sobre nosotros para castigarnos”. Eso no implica que Cristo le ganó a un Padre enojado, pues Cristo fue enviado por un Padre amoroso para esta misión (Juan 17:18). Cristo murió como el sustituto y representante de Su pueblo. Como dice Isaías 53:5, “el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados”. Así que en todo lugar de la Biblia se dice que Su muerte fue por nosotros. Nada en Cristo lo hizo maldición en la cruz; fue por nosotros y por nuestros pecados que fue maldito y murió.
Jesucristo es el único Mediador entre Dios y el hombre. No es solo un ejemplo para que sigamos cuando oramos a Dios. Él es el fundamento en el cual construimos nuestra relación con Dios. Burgess escribe:
Cristo debe ser el único fundamento, en cuanto a la mediación y la intercesión con Dios. No podemos acercarnos a Dios sin Él, por causa del gran abismo que el pecado a abierto entre Él y nosotros. Él es fuego consumidor y nosotros somos rastrojo, sin Cristo (…) Dios es mi enemigo y yo de Dios. A este fin señalaban todos los sacrificios en la antigua administración, para mostrar, que por medio de Cristo estaba toda la reconciliación y la expiación.
Entender que la misión de Cristo era reconciliar a los pecadores con Dios moldea profundamente como vemos Su oración y Su aplicación a nosotros.
La intercesión del sumo sacerdote
Burgess insiste en que la oración en Juan 17 es un tipo especial de oración. Es la oración Uno que declaró que, si los hombres han de tener vida eterna, no solo deben conocer a Dios, sino también a Jesucristo a través del Evangelio ( Juan 17:3). Burgess escribe:
Es una oración mediadora y de esta manera difiere de todas las oraciones de los demás hombres. Puesto que solo son simples hombres, sus oraciones son simples oraciones. No hay mérito, ni mediación en ti, pero la oración de Cristo es de una naturaleza mucho más trascendente, así como la sangre de los mártires no superó la de Cristo. La sangre de ellos no fue expiatoria, no fue sacrificio por los pecados, mientras que la de Cristo lo fue. Por lo tanto, hay grandes diferencias entre oraciones (…) no obstante, la oración de Cristo en el oficio de Mediador sobrepasa por mucho a todas. Consiguientemente, debemos buscar poder mediador en la oración de Cristo, para su eficacia impetradora. No es solo una súplica como las nuestras, sino una obtención poderosa de lo que se desea. Su oración no puede ser rechazada más que Su sangre.
Las oraciones del Mediador son poderosas porque Él es tanto Dios como hombre. Su naturaleza divina imparte valor infinito a Sus oraciones delante de los ojos de Dios. Él es el Hijo unigénito del Padre y Dios escucha a Su Hijo con gran amor. Él Señor Jesús ora con perfecto amor, confianza y celo a Dios. Burgess dice: “Su alma estaba más llena de esas cosas de lo que el mar está lleno de agua”. Cristo también ora de acuerdo con la voluntad de Dios, pues pide por la gloria designada para Él desde el principio. Él ora como un hombre “cuyos afectos y compasiones son más grandes de lo que cualquiera de las de tus amigos más queridos pudiera ser”. Su corazón está lleno de compasión porque sufrió como nosotros, fue tentado como nosotros y experimentó debilidades humanas como las nuestras (Heb 4:15).
Cristo también ora específicamente en el oficio mediador de un sacerdote. Jesús dice: “Y por ellos yo me santifico a Mí mismo” ( Juan 17:19). Él es un sacerdote cuyos sacrificios fueron consagrados a Dios. Su oficio como sacerdote de Su pueblo requiere dos obras: Su ofrecimiento y Sus oraciones. En Cristo, los tipos del sacerdocio del Antiguo Testamento encuentra su cumplimiento, pues aquellos sacerdotes eran pecadores mortales, pero Cristo es el intercesor sin pecado (Heb 7:25-27). Burgess explica:
Esta oración que Cristo ofreció, hasta donde se relaciona con la iglesia de Dios y todos los creyentes, es parte de Su oficio sacerdotal, pues el sacerdote debía hacer dos cosas, primero orar, luego ofrecer un sacrificio. Cristo en este capítulo ora y luego se ofrece a Sí mismo como sacrificio santo y sin mancha por Su pueblo. Así como el Sumo Sacerdote debía llevar los nombres de las doce tribus en su pecho para presentarlas delante de Dios; así también Cristo aquí presenta a todos Sus hijos a Dios el Padre por esta oración. No hay hombre piadoso que no sea cruel, débil y despreciable, pero es encomendado al Padre y puede esperar justamente el fruto de esta oración.
La intercesión de Cristo es un puente entre la obtención de toda bendición espiritual por Su sangre y Su aplicación de esas bendiciones por el Espíritu. Cristo no compró solo la salvación y luego dejó la aplicación de la salvación al libre albedrío del hombre. Pues entonces Cristo pudiera haber sufrido y muerto para nada, lo cual era impensable para Burgess, a la luz de la deshonra que hubiera causado a Dios. Cristo intercede por todos los que murió. Los creyentes ciertamente recibirán las bendiciones por las que Él pagó con tanto amor (Rom. 8:34).
Joel Beeke & Mark Jones
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El alcance de la oración mediadora de Cristo
Jesucristo ora a Su Padre: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque Tuyos son” ( Juan 17:9). Cristo ora por los que han sido dados a Él por el Padre. En esto Burgess señala que el pueblo de Cristo también es llamado Sus “ovejas”, algunas de las cuales aún son enemigas de Dios y son ovejas “solo en cuanto al propósito de Dios y la elección” ( Juan 10:16). Otros vienen a “ser posición de Cristo, teniendo nuevas naturalezas y de esa manera, disfrutado de un título y un derecho”. Ambos son cubiertos por las oraciones mediadoras de Cristo, aunque más el segundo grupo. Así como nuestro Señor oró por Sus ovejas cuando estaban en la tierra, así continua intercediendo por ellas en el Cielo, aunque ahora en un estado de exaltación, y no con el llanto ni las lágrimas de Su humillación.
Burgess dice: “Todos los hijos de Dios están bajo el fruto y el beneficio de la oración mediadora de Cristo”. Todos los creyentes tienen a Cristo como su abogado con el Padre (1ra Juan 2:1). Cristo no ha puesto a un lado Su amor y afecto por el bien de Su pueblo, sino que vive para interceder por ellos (Heb. 7:25). Burgess escribe: “Es bueno tener un amigo en la corte del cielo (…) Oh la dignidad y felicidad de estar bajo la intercesión de Cristo. Si estimamos mucho la oración de un hombre en la tierra (…) ¿qué haría la oración de Cristo mismo?”
Además, el Señor Jesús ora “también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos” ( Jn. 17:20). Burgess observa: “Así es el cuidado y amor de Cristo para con los Suyos, que son recordados en Su oración y muerte, incluso antes de que fueran”. La intercesión de Cristo viene del decreto divino y el propósito hecho desde toda la eternidad (Ef. 1:4; 2 Ti. 1:9). Burgess escribe: “El fundamento de la intercesión de Cristo está en que les fueron dados a Cristo por la elección como un pueblo que había de ser salvo por Él”.
Cristo dice que Él no ora por todos—no el mundo, lo cual dice Burgess se refiere a los que el Padre no le a dado a Cristo, que son los reprobados—. Burgess dice: “La oración mediadora de Cristo y también Su muerte no son para todo el mundo, sino solo para ciertas personas que han sido dadas al Hijo por el Padre”. Burgess entiende que la doctrina de la expiación particular o limitada es controversial. No solo niega que“la raza humana entera, incluso los mismos reprobados, obtienen una palabra de misericordia a través de la muerte de Cristo”. Pero cuando Cristo murió por los pecadores, murió no para su beneficio, sino como susstituto, “en su lugar para sufrir toda la ira de Dios que merecen”. Aquellos por los cuales Dios dio Su Hijo recibirán todas las bendiciones de Dios, desde la justificación hasta la glorificación (Ro. 8:30-32). Aquellos por los que Cristo murió recibirán la intercesión de Cristo para que nadie pueda condenarlos (Ro. 8:34). Burgess no predica la redención particular para levantar controversias, sino para establecer la paz y el gozo del rebaño de Cristo, para que puedan tener confianza total en la mediación de Cristo.
Mientras Burgess limita la mediación sacerdotal de Cristo a los elegidos, se regocija en el gran alcance de Sus bendiciones, pues cada bendición espiritual viene a través de la muerte y la intercesión de Cristo. Escribe que: “Aunque una vez fue dicho por Él en la tierra y dejó de orar, aún vive en Su eficacia y poder; si Su intercesión continúa en el cielo ¿qué es, sino la resurrección de esta oración? Por la virtud de esta oración a través de Su sangre somos santificados, justificados y seremos por siempre glorificados”. Burgess dice que Cristo ora por la conversión de Su pueblo: “No existe un hombre convertido por la palabra, sin que Cristo haya orado por la conversión de ese hombre”. También ora por “perdón y remisión de pecados y eso con la frecuencia con la que se cometan”, por “que sean guardados de pecado (…) para que su fe no falte” y por “su glorificación (…) que puedan disfrutar la gloria que Cristo compró para ellos”. En pocas palabras, el Señor Jesucristo ora “por el cumplimiento de toda gracia aquí y en la gloria vendiera. No existe misericordia espiritual o celestial sin que Cristo haya orado por ella”.
Lejos de desanimar a los pecadores a venir a Dios a través de Cristo, Burgess enseña que la muerte de Cristo tiene un “valor o suficiencia para redimir a miles de mundos”, incluso Su aplicación efectiva está limitada a los elegidos. La grandeza del pecado no se puede comparar con la grandeza del sufrimiento de Cristo. Así que Burgess dice: “Si eres creyente, si te has arrepentido, no tengas duda de que la muerte de Cristo puede alcanzarte. Es para los que tienen hambre y sed y para cualquier alma que se halle bajo cualquier carga de pecado y desea la gracia de Dios a través de Cristo, que no se tambalee, más bien que vaya a Él con confianza”. El sacrificio y las oraciones de este sacerdote son suficientes para cubrir toda necesidad humana.
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Este artículo sobre Entendiendo la última oración de Jesús antes de ser crucificado fue adaptado de una porción del libro Una teología puritana, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace. Las notas al pie que no se incluyeron en este artículo son referenciales y no explicativas.
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Páginas 415 a la 419