Hablar con nuestros hijos: el objetivo es entenderlos

Hablar con nuestros hijos

Los vendedores ambulantes se cansan de la comida de los restaurantes. Mi padre entendía esto y por eso muchas veces traía vendedores a cenar a casa.

Durante una de esas noches, no estábamos dispuestos a obedecer, pero mi padre nos recordó nuestro deber preguntando: “¿Qué dice Efesios 6:1?”. En nuestras mentes recitábamos: “Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo”, y procedíamos con nuestro deber.

El poderoso efecto que tuvo esta pregunta impresionó a nuestro invitado. De seguro se había dado con un método nuevo para hacer que los niños obedecieran. Al final de la velada, él no pudo contener su curiosidad. “A propósito”, finalmente preguntó: “¿Qué es Efesios 6:1? Me gustaría enseñárselo a mis hijos”.

Como muchos padres, el amigo de mi padre quería un método efectivo de tratar con sus hijos y pensó que este método de Efesios 6:1 funcionaría con ellos.

¿Qué dice la Biblia acerca de nuestro método de crianza? La Palabra de Dios no solo debe formar nuestros objetivos, sino también nuestros métodos. Los métodos y los objetivos deben ser complementarios. Seguramente quieres que tu hijo viva para la gloria de Dios y se dé cuenta de que la vida que vale la pena es la que se vive bajo el señorío de Jesucristo. Por tanto, tus métodos deben demostrar esa sumisión a ese mismo Señor. Podemos decir, entonces, que los métodos diseñados para producir niños bien amoldados y exitosos no van a funcionar, porque su meta no es simplemente el éxito y el buen comportamiento.

Una propuesta bíblica para la instrucción de los niños contiene dos elementos que tú entretejes: el primero es una comunicación plena y rica; el otro es la vara. En el libro de Proverbios encontramos estos métodos lado a lado:

No dejes de corregir al joven,

que no va a morirse si lo castigas con vara.

Al contrario, castígalo con vara

y lo librarás de caer en el sepulcro.

Hijo mío, si en tu corazón eres sabio, eso alegrará también mi corazón�

En mi interior sentiré gran alegría

cuando con tus labios digas lo que es justo.

No abrigues en ti envidia por los pecadores,

sino mantente siempre en el temor del Señor.

Lo cierto es que hay un futuro,

y tu esperanza no se verá frustrada.

Hijo mío, escúchame y adquiere sabiduría

Deja que tu corazón enderece el rumbo

Proverbios 23:13-19 RVC

Escucha a tu padre, que te engendró,

y no desprecies a tu madre cuando sea anciana.

Proverbios 23:22

Dame, hijo mío, tu corazón

y no pierdas de vista mis caminos.

Proverbios 23:26

Salomón hace una mezcla entre la comunicación plena y la vara, porque estos elementos son esenciales para la crianza bíblica. Juntos forman un método para la disciplina, la corrección y la formación de los niños que es agradable a Dios, adecuado, coherente y unificado. Por un lado, Dios ha dado autoridad a los padres al llamarlos a actuar como Sus agentes en la crianza, y el uso de la vara preserva esa autoridad bíblica. Por el otro, el énfasis en la comunión evita la disciplina fría y tiránica y provee un contexto para una comunicación honesta, en el que el niño es conocido y aprende a conocerse a sí mismo.

Esta combinación es algo muy sensible, siempre y cuando esté alejada de un sentimentalismo “patético”. La vara y la comunicación siempre deben estar entretejidas en el verdadero pastoreo de los niños.

Este es un extracto de una conversación que recientemente tuve con un padre, que sirve de ilustración:

“Háblame de la comunicación que tienes con tu hijo”, inquirí.

“Oh, más o menos buena”, respondió. “Anoche me pidió que le diera una bicicleta y le dije que se comiera sus frijoles”.

El comentario trajo una sonrisa a mi cara, pero al reflexionar, me di cuenta de que probablemente era una descripción real de la comunicación entre la mayoría de los padres y sus hijos. Los padres y madres les dicen a los niños lo que deben hacer mientras que los niños les dicen a los padres sus deseos y sueños.

Hablar con tus hijos

Cómo pastorear el corazón de tu hijo

Tedd Tripp

Un libro que rompe los esquemas de crianza y nos dirige a la raíz del problema: el corazón. Redefine bíblicamente nuestra tarea como padres y los medios para lograrlo. Traducido a más de 25 idiomas, con más de un millón de copias vendidas, es un libro valioso y práctico para todos los padres.

La comunicación es diálogo, no monólogo

A menudo pensamos que la comunicación es la habilidad de expresarnos a nosotros mismos y por esto, acabamos hablándoles a nuestros hijos. Sin embargo, tú debes procurar hablar con tus hijos porque la comunicación no es un monólogo, sino un diálogo.

No es solamente la habilidad de hablar, sino también la habilidad de escuchar. Proverbios 18:2 habla de este asunto con agudeza: “Al necio no le complace el discernimiento; tan solo hace alarde de su propia opinión”. Proverbios 18:13 nos recuerda que “es necio y vergonzoso responder antes de escuchar”.

La excelencia del arte de la comunicación no consiste en aprender cómo expresar los pensamientos propios, sino en aprender a entender los pensamientos de otro. Por ende, el objetivo de tu conversación debe ser comprender a tu hijo, no simplemente hacer que él te entienda. Muchos padres nunca aprenden esta habilidad, y por eso nunca descubren cómo ayudar a sus hijos a articular sus pensamientos y sentimientos.

Hay cierta ironía en todo esto. Cuando los niños son pequeños, no los incluimos en nuestras conversaciones importantes, y cuando tratan de acercarse a nosotros, respondemos con un desinteresado: “¡Sí, sí, ajá!”. Eventualmente, ellos aprenden el juego, pues se dan cuenta de que no estamos tan interesados en lo que les sucede. Aprenden que el significado para nosotros de lo que es una “buena conversación” es un “buen escuchar” de parte de ellos. El problema es cuando los niños llegan a la adolescencia, las posiciones cambian: los padres desean poder involucrarse con ellos, pero hace tiempo que ellos se han cansado de tratar de hacerlo y han abandonado todo intento.

Crystal es un buen ejemplo. Sus padres la trajeron a consejería porque se había retraído mucho. Ellos sabían que tenía problemas, pero ella no les hablaba. Su madre le gritaba y la comunicación se había limitado a períodos de actividad volcánica. Cuando la madre echaba lava, Crystal buscaba refugio. Por otro lado, su padre era una persona retraída y distanciada y raramente se relacionaba con alguien. Ahora, Crystal, a los 14 años, está explotando en su interior, pero nunca ha experimentado el beneficio de tener la participación comprensiva de los padres. Con consejería bíblica está aprendiendo a hablar con sus padres y ellos están aprendiendo a facilitar la comunicación y escuchar lo que dice.

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