Cómo defenderse de Satanás: el enemigo del cristiano

En su notable librito Towards Spiritual Maturity (Hacia la madurez espiritual), William Still describe lo que él llama “las tres dimensiones de la cruz”. Cristo, escribe Still, trata con el pecado en cuanto poder, con los pecados en cuanto obras que causan culpa, y con Satanás en cuanto enemigo del cristiano. A menudo yo solía oírlo hablar de “la Raíz” (el pecado), “el Fruto” (los pecados), y “el Bruto” (el diablo).

La tercera dimensión

Esta tercera dimensión es importante. Tendemos a ignorar o a exagerar la actividad del Diablo. La predicación y la consejería, por ejemplo, no siempre reflejan la enseñanza del Nuevo Testamento de que nuestra lucha fundamental es “contra fuerzas espirituales malignas” (Efesios 6:12, NVI). Por otra parte, demasiados cristianos confunden la enfermedad y el pecado con posesión demoniaca. ¡Qué diabólico es empujarnos hacia un extremo o el otro!

En el Nuevo Testamento, al enemigo espiritual se lo retrata de diversas formas. Por ejemplo, se lo denomina “mentiroso” (Juan 8:44) y el que entorpece la obra de Dios (1 Tesalonicenses 2:18). Pero una de las imágenes más bíblicas de él está en la visión de su expulsión en Apocalipsis 12-13. Aquí Juan lo ve como la serpiente del Jardín del Edén que ha devorado a tantas criaturas que ahora se ha convertido en un poderoso dragón (Apocalipsis 12:9). Juan nos ayuda a reconocer la estrategia del enemigo dándole títulos: engañador, diablo, Satanás, acusador. Él es estas cuatro cosas, en el sentido más literal en su máxima expresión.

El engañador

Mediante el uso de sus agentes, el Maligno “engaña a los habitantes de la tierra” (Apocalipsis 13:13-14 RV95). Tiene aspecto de cordero, ¡pero su voz es la de un dragón (13:11)!

Desde el comienzo, esta ha sido su actividad. “La serpiente me engañó, y yo comí”, confesó Eva (Génesis 3:13; cf. 1 Timoteo 2:14). Como el dios de este siglo, ciega las mentes (2 Corintios 4:4). Es algo que experimentamos cada vez que caemos en pecado: la tentación llena nuestro horizonte y perdemos de vista lo que está más allá; dejamos de pensar con claridad. Más tarde, en nuestra angustia, decimos: “Si tan solo hubiera visto las consecuencias”. Pero fuimos engañados y cegados.

¿Cuál es la defensa? ¿Recuerdas cómo se defendió Jesús cuando el enemigo trató de convencerlo en las tentaciones del desierto? Nuestro Señor había escondido la Palabra de Dios en su corazón; él era capaz de pensar bíblicamente, es decir, claramente. Él vio a través del engaño.

El diablo

Este nombre (a partir de un compuesto del verbo griego arrojar) comunica la idea de calumniar, de arrojar falsedades contra alguien; “enlodar”, podríamos decir: ¿Pero a quién le arroja su lodo el diablo? A Dios, en primer lugar.

El Maligno comenzó a hacerlo en el Jardín del Edén. Adán y Eva estaban rodeados de abundancia de bienes: ¡la creación, los animales, los ríos, los árboles, las flores, la fruta! Pero la serpiente dijo: “Dios los puso aquí para burlarse de ustedes. ¿Acaso dijo ‘no deben comer de ninguno de estos árboles?’” (ver Génesis 3:3). Dios no había hecho tal cosa. Dios les había dado todo para que lo disfrutaran (Génesis 2:16). Solo un árbol estaba prohibido (2:17).

¿Ves la difamación que hace el diablo? Estaba atacando el amoroso y generoso carácter de Dios y estaba acusándolo de ser un Creador cínico.

Esa es una de sus estrategias favoritas. “Mira tus circunstancias”, susurra, tratando de disimular su voz de dragón, “¡Dios en realidad no te ama!” No deberíamos ignorar sus “malignas intenciones” (2 Corintios 2:11).

¿Cuál es nuestra defensa? Esta es la de Pablo: “Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Que la cruz acalle las calumnias del diablo y te convenza de la maravilla del amor de Dios.

Satanás

Algunos comentaristas sugieren que aquí la idea en la raíz de la palabra incluye atacar a alguien en una emboscada. El ataque es inesperado y está oculto.

Pensemos en Job. La tensión creada al leer el libro de Job radica en el hecho de que nosotros —la audiencia— sabemos algo que el propio Job ignora. Nosotros sabemos que estos sufrimientos, si bien están bajo la mano soberana de Dios, son causados por Satanás. Pero Satanás está oculto de Job. Él no tiene idea de que Satanás está detrás de sus sufrimientos. Él fue víctima de una emboscada.

En otro ámbito, pensemos en Jesús cuando su querido amigo Pedro lo tomó para impedir que fuera a la cruz. Pero el Señor identificó la verdadera fuente del ataque, diciendo, en esencia: “Sal de mi vista, Satanás” (ver Marcos 8:33). Mientras sus ojos físicos solo veían a Simón, su vista espiritual detectó y expuso a Satanás.

Gracias a Dios que él nos protege de Satanás aun en ocasiones en las que no estamos conscientes de su protección. ¿Pero cómo podemos desarrollar un discernimiento como el de Jesús? Mediante una asimilación asistida por el Espíritu del sólido alimento de la sabiduría de Dios. Así nos ejercitamos en “la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo” (Hebreos 5:14 NVI).

El Acusador de los hermanos

El enemigo mantiene un diario de nuestra culpa y nuestros fracasos. En la corte de Dios, él nos acusa (cf. Zacarías 3:1-2); en la corte de nuestra propia conciencia, oímos los ecos. John Newton sabía de esto. A veces él sentía estar:

Cargado por mi iniquidad, temores hay en mí;

luchando con la enemistad.

¿Cómo podemos derrotar a Satanás cuando susurra que no somos aptos para ser cristianos? Juan vio de qué manera lo logran los santos: “Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra que ellos proclamaron” (Apocalipsis 12:11).

¿A qué proclamación se refiere? A esta: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:33-34). Así que podemos cantar con Newton:

Mi Escondedero, Escudo sé, me abrigo solo en ti;

Al que me acusa yo diré: “moriste tú por mí”.

Siempre es un primer principio de guerra que conozcamos la fuerza y tácticas de nuestro enemigo, como también nuestros propios recursos. ¡Eso es tan cierto del conflicto espiritual como lo es del combate militar!

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Este artículo Cómo defenderse de Satanás el enemigo del cristiano Solo en Cristo, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 207 a la 210

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