¿Cómo puede uno comer y beber a Jesús?

¿Cómo puede uno comer y beber a Jesús?

El sol salió sobre las montañas, dándole un tono naranja intenso al mar cristalino. Un grupo masivo de personas hambrientas caminaban por Galilea en busca de Jesús. El día anterior habían salido a escuchar la predicación de Jesús, y les dio hambre con el paso de las horas. Jesús —para sorpresa y asombro de ellos— alimentó a más de cinco mil de ellos con pocos trozos de pan y algunos peces, que eran el almuerzo de un niño pequeño. Poco después, Jesús salió hacia el otro lado del lago. Al día siguiente, mientras el grupo se movía por el campo, los estómagos llenos se habían convertido en estómagos vacíos, y las personas querían volver a encontrar a Jesús. Su búsqueda los llevó hasta el otro lado del Mar de Galilea, donde finalmente lo encontraron de nuevo. Juan 6 relata lo que sucedió después.

Cuando la multitud se acercó a Jesús, le hicieron una pregunta que parecía inocente: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” (v 25). Él pudo ver sus intenciones y expuso el deseo de sus corazones.

Jesús respondió: “Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre este ha puesto Dios el Padre Su sello de aprobación”. Juan 6:26-27

Jesús sabía lo que tramaban. Estaban interesados en el pan, no en Él. Su respuesta tenía la intención de redirigir sus corazones para que ya no estuvieran en la comida sino en Él mismo.

Sin embargo, las personas no lo entendieron. Escuchar la promesa de la vida eterna debió haber llamado su atención. Sus espíritus debieron haberse elevado cuando se dieron cuenta de que estaban en presencia del que había recibido la aprobación total del Padre. En cambio, ignorando estas realidades tan abrumadoras, la multitud se enfocó en su propio trabajo y en sus propios esfuerzos. Preguntaron: “¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?” (v 28). Sin corregirlos directamente, Jesús vuelve a redirigir sus mentes de un enfoque en sí mismos a un enfoque en Él. Dijo: “Esta es la obra de Dios: que crean en Aquel a quien Él envió” (v 29). El mensaje de Jesús es evidente: ¡Mírenme a Mí! ¡Crean en Mí!

Una vez más, no entendieron lo que Jesús les decía. Uno casi puede oír los gruñidos de sus estómagos mientras responden: “¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’” (vv 30-31).

¿Lo notaste?

Esta multitud acababa de recibir un llamado a confiar en el que tiene la aprobación del Padre. Horas antes lo habían visto realizar lo que probablemente fue el milagro más grande que cualquiera de ellos hubiera visto. Y ahora, querían otro milagro. De hecho, su petición de otra señal es un intento patético por hacer que Jesús les diera más comida. Estas personas no venían buscando a Jesús; venían buscando un almuerzo gratis.

Una vez más, Jesús ve su respuesta a los milagros y al maná como una solicitud oculta de otra comida. Él describe el significado más amplio detrás del maná de la época de Moisés: “Ciertamente les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo. El que da el verdadero pan del cielo es Mi Padre. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo” (vv 32-33). El maná del que leían en la época de Moisés era cosa de niños. Dios quiere darles el verdadero pan del cielo, que no solo llenará el estómago de una multitud durante un día, sino que le dará vida al mundo entero.

¡El verdadero pan del cielo! Pan que alimentará no solo a cinco mil hombres, ¡sino a todo el mundo! Pan que no solo sacia por un día, ¡sino que da vida eterna! Este pan es otra cosa. Ahora Jesús ha captado su atención. Uno puede percibir cómo aumenta el entusiasmo cuando la multitud hace su siguiente petición: “Señor, danos siempre ese pan” (v 34).

Es entendible que la multitud haya quedado un poco perpleja cuando Jesús respondió: “Yo soy el pan de vida. El que a Mí viene nunca pasará hambre, y el que en Mí cree nunca más volverá a tener sed… Porque la voluntad de Mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en Él tenga vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final” (vv 35, 40). Jesús quiere dejar claro que el pan que necesitan es Él mismo.

Desafortunadamente, Jesús no era el pan que andaban buscando. Querían pan para el estómago, no para el alma. Cuando se quejan y preguntan: “¿Cómo puede este darnos a comer Su carne?” (v 52), Jesús cierra el caso:

“Ciertamente les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben Su sangre, no tienen realmente vida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final. Porque Mi carne es verdadera comida y Mi sangre es verdadera bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre permanece en Mí y Yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por el Padre, también el que come de Mí vivirá por Mí. Este es el pan que bajó del cielo. Los antepasados de ustedes comieron maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá para siempre”. Juan 6:53-58

Seré el primero en admitir que este pasaje suena algo extraño, pero si has seguido la conversación hasta ahora, sabes que Jesús no está recomendando el canibalismo. Más bien, está hablando en maneras que sacuden a sus oyentes para que se olviden de su búsqueda de comida para llenar sus estómagos, y les está hablando en términos que ellos, al estar hambrientos, podían entender.

¿Cómo puede uno comer y beber a Jesús?

El problema era que los oyentes de Jesús estaban obsesionados con el pan físico. Aunque Jesús trató de llevarlos del pan gratuito a algo mucho más maravilloso, ellos seguían dirigiendo la conversación hacia la comida. Así que cuando Jesús les dice que coman Su carne y beban Su sangre, está diciendo a las multitudes: “¿No lo entienden? Están obsesionados con el pan. Necesitan ser cautivados por Mí. Yo soy lo que necesitan. Vengan a Mí. No me busquen por lo que puedo hacer por ustedes. Búsquenme a Mí”.

Aun sabiendo que el lenguaje de Jesús tenía el propósito de sacudir a su audiencia, podríamos seguir preguntándonos qué quería decir Jesús. Si Jesús no quiere que comamos Su cuerpo y bebamos Su sangre literalmente, ¿cómo vamos a hacer lo que está mandando aquí? Debemos notar que justo antes de Jesús decirle a las personas que consuman Su cuerpo y sangre, dice algo más: “Porque la voluntad de Mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en Él tenga vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final” (Jn 6:40). En Juan 6:54, se nos dice que comamos la carne de Jesús y bebamos Su sangre para recibir la vida eterna y para ser resucitados; en Juan 6:40, Jesús dice que debemos mirarlo a Él y creer en Él con el fin de recibir esta misma vida y resurrección.

Al unir estos dos versículos, vemos la conexión: comemos y bebemos a Jesús cada vez que lo buscamos con fe. Cuando creemos que Jesús es quien dice que es y que hizo lo que dice que hizo, lo estamos “consumiendo” como nos lo ordena. Jesús nos manda que lo comamos y lo bebamos porque está presentando la fe en Él en términos gráficos. Él vino como un Salvador, trayendo vida eterna y salvación a un mundo agonizante y perdido. No vino como un mesero a servirle pan a una multitud de personas avariciosas.

Jesús no hizo el milagro de alimentar a la multitud para saciar su hambre pasajera; su propósito era llamarlos a creer en Él como el Hijo de Dios que había venido con poder a liberar a las personas del pecado (Jn 6:26, 29, 32). Cuando nos enfocamos en nuestros propios intereses y deseos, nos perdemos la razón principal por la que Dios nos dio a Jesús: para salvarnos. Necesitamos saber que Jesús es el pan que debemos consumir.

Este mensaje va en contra de la tendencia popular. Significa que Jesús no vino a satisfacer todas y cada una de las necesidades que podamos tener en cualquier momento. En la actualidad, hay personas en las iglesias que creen y enseñan que la misión fundamental de Jesús es satisfacer nuestras necesidades evidentes. Así que, por ejemplo, si te sientes solo, Jesús vino a ser tu amigo; si eres soltero, Jesús vino a ser tu compañero; si te sientes feo, Jesús vino a animarte; si no tienes dinero, Jesús vino a hacerte rico; si estás enfermo, Jesús vino a sanarte. La multitud de Juan 6 estaba hambrienta y creía que Jesús había venido a saciar sus estómagos.

Ahora, es gloriosamente cierto que Jesús es amigo de los pecadores. Él provee para nosotros y podemos depender de Él para recibir el pan que necesitamos cada día. Sin embargo, la intención principal de Jesús en Juan 6 es corregir a los que lo ven principalmente como cualquier otra cosa que no sea el Salvador que nos libra del pecado. Jesús nos corrige cuando solo queremos que nos haga felices dándonos lo que “sentimos” que necesitamos. La verdad es que lo necesitamos como nuestro Salvador, como Aquel que puede perdonar nuestros pecados y darnos vida eterna. Jesús se convierte en nuestro Salvador cuando comemos Su cuerpo y bebemos Su sangre al buscarlo con fe y arrepentimiento.

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Este artículo ¿Cómo puede uno comer y beber a Jesús? fue adaptado de una porción del libro Por fin libre, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 147 a la 153

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