Siete consecuencias de negar la resurrección
¿De verdad es necesario creer en la resurrección para tener fe cristiana? Algunos creen que podemos ser cristianos perfectamente decentes sin afirmar la resurrección de los muertos. Ellos dicen que podemos practicar la ética cristiana y hacer nuestro mejor esfuerzo por amar a nuestro prójimo como Cristo lo hizo. Sin embargo, en su mente, la resurrección es un simple agregado que podemos fácilmente desechar.
La respuesta directa a esta afirmación es que el único Jesús digno de nuestra fe es el Jesús de la Escritura, y el Jesús de la Escritura es un Jesús resucitado. A cualquiera pueden agradarle las cosas cristianas, e incluso puede hacer cosas cristianas, pero ser cristiano en realidad significa creer en el Jesús del Nuevo Testamento, el Jesús que vivió en la historia, el Jesús que resucitó de entre los muertos.
Todo el Nuevo Testamento retumba con esta verdad: la resurrección es absoluta y fundamentalmente vital. Si la eliminas, habrá consecuencias desastrosas. Pablo resume siete de estas consecuencias en 1 Corintios 15:12-20.
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Sin resurrección, Jesús está muerto
Pablo comienza su discurso en 1 Corintios 15:12 con una respuesta a aquellos que niegan la posibilidad de una resurrección corporal. Es probable que creyeran en la inmortalidad del alma. Pero ¿del cuerpo? ¡De ninguna manera!
Sin embargo, la respuesta de Pablo es que negar la resurrección del cuerpo es negar la resurrección de Aquel que hace que cualquier resurrección sea posible. Pablo simplemente nos está llevando a través de una progresión lógica: si no existe la resurrección corporal, entonces “ni siquiera Cristo ha resucitado” (v. 13). Esta implicación fundamental es la base para las otras seis que Pablo enumera.
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Sin resurrección, predicar es en vano
Si Jesús no resucitó, Pablo argumenta, entonces la predicación es vana y completamente sin sentido. Él no se está refiriendo aquí al mero acto de predicar. No está hablando en términos de un buen sermón o de un mal sermón. En cambio, está diciendo que el contenido mismo del evangelio carecería de poder. La verdad es que, si eliminas la resurrección, entonces ni los apóstoles ni los predicadores del siglo XXI tienen nada de valor que decir.
Pablo admite antes en la epístola que el evangelio es “piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles” (1Co 1:23). No obstante, Dios utiliza ese mensaje aparentemente necio para salvar a Su pueblo y darles vida nueva. Para aquellos que Dios ha llamado soberanamente, su mensaje es “poder” y “sabiduría” (v. 24). En cambio, sin una resurrección, el mensaje es un simple mito, y carece de cualquier poder divino.
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Sin la resurrección, la fe es inútil
Si Cristo no resucitó, entonces predicar el evangelio es en vano y, por tanto, nuestra fe es inútil (1Co 15:14). Si el evangelio es una farsa, entonces también lo es la fe que depende de él.
Observa cómo Pablo describe el evangelio antes en este capítulo:
Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (vv. 3-4).
Algunas personas afirman que lo que importa en estos tiempos es que tengamos fe, y lo que quieren decir por fe es un tipo general de emociones positivas: buenos sentimientos, buenas vibras. El problema con esta idea de la fe es que la fe requiere un objeto. Debemos tener fe en algo.
La fe bíblica es una confianza en la verdad revelada. Descansa en una realidad objetiva. Como dijo Lutero al escribir sobre las Escrituras: “No es la marca de una mente cristiana sentir ningún deleite en afirmaciones […] Y, por afirmaciones (para no confundirnos por palabras), me refiero a un constante apego, reafirmación, confesión, asentimiento y a una perseverancia invencible”.[1] Debemos confiar en la verdad de que Jesucristo fue crucificado y resucitó. La fe en Cristo significa que estamos comprometidos con Él como Aquel que murió y resucitó. Cualquier cosa menos que esto es menos de lo que el Nuevo Testamento define como fe cristiana.
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Sin resurrección, somos testigos falsos
Si no hay resurrección, los apóstoles y todos sus seguidores son testigos falsos: “Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan” (1Co 15:15).
Básicamente, Pablo está diciendo: “Si no hay resurrección, entonces Jesús no resucitó. Y si Jesús no resucitó, Pedro salió a las calles de Jerusalén mintiendo de manera consciente. También yo habría mentido en Atenas cuando llegué a esa gran cultura pluralista y vi aquellos ídolos al dios no conocido y les dije: ‘Escuchen, amigos: Dios ha dado prueba de lo que estoy diciéndoles al levantar a Jesús de entre los muertos’. Sin la resurrección, todos estaríamos blasfemando de Dios” (ver Hch 2:24; 17:31).
Es digno notar que, al principio, cuando los apóstoles predicaron la resurrección, no tenían mucho que ganar desde una perspectiva humana. No se estaban volviendo populares. No estaban ganando mucho dinero. En cambio, estaban siendo perseguidos, golpeados, acosados, azotados, encarcelados y, eventualmente, ejecutados. ¿Qué los motivó a perseverar? Fue que creían de todo corazón en estas palabras: “Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por Su vida” (Ro 5:10).
Sin embargo, esta fe no surgió de inmediato. Justo después del Calvario, la convicción de los apóstoles era que Jesús estaba muerto en realidad. Al principio, ellos tampoco creyeron en la resurrección de Cristo. Cuando las mujeres regresaron de la tumba vacía y dijeron: “No está aquí, porque ha resucitado, tal como Él dijo” (ver Mt 28:6), la respuesta de estos hombres, por causa de su convicción, fue básicamente: “¡Están locas!” (ver Lc 24:11). Ellos no partieron de la convicción de que estaba vivo; partieron de la convicción de que estaba muerto. ¿Así que cómo terminaron en las calles diciendo exactamente lo contrario?
¿Qué mejor explicación que esta?: La tumba verdaderamente estaba vacía. Jesucristo había resucitado.
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Sin resurrección,estamos atrapados en nuestros pecados
Sin embargo, para continuar su argumento, Pablo nos recuerda también que, si no hay resurrección, “todavía están en sus pecados” (1Co 15:17). En otras palabras, todas las cosas malas que conocemos en esta tierra (nuestros pensamientos equivocados, nuestras rebeliones, nuestros engaños, nuestra arrogancia, nuestros vanos intentos por alcanzar la justicia) siguen unidos a nosotros y no existe manera de limpiarnos.
Separados de Cristo, no solamente estamos mal informados o confundidos. No, estamos en un problema mucho más serio: estamos atrapados en nuestros pecados y no podemos escapar. Lo peor es que estamos cada día más y más profundamente atrapados. Pablo dice que, antes de Cristo, “estaban muertos en sus delitos y pecados” (Ef 2:1-2, énfasis añadido). Sin resurrección, estamos atrapados sin esperanza, sin recurso alguno para liberarnos por nuestros propios medios.
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Sin resurrección, los muertos están perdidos para siempre
Más aún, sin resurrección, no solo estamos muertos hoy en nuestros pecados, sino que también estamos condenados a perecer sin esperanza (ver 1Co 15:18). En muchos funerales, escucharás estas palabras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás” (Jn 11:25-26). Si no hay resurrección, estas palabras no son más que una mentira compleja.
Sin resurrección, la muerte no significa dormir y despertar para ver la sonrisa en el rostro de Jesús (ver Sal 17:15; 2Co 5:8). Sin resurrección, la muerte es una dura confirmación de nuestra perdición. Sin resurrección, la muerte significa condenación. Si eliminas la resurrección, entonces toda nuestra existencia (pasada, presente, y futura) se resume en absolutamente nada.
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Sin resurrección, somos dignos de lástima
Finalmente, si no hay resurrección y si Cristo mismo no resucitó, entonces “somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima” (1Co 15:19). Si creímos en un futuro cuando no existe en verdad un futuro, entonces hemos pasado nuestra vida en vanidad. Si no existe esperanza en el futuro, entonces el presente es irrelevante, el ayer está muerto y olvidado,. y el mañana está fuera de vista. En última instancia, no tenemos adonde ir después de aquí. Solo hay olvido. Solo hay aniquilación. Cuando estás muerto, te has ido, de manera que cualquier “esperanza” que tengamos en esta vida es puramente un invento para consolarnos hasta perecer y volvernos nada.
El fundamento de nuestro gozo
Estas siete consecuencias deberían inquietarte. ¡De hecho, una falta total de esperanza es profundamente aterradora! Sin embargo, debemos continuar a 1 Corintios 15:20, que resuena con una verdad asombrosa y tremendamente importante: ¡Jesucristo está vivo!
Reincorpora la resurrección y estas siete consecuencias se revierten de inmediato. Hay esperanza de nuevo. Si Cristo ha resucitado, entonces tú, creyente, resucitarás un día con Él. Esta verdad asombrosa inunda tu vida con propósito (para ayer, para hoy y para mañana). Si Cristo ha resucitado (¡gloria a Dios que es así!), entonces tienes una esperanza segura e inconmovible en Él y tienes, de todos los hombres, el fundamento más seguro para un gozo eterno.
[1] Martín Lutero, “Review of Erasmus’ Preface” [“Respuesta al prefacio de Erasmo”], en Luther and Erasmus: Free Will and Salvation [Lutero y Erasmo: Libre albedrío y salvación], ed. y trad. E Gordon Rupp y Philip S. Watson (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2006), 105.
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Alistair Begg es el pastor principal de la Iglesia Parkside en Cleveland, Ohio y autor del libro Verdad para vivir, 365 devocionales diarios. Con más de 40 años en el ministerio pastoral, él y su esposa, Susan, tienen tres hijos. Su ministerio, Truth for Life trabaja con Poiema para publicar sus artículos y libros en español. Este artículo fue publicado originalmente en inglés aquí.
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