Necesitas crecer en el temor del Señor

Necesitas crecer en el temor del Señor

El problema es claro: la gente llega a ser muy grande en nuestras vidas y Dios se vuelve demasiado pequeño.

La respuesta es directa: debemos aprender a conocer que nuestro Dios es más amoroso y más poderoso de lo que imaginamos. Sin embargo, esta tarea no es fácil. Aun si trabajáramos en el parque nacional más espectacular, o si la zarza en el patio comenzara a arder sin consumirse, o si Jesús apareciera y peleara algunos “rounds” contra nosotros, no tendríamos la garantía de tener una reverencia persistente hacia Dios. Muy a menudo, nuestras experiencias supremas se ven sobrepasadas rápidamente por el clamor del mundo, y Dios, una vez más, disminuye en nuestras mentes. La meta es establecer una rutina diaria de crecimiento en el conocimiento de Dios.

La belleza del temor de Dios

Para crecer en el conocimiento del Dios santo debemos considerar hermoso y atractivo dicho conocimiento. Aquí es donde el libro de Proverbios nos puede ayudar. El corazón del libro es el temor del Señor; es la puerta de entrada, el camino y el fin de la sabiduría: “El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor” (Pro 9:10).

Puesto que el temor del Señor es el gran tesoro de la vida, Proverbios trata de atraernos hacia ese temor. Trata de hacer que el temor del Señor sea lo más atractivo posible. Aquellos que temen al Señor no temerán a nadie más (cp. Pro 19:23). “El temor del Señor prolonga la vida” (Pro 10:27); “El temor del Señor es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos” (Pro 14:26). “…es fuente de vida” (Pro 14:27), trae honra (cp. Pro 22:4), y debe ser alabado cuando lo veamos (Pro 31:30).

¿Cómo se manifiesta el temor del Señor? Se ve como el amor al bien y el odio al mal. “Quien teme al Señor aborrece lo malo” (Pro 8:13). Se ve como confiar en Dios (reverencia) y obedecerlo a Él.

¿Te das cuenta de que el temor del Señor es una bendición? Imagínate cómo sería si verdaderamente odiáramos el pecado; primero el nuestro y luego el de los otros (Mt 7:3-5). ¿Qué ocurriría con las peleas matrimoniales? Serían casi imposibles. Los cónyuges estarían demasiado ocupados otorgando y pidiendo perdón por su propio egoísmo. ¿Qué pasaría en los pequeños grupos del patio de la escuela? Estarían contando historias buenas de los demás. ¿Qué pasaría cuando alguien pecara contra nosotros? Ya no tendríamos que asesinar a la persona en nuestro propio corazón. Al contrario, cubriríamos el pecado en humildad y amor, o confrontaríamos a la persona en el mismo espíritu.

Al leer la siguiente historia, trata de tener en mente algunos ejemplos de tu propia vida en los que las personas hayan sido más grandes que Dios. Y recuerda que esas personas que te controlan son gatitos inofensivos cuando se las compara con el León de Judá.

Necesitas crecer en el temor de Dios

Cuando la gente es grande y Dios es pequeño

Edward T. Welch

Frente a la cada vez mayor invasión de etiquetas psicológicas a los problemas de la gente, Edward Welch analiza bíblicamente los motivos que nos hacen ceder ante las exigencias de los demás. Él propone que “el temor al hombre” es la descripción bíblica a los problemas bautizados por la psicología actual, y que, por tanto, es el temor a Dios lo que debe gobernar nuestra conducta hacia los demás.

El temor del Señor: las preguntas de Dios

“¿Te has puesto a pensar en Mi siervo Job” ( Job 1:8), le preguntó el Señor a Satanás. Job es el ejemplo casi perfecto de una persona que teme al Señor. Si quieres saber si temes o no a Dios, toma nota de tu reacción cuando te quitan alguna cosa buena. ¿Cómo reaccionas ante la pérdida financiera, la muerte de un miembro de la familia, o la pérdida del amor?

¿Cuántos de nosotros, después de experimentar un sufrimiento tan intenso, estaríamos convencidos de que Dios es más grande que nuestro sufrimiento? Sin duda, Job lo estaba. Después de haber perdido todo, dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” ( Job 1:21). Luego, después de que su propio cuerpo fuera afligido severamente, dijo: “Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?” (Job 2:10).

Job fue el primero en hablar específicamente acerca de la sabiduría y el temor del Señor cuando dijo: “Temer al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartarse del mal: ¡eso es discernimiento!” ( Job 28:28). Pero aun considerando estas declaraciones, no son las palabras de Job las que más nos instruyen.

Aparte de cuando Dios dio la ley, el discurso más grande de Dios en toda la Biblia está en los últimos cuatro capítulos de Job. Es un discurso que tiene la intención de causar que Job crezca aún más en el conocimiento de la grandeza de Dios. Si lees estos capítulos todos los días durante un mes verás que son un tratamiento para combatir casi cualquier cosa. ¿Temes a la gente? ¿Estás sufriendo? ¿Estás ansioso? ¿Deprimido? ¿Luchando con la ira? ¿Tienes dureza de corazón? Escucha estas preguntas que salen de la boca de Dios.

¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la mañana…? ( Job 38:12).

¿Te han mostrado los umbrales de la muerte? ¿Has visto las puertas de la región tenebrosa?

¿Tienes idea de cuán ancha es la tierra? ( Job 38:17-18).

¿Eres tú quien señala el curso de los rayos?

¿Acaso te responden: “Estamos a tus órdenes”? ( Job 38:35).

El ritmo de las preguntas de Dios es implacable. Te dejan mudo. Pero son entregadas con gracia a un hombre justo que atesora el temor del Señor sobre todas las cosas. El efecto de las palabras de Dios fue exactamente el que se buscaba: la reacción de Job demostró que entendía que Dios era santo y que Dios estaba por encima de él. El conocimiento de Dios era demasiado maravilloso para ser entendido. Dios era diferente a Job. No era como un hombre que pudiera ser puesto en entredicho. Job se humilló delante del Todopoderoso como evidencia de su crecimiento en el temor del Señor. “me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza” ( Job 42:6). Tal humildad y arrepentimiento son una señal segura de que estamos aprendiendo del temor del Señor.

¿Puedes recordar momentos en tu vida en que dijeras: “Dios es Dios, me someto a Su voluntad”? En esos momentos los demás no tienen poder para manipularnos, presionarnos o controlarnos.

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Este artículo Necesitas crecer en el temor del Señor fue adaptado de una porción del libro Cuando la gente es grande y Dios es pequeño publicado por Poiema PublicacionesPuedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
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Página 103-106

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