Los momentos sagrados de la vida cristiana por R.C. Sproul

El tiempo santo

La santidad de Dios no solo toca el espacio, sino también el tiempo. El idioma griego del Nuevo Testamento tiene dos palabras diferentes que se pueden traducir como tiempo. La primera es cronos, que se refiere generalmente al paso normal del tiempo, momento a momento. Palabras como crónica, cronología y cronómetro se derivan de este vocablo griego. La segunda palabra para tiempo es kairos. Kairos se refiere a momentos especiales que tienen una relevancia particular. No tenemos una palabra precisa para traducirlo al español. Lo más cercano es la palabra memorable. Reconocemos que todos los eventos del pasado son eventos históricos, pero no todos los eventos del pasado son memorables. Cualquier evento que tenga lugar en la historia es histórico. Sin embargo, reservamos el término memorable para eventos de particular importancia. Los eventos memorables son momentos cruciales que moldean la historia a partir de ese momento.

En la historia bíblica, los eventos «kairóticos» tienen lugar dentro del contexto del cronos. El cristianismo no es una religión que se basa simplemente en eventos verticales extraídos del contexto de la historia. La fe bíblica está basada y arraigada en el plano de la historia real. Aunque la Biblia revela un tipo especial de historia que los estudiosos llaman historia redentora, no por eso deja de estar comprometida con la idea de que la redención que se revela, se revela en la historia redentora. Los eventos kairóticos incluyen momentos cruciales como la creación, la caída, el éxodo, el cautiverio, la encarnación, la cruz, la resurrección, la ascensión y el Pentecostés. Estos eventos son como momentos claves en la obra de Dios en la historia. Están llenos de importancia redentora.

Tales eventos kairóticos a menudo son marcados en la Biblia con  elementos de tiempo santo. Estos tiempos indican momentos extraordinarios de interrupciones o intrusiones de lo santo en el mundo. En nuestra cultura tenemos la costumbre de marcar ciertos días con la designación de feriados o festivos, que son días apartados, días que son diferentes de los demás y que son especiales, separados para un tipo particular de celebración. Recordemos que una de las acepciones para santo es apartado. Son días santos, apartados por considerarlos especiales. No todos los días feriados celebrados en nuestro país tienen connotaciones religiosas. La mayoría de ellos tienen poco que ver con la santidad de Dios. Sin embargo, debido a que se les considera particularmente importantes como puntos focales de conmemoración, se les «distingue o son apartados» de los días comunes u ordinarios del año calendario.

Estamos familiarizados con los «ritos de iniciación» de varias culturas que marcan los momentos de transición en nuestras vidas. Estos ritos no siempre están vinculados a ocasiones religiosas. De hecho, algunos de estos ritos podrían ser profanos o incluso estar relacionados con la mitología. Pero los ritos se consideran importantes precisamente porque marcan un umbral o un momento de transición de una etapa o estado a otro. Hay muchas canciones populares juveniles que celebran esos ritos de iniciación donde se glorifican las experiencias de la llegada del año nuevo, las victorias en el fútbol y cosas por el estilo como «momentos memorables». Marcamos esos momentos de transición con celebraciones, fiestas, tarjetas de felicitación y otros símbolos culturales.

La fe cristiana incluye una dimensión significativa de tiempo santo. Sin embargo, ese tiempo santo tiene sus raíces en la historia real, no en la mitología. El primer relato de tiempo santo lo realiza Dios mismo en Su obra de creación: «Así fueron acabados los cielos y la tierra y todas sus huestes. Y en el séptimo día completó Dios la obra que había hecho, y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho» (Gn 2:1-3).

Dios apartó el séptimo día como un tiempo santo. Cuando Dios entregó los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, nuevamente declaró este séptimo día, el sabbat, como santo, un tiempo santo que sería integral para la vida y la fe de Israel. En la historia cristiana, el tiempo santo del sabbat tiene tres connotaciones distintas. La primera es la conmemoración de la obra de creación de Dios. La segunda es la celebración de la obra de redención de Dios. La tercera es la celebración de la promesa futura de consumación de la redención cuando entremos en nuestro descanso de sabbat en el cielo. Así, todo el alcance de la historia redentora, de principio a fin, se hace santo en la observancia del sabbat.

Incluso la gente profana intenta salir de la monotonía del ritmo diario del tiempo. Buscan un respiro del cansancio del trabajo. Incluso pudieran decir: «Gracias a Dios es viernes». El fin de semana es «apartado» para el descanso del ritmo del trabajo. La gente procura el tiempo especial de fiesta o el Happy Hour [la hora feliz]. Celebran sus propios días especiales, como cumpleaños o aniversarios de bodas.

La Santidad de Dios

La Santidad de Dios

R.C. Sproul

Mucha gente piensa en Dios solo en términos de Su amor. Pero la Biblia habla de la santidad de Dios más que de cualquier otro atributo. ¿Qué significa cuando los ángeles declaran que Dios es «Santo, Santo, Santo»? Y siendo personas pecadoras, ¿cómo es que podemos entrar en Su presencia? el Dr. R.C. Sproul explora el carácter santo de Dios y explica por qué esta santidad nos fascina y nos aterroriza.

Buscan un alivio del aquí y ahora. Pero estas celebraciones son marcadamente diferentes del tiempo santo que los cristianos celebran. Eliade comenta extensamente sobre esto:

Por el contrario, para el hombre religioso, la duración del tiempo profano puede ser «detenida» periódicamente, pues ciertos ritos tienen el poder de interrumpirla por periodos de tiempo santo que no son históricos (en el sentido de que no pertenecen al presente histórico). Así como una iglesia constituye una ruptura de plano dentro del espacio profano de una ciudad moderna, el servicio religioso que se celebra en su interior señala una ruptura en la duración del tiempo profano: ya no es el tiempo histórico actual el que está presente, sino el tiempo en el que ocurrió la existencia histórica de Jesucristo, el tiempo santificado por Su predicación, por Su pasión, Su muerte y Su resurrección.

Cada día de reposo, los creyentes observan el tiempo santo en el contexto de la adoración. Para el cristiano es la santificación del sabbat lo que marca su tiempo santo habitual. El servicio de adoración es la marca de un tiempo litúrgico especial. Debido a la realidad de la encarnación, la historia misma se convierte en santa para el cristiano. Marcamos nuestros calendarios con referencia al tiempo que es antes de Cristo (a. C.) o después de Cristo (d. C.). Tenemos una teología de la historia porque entendemos que esta tiene un propósito santo, incluso nuestra salvación.

En el Antiguo Testamento, el momento principal de tiempo santo es el que señalaba el éxodo de Egipto y la Pascua. Dios instituyó una fiesta anual para celebrar este acto de redención:

Y este día os será memorable y lo celebraréis como fiesta al Señor; lo celebraréis por todas vuestras generaciones como ordenanza perpetua. Siete días comeréis panes sin levadura; además, desde el primer día quitaréis toda levadura de vuestras casas; porque cualquiera que coma algo leudado desde el primer día hasta el séptimo, esa persona será cortada de Israel. Y en el primer día tendréis una santa convocación, y otra santa convocación en el séptimo día; ningún trabajo se hará en ellos, excepto lo que cada uno deba comer. Solo esto podréis hacer. Guardaréis también la fiesta de los panes sin levadura, porque en ese mismo día saqué yo vuestros ejércitos de la tierra de Egipto; por tanto guardaréis este día por todas vuestras generaciones como ordenanza perpetua (Ex 12:14-17).

Del mismo modo, el Nuevo Testamento ve el reemplazo de la celebración de la Pascua con la conmemoración de la Cena del Señor. El sacramento de la Cena del Señor fue instituido por primera vez por Cristo en el contexto de la celebración de la Pascua. Durante la comida de la Pascua, Jesús cambió el significado de la liturgia como parte de la institución del Nuevo Pacto, en donde los elementos que anteriormente se usaban para recordar el éxodo ahora se usan para expresar el éxodo supremo que se lograría con Su muerte en la cruz:

Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre (Mt 26:26-29).

La celebración de la Cena del Señor involucra un tiempo santo de tres maneras distintas. Primero, mira al pasado, instruyendo a los creyentes a recordar y anunciar la muerte de Cristo con esta observancia. Segundo, se enfoca en el momento presente de celebración, en el cual Cristo se reúne con Su pueblo para nutrirlo y fortalecerlo en su santificación. Tercero, mira al futuro, a la esperanza certera de su encuentro con Cristo en el cielo, donde participarán de la cena del Cordero y Su esposa.

En el espacio y el tiempo santos, los cristianos encuentran la presencia de lo santo. Los barrotes que buscan encerrar lo trascendente se rompen y el tiempo presente es definido por la intrusión de lo santo. Cuando ponemos barreras a estas intrusiones, como diques para evitar que inunden nuestras almas, cambiamos lo santo por lo profano y le robamos tanto a Dios Su gloria como a nosotros mismos Su gracia.

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Este artículo sobre los momentos sagrados de la vida cristiana fue adaptado de una porción del libro La Santidad de Dios, publicado por Poiema Publicaciones.

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Páginas 228 a la 233

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