¿Qué son el legalismo y el antinomianismo?
Los términos legalismo y antinomianismo describen dos falsas enseñanzas sobre la relación entre la ley y el evangelio. El legalismo es la insistencia de que una persona es aceptada por Dios en base a su cumplimiento de la ley. Enseña que somos declarados justos ante Dios por nuestra propia observancia de la ley divina o de reglas y normas creadas por el hombre. El antinomianismo afirma que Dios no requiere que el creyente obedezca la ley moral (es decir, los Diez Mandamientos). En su forma más extrema y perversa, el antinomianismo permite una conducta inmoral basada en la indulgencia de la gracia.
¿Cuándo comenzaron?
El legalismo y el antinomianismo tienen sus raíces en la caída de Adán. Toda la humanidad está predispuesta a estos dos errores morales y teológicos. En consecuencia, han surgido innumerables formas de legalismo y antinomianismo a lo largo de la historia. El legalismo y el antinomianismo son la base de todo tipo de falsas enseñanzas y herejías.
¿Quiénes son las figuras clave?
Legalismo
Jesús reprendió a los líderes religiosos de Israel por sus enseñanzas y vidas hipócritas y arrogantes (Mt 23:4; Lc 18:9). El apóstol Pablo defendió a viva voz el evangelio contra el legalismo doctrinal que plagaba la Iglesia primitiva (Gal 1 – 3; 1 Tim 1:6-7).
La Iglesia católica ha promovido por largo tiempo un elaborado sistema de legalismo religioso, lo cual se evidencia muy claramente en su ascetismo monástico, su sistema de penitencias, su sacramentalismo y su énfasis en el mérito. El catolicismo romano niega la doctrina bíblica de la justificación por la fe sola en Cristo solo, y enseña que las personas son justificadas por la fe en Cristo junto con sus buenas obras, que son producidas por el Espíritu.
A lo largo de los siglos, el legalismo doctrinal y práctico ha emergido en las iglesias evangélicas y protestantes. Al obligar a los miembros a observar reglas y normas hechas por seres humanos, muchas iglesias han promovido un legalismo centrado en el hombre (Col 2:20-23).
En décadas recientes, los defensores de la(s) Nueva(s) perspectiva(s) de Pablo han enseñado que el hecho de que una persona finalmente llegue a ser considerada justa ante Dios depende de su obediencia a los mandamientos divinos.
Las religiones falsas como el islam, el judaísmo y el budismo son formas no cristianas de legalismo, ya que proclaman una salvación basada en obras, en la que vamos al cielo o experimentamos el nirvana debido a nuestras buenas obras.
Antinomianismo
En la Iglesia primitiva, ciertos falsos maestros promovieron la idea de que la gracia de Dios tolera la vida libertina (ver 2 Pedro y Judas). Algunos autorizaron impíamente la inmoralidad sexual en nombre de la gracia ( Jud 4). El apóstol Juan luchó contra las ideas antinomianas en su primera epístola (1 Jn 2:4).
A lo largo de la historia de la Iglesia, el antinomianismo ha aparecido en formatos menos explícitos y perversos que los vistos en la Iglesia primitiva. Martín Lutero escribió la obra Contra los antinomianos para refutar la enseñanza errónea del antinomiano neoluterano Johannes Agricola. Edward Fisher escribió The Marrow of Modern Divinity [La médula de la divinidad moderna] para hacer frente al legalismo y el antinomianismo que había detrás de ciertas vertientes del movimiento puritano. Este libro también fue el centro de un debate respecto al antinomianismo en la Iglesia de Escocia en el siglo XVIII. Durante el siglo XX, algunos maestros dispensacionalistas importantes promovieron una forma de antinomianismo denominada «cristianismo fácil».
¿Cuáles son las creencias principales?
En la iglesia, el legalismo aparece cuando gente enseña o cree las siguientes ideas:
- Entramos por gracia; permanecemos guardando la ley. Si bien la mayoría de las formas de legalismo dentro de la Iglesia niegan el mérito estricto, en el sentido de que afirman la necesidad de la gracia, casi todas ellas insisten en que las buenas obras de los individuos son necesarias para su justificación final ante Dios en el día del juicio. El catolicismo romano enseña que las personas son justificadas inicialmente en el bautismo. Sin embargo, su derecho final a presentarse ante Dios depende de una vida de cumplimiento continuo de rituales religiosos y de buenas obras producidas por el Espíritu.
- Merecemos la justicia. El legalismo enseña que la gente puede cooperar con Dios para ganarse la aceptación por sus obras. Aunque esta postura no involucra mérito en su sentido estricto, sí refleja un esquema meritorio de la salvación. El legalismo a menudo va acompañado de una actitud arrogante por parte de los que lo defienden. Tal como explicó Lucas, los fariseos «confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás» (Lc 18:9). Los judíos de los tiempos de Pablo procuraban «establecer su propia justicia» (Rom 10:3, RVC).
El antinomianismo es evidente en estas dos creencias:
- Gracia, no ley. El antinomianismo enseña que como la gracia de Dios es mayor que todo nuestro pecado, ya no tenemos ninguna obligación de obedecer la ley divina. Si las buenas obras no cuentan para nuestra justificación —para que seamos declarados justos a los ojos de Dios—, entonces son innecesarias en la vida cristiana. Muchas enseñanzas antinomianas niegan que la gente pueda desagradar a Dios por su desobediencia. En consecuencia, los creyentes ya no necesitan prestar atención a las advertencias de la Escritura.
- Solamente justificación. Muchas formas de antinomianismo se centran únicamente en la justificación por la fe sola en Cristo y, por lo tanto, niegan funcionalmente la santificación. En la enseñanza del antinomianismo neoluterano, la fe no resulta en que el creyente siga los caminos de la obediencia a Dios. En el antinomianismo dispensacional, los Diez Mandamientos han sido cumplidos por Cristo y ya no tienen vigencia para los creyentes.
¿Por qué la gente cree en estas falsas enseñanzas?
Nuestros depravados corazones humanos gravitan hacia el legalismo y el libertinaje. La inclinación a ganarnos la salvación está enraizada en nuestra naturaleza pecaminosa. El legalismo se alimenta del orgullo de la humanidad, pues le ofrece una forma de compensar los males que hemos hecho. Convence a las conciencias de la gente de que ellos mismos tienen lo que necesitan para conseguir la justicia ante Dios y los hombres.
El antinomianismo obra en la conciencia de las personas para convencerlas de que Dios no requiere que nos volvamos de nuestros malos caminos. Presenta un cristianismo que no requiere ningún esfuerzo personal ni ninguna lucha espiritual contra el pecado. Ofrece una versión falsificada de la verdadera libertad que Cristo da a los creyentes.
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Cada cristiano tiene la responsabilidad de conocer la Palabra de Dios y compartirla con los demás. Pero en un mundo marcado por el pecado, la falsa enseñanza está en todas partes. Muchas personas oscurecen, distorsionan o cuestionan lo que Dios ha revelado en las Escrituras, incluso algunos líderes de la Iglesia. Para estar mejor preparados como testigos de Cristo, debemos identificar la falsedad y el daño devastador que conlleva.
¿Cómo estas falsas enseñanzas se comparan con el cristianismo bíblico?
En contraste con las dos doctrinas principales del legalismo, la Escritura enseña lo siguiente:
- No comenzamos la vida cristiana confiando en Cristo y luego la completamos con nuestras obras (Gal 3:1-4; Ef 1:3-14; Flp 1:6). La justificación es un acto irreversible y definitivo de Dios por el cual Él perdona todos los pecados de los creyentes y los acepta como justos solo por la justicia imputada de Cristo (Gn 15:6; Rom 3:21-22; 4:1-5). La santificación de un cristiano no añade nada a su posición ante Dios. Los creyentes no pueden perder su posición ante Dios por su pecado, aunque Dios puede castigarlos por ello.
- La ley de Dios requiere obediencia perfecta (Gal 3:10- 11). Cristo nació sujeto a la ley para lograr la justicia perfecta para Su pueblo (Gal 4:4). Como el último Adán, Jesús obedeció perfectamente la ley de Dios. Donde Adán pecó, Jesús obedeció. Dios produce buenas obras en los creyentes después de aceptarlos en Cristo, pero estas obras no tienen peso alguno con respecto a su posición ante Él (Ef 2:8-10).
En oposición a las dos doctrinas principales del antinomianismo, la Escritura enseña lo siguiente:
- La gracia justificadora de Dios es mayor que todo nuestro pecado (Rom 5:21) y produce santidad en las vidas de los que Él ha justificado. El apóstol Pablo defendió el evangelio de los cargos de antinomianismo explicando que la unión del creyente con Cristo se traduce en santidad (Rom 6:1-14). Con frecuencia, Pablo defendió el papel de la ley en la vida del cristiano (Rom 13:9; Ef 6:1). Aunque nadie es justificado por guardar la ley, los creyentes cumplen la ley de Dios a través del amor (Gal 5:14). Cada creyente debe tomar las advertencias de Dios con la mayor seriedad (1 Co 6:9-10).
- En la justificación, Jesús expía la culpa de nuestros pecados. En la santificación, Jesús, que ha roto el poder del pecado, nos capacita para vivir cada vez más para Él (Rom 6:6-10). Mientras que la justificación es un acto único e irrepetible de Dios, la santificación es un proceso continuo en la vida del creyente. Los cristianos están llamados a plasmar en sus vidas cristianas lo que Dios está obrando en ellos (Flp 2:12-13). Eso incluye el procurar activamente una vida de santidad y obediencia a los mandamientos de Dios.
¿Cómo puedo compartir el evangelio con los que sostienen estas falsas enseñanzas?
- Enfócate en los muchos rechazos de estos errores en las Escrituras. La Escritura refuta constantemente las falsas enseñanzas del legalismo y el libertinaje. En el Antiguo Testamento, Dios siempre llama al Israel rebelde a arrepentirse de sus obras libertinas. En los evangelios, Jesús reprende una y otra vez a los líderes religiosos de Israel por su legalismo. En las epístolas, los apóstoles abordan las peligrosas falsas enseñanzas tanto del legalismo como del libertinaje. Cuanto más guiemos a los demás a la Escritura para que vean la prevalencia de estos errores, más podremos ayudar a convencerlos de lo peligroso que es adoptarlos y más útiles seremos para darles el remedio del evangelio.
- Enfócate en la enseñanza bíblica sobre la depravación del corazón humano. Ya que el legalismo y el antinomianismo surgen de la depravación pecaminosa del corazón humano, podemos ayudar a otros a apartarse de estos errores si les señalamos lo que las Escrituras enseñan sobre nuestra condición pecaminosa. La Biblia enseña que todos por naturaleza estamos «muertos en… delitos y pecados» (Ef 2:1-5). Por nosotros mismos, somos incapaces de hacer algo espiritualmente agradable a Dios (Rom 5:6; Ef 2:12). Todas nuestras obras sin Cristo son violaciones de la ley de Dios que nos hacen merecedores del eterno furor y juicio de Dios (Mt 7:23).
- Enfócate en la suficiencia de la persona y la obra de Cristo. El mensaje del Cristo crucificado es la cura para el legalismo y el antinomianismo. Jesús murió para lidiar con nuestra justicia propia y nuestro libertinaje. Cristo vino como el último Adán (Rom 5:12-21). No tenemos justicia fuera de Él. Cuando entendamos que recibimos Su justicia imputada por la fe sola, dejaremos de intentar establecer una justicia propia por medio de nuestro desempeño (Flp 3:9). Al reconocer que Jesús murió para expiar nuestra iniquidad (1 Jn 3:4), desearemos vivir una vida de obediencia a Sus mandamientos. Cuando entendemos que Cristo es la fuente de la santificación de los creyentes (1 Co 1:30), anhelamos conformarnos cada vez más a Su imagen.
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Este artículo sobre la defensa de tu fe fue adaptado de una porción del libro Manual práctico sobre falsas enseñanzas publicado por Poiema Publicaciones.
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Páginas 57 a la 59