La defensa de la fe
Dios instruye a los creyentes a estar «siempre preparados para presentar defensa [apologia en griego] ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 Pe 3:15). La apologética implica dar a las personas una respuesta bien razonada a sus acusaciones; es una defensa verbal y racional de la fe cristiana. Para poder presentar una defensa eficaz de la verdad, lo primero es que necesitamos conocer bien las Escrituras. Defender la verdad de la Palabra de Dios contra falsedades y mentiras es parte integral de la vida y el servicio del cristiano. Para hacerlo con eficacia, también debemos estar preparados para defender la verdad contra enseñanzas y prácticas falsas que contradicen las Escrituras.
Además de presentar una defensa racional de la verdad de la Escritura, los cristianos debemos defenderla con nuestra forma de vivir y de actuar. El testimonio del cristiano a favor de la verdad suele ser una respuesta a un mundo que observa cómo el cristiano vive su fe. Pedro introdujo una dimensión ética al mandamiento de defender la fe. Exhortó a los creyentes a presentar defensa «con mansedumbre y reverencia» (1 Pe 3:15). Nuestras vidas funcionan como defensa de la verdad. Jesús les enseñó a Sus discípulos: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros» ( Jn 13:35). El apóstol Pablo instó a los creyentes a que se comprometieran a hablar «la verdad en amor» (Ef 4:15). Este es un aspecto clave para la defensa de la fe. La manera en la que hablamos la verdad es vital en nuestra defensa de la misma. Es significativo tanto para los pastores como para los laicos. Tal como el apóstol Pablo le escribió a Timoteo: «Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar… corrigiendo tiernamente a los que se oponen» (2 Tim 2:24-25).
La contienda por la fe
Los cristianos no solo somos llamados a defender la fe, sino también a «contender por la fe» ( Jud 3) de forma proactiva. La Iglesia debe ser proactiva en la promoción de la verdad de la fe cristiana, exponiendo, refutando, reprendiendo y corrigiendo los errores teológicos (Ef 5:11; 2 Tim 2:25; Tit 1:13; 2:15). Esto se puede apreciar en la manera en que Pablo interactuó con las enseñanzas e ideologías falsas representadas en Atenas (Hch 17:16-34). En especial, a los pastores les ha sido dada la responsabilidad de contender por la verdad a favor de los miembros de la iglesia. Esta tarea incluye desenmascarar las enseñanzas y los estilos de vida falsos que contradicen la verdad. Pablo le encarga a Tito que reprenda a los que tienen vidas que contradicen el evangelio para que «sean sanos en la fe» (Tit 1:13). También, se refirió a los que «profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan» (v. 16). El apóstol Juan exhortó a la Iglesia a que no le dieran a nadie la oportunidad de diseminar falsas enseñanzas en la comunidad cristiana (2 Jn 9-11). Pablo instó a los ancianos de Éfeso a que se mantuvieran alertas porque de entre ellos se levantarían hombres «hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos» (Hch 20:30). Este llamado a contender por la fe es un tema común en las epístolas pastorales (1 Tim 1:3-4; 2 Tim 1:13; Tit 3:9).
Ministerios Ligonier
Cada cristiano tiene la responsabilidad de conocer la Palabra de Dios y compartirla con los demás. Pero en un mundo marcado por el pecado, la falsa enseñanza está en todas partes. Muchas personas oscurecen, distorsionan o cuestionan lo que Dios ha revelado en las Escrituras, incluso algunos líderes de la Iglesia. Para estar mejor preparados como testigos de Cristo, debemos identificar la falsedad y el daño devastador que conlleva.
La proclamación de la fe
Puesto que Dios ha instituido pastores para proteger la verdad (2 Tim 1:14), la predicación de la Palabra de Dios es el medio principal para defenderla y preservarla. Dios ha instituido la predicación del evangelio como Su herramienta principal para el avance de Su Reino (Rom 10:14-17; 1 Co 1:21). La predicación de la Palabra también es la vía central para corregir el error y las enseñanzas falsas. Pablo exhortó a Timoteo: «Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos» (2 Ti 4:2-4).
Aunque no todos los cristianos son llamados y capacitados para predicar y enseñar en la iglesia, Dios llama a todos sus miembros a ser fieles en la propagación de Su Palabra en sus interacciones cotidianas con otras personas. Fue por eso que Pablo elogió a los miembros de la iglesia en Tesalónica: «Porque saliendo de vosotros, la palabra del Señor ha resonado, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también por todas partes vuestra fe en Dios se ha divulgado» (1 Tes 1:8). A medida que los ministros proclamen fielmente la verdad de la Palabra de Dios, los creyentes estarán mejor equipados para comunicar fielmente la verdad de la Escritura en sus relaciones cotidianas.
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Este artículo sobre la defensa de tu fe fue adaptado de una porción del libro Manual práctico sobre falsas enseñanzas publicado por Poiema Publicaciones.
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Páginas 11 a la 16