Cuatro verdades centradas en el evangelio para una buena comunicación

Cuatro verdades centradas en el evangelio para una buena comunicación

La Biblia tiene mucho que decir acerca de la comunicación, y este libro no puede resumirlo todo. Sin embargo, uno de los mejores textos sobre la comunicación es Efesios 4:25-32. Para entender este pasaje, consideremos el contexto. En Efesios 4:17-24, Pablo explica que cuando confías en Cristo como Señor y Salvador, tus pensamientos y acciones cambian radicalmente. Eres una nueva persona en Cristo, unida a Él. Tienes al Espíritu Santo morando en ti, así que puedes vivir como un embajador de Jesús. Dios cambia tu corazón para que tu vida sea transformada. Pablo explica que un creyente no debe comportarse como un no creyente, sino que debe cambiar patrones pecaminosos por patrones piadosos. Este proceso de crecer en nuestra semejanza a Cristo (santificación progresiva) ocurre a medida que nuestras mentes son renovadas (ver también Ro 12:1-2) por la gracia de Dios.

Cuando unes Santiago 4:1-2 con Efesios 4:17-24, notas que todo lo que esté en el centro de nuestra vida que no sea Cristo debe ser quitado de allí. Hay que adoptar una nueva forma de pensar y de actuar. En Efesios 4, Pablo explica diversos aspectos de esta nueva mentalidad; la mayoría tiene que ver con la comunicación.

Verdad #1: Hay que ser honesto

Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo (Ef 4:25).

A primera vista, la honestidad parece tan sencilla. Sin embargo, nuestra comunicación suele contener diversos tipos de engaño. Por ejemplo: (1) cuando mentimos, sin importar cuán pequeña o “inocente” sea la mentira; (2) cuando usamos un lenguaje corporal que no concuerda con nuestras palabras; (3) cuando exageramos sin dejarle saber a nuestra audiencia que estamos exagerando; o (4) cuando usamos palabras absolutas como “nunca” o “siempre”. En este cuarto ejemplo, nuestra comunicación no representa los hechos con precisión. Más bien, nuestras palabras dicen a los demás cuán buenos somos o cuán malos son los demás. La verdad es que tu jefe no siempre es malo, que tu cónyuge no siempre es insensible y que tu colega no siempre es grosero.

Aunque no es fácil ser honesto, especialmente en conversaciones cargadas de emoción, el versículo 25 explica que necesitamos ser honestos porque “todos somos miembros de un mismo cuerpo”. No puedes construir relaciones significativas a menos que estés dispuesto a ser honesto cuando sea difícil serlo. La Biblia dice que fieles son las heridas de un amigo (aunque siguen siendo heridas), y que son mucho mejores que los besos de un enemigo (Pro 27:6). En el matrimonio, tenemos que aprender a recibir ese tipo de palabras de nuestro cónyuge.

Si ambos están enfocados en su amor por Jesús y tienen gozo en su relación con Él, comenzarán a comunicarse con honestidad. Se esforzarán por hablar acerca del verdadero problema en lugar de esconderse detrás de uno falso. Como resultado, podrán confiar en lo que el otro está diciendo y hablar acerca de los asuntos reales en sus vidas. Todos los matrimonios tienen sus luchas y desafíos, pero la honestidad no es solo la mejor opción, sino que es la única opción que honra a Cristo. Si sus palabras son honestas y las expresan con sabiduría, su relación será mucho más sólida y tendrán muchos años de gozo juntos.

Verdad #2: Hay que resolver los problemas rápidamente

Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo (Ef 4:26-27).

A las parejas suele costarles resolver los problemas el mismo día. O los dejan sin resolver o los intentos por resolverlos causan aún más problemas. Los problemas no resueltos pueden llevar a la amargura (Heb 12:15). La amargura es evidente cuando alguien trae el problema una y otra vez para criticar y condenar. Con el tiempo, la amargura asociada a problemas sin resolver crece a tal punto que ninguna relación es posible hasta que la amargura no sea removida.

Cuando empieces a poner en práctica esta regla, descubrirás que mantener la relación sin problemas acumulados no es tan difícil como pensabas. Imagina que nunca tuvieran que decirse el uno al otro: “Recuerdas que hace catorce años tú…”; que nunca se agregaran asuntos viejos a los nuevos. Si Jesús está en el centro de su comunicación, será poco probable que pasen días acumulando conflictos.

Ahora que tengo veinte años de matrimonio, disfruto grandemente de mi hogar. Es un lugar de refugio porque el conflicto, cuando ocurre, es resuelto rápidamente. Esto no es imposible, aun para dos pecadores salvos por gracia como nosotros. Esto es posible para ustedes también si mantienen a Jesús en el centro de sus vidas y dependen de Su fuerza para amar como Él les amó.

Verdad #3: Hay que edificar en lugar de atacar

Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan (Ef 4:29).

Este principio se aplica cuando hay dos personas tratando de lidiar con un problema y una de ellas ataca a la otra en vez de lidiar con el problema. No enfocarnos en el problema puede llevar a ataques que dañan la relación y causan otra serie de problemas. Efesios 4:29 nos dice que esto es lo opuesto a lo que Dios quiere. Nuestras palabras deben ser canales de gracia, no armas para el conflicto.

Pero nota que Efesios 4:29 no fue escrito simplemente para resolver problemas. Imagina que la mayor parte de tu comunicación con tu prometido(a) estuviera caracterizada por palabras que edifican. Imagina que pasaran tanto tiempo compartiendo todas las cosas buenas que casi no les quedara tiempo para hablar acerca de los problemas. Esa sería una relación caracterizada por el gozo.

Creo firmemente que puede ser de esta manera si eligen adorar a Jesús usando palabras que edifican. Enviarse mensajes de texto cariñosos, agradecer al otro por las maneras en que es una bendición y hablarse el uno al otro con amabilidad son diferentes formas de agradar a Jesús y edificar su matrimonio.

Verdad #4: Hay que actuar, no reaccionar

Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo (Ef 4:31-32).

Podríamos decir muchas cosas sobre estos versículos, pero hay dos cosas en particular que sobresalen. Primero, hay ciertas respuestas (acciones) que siempre deben ser parte de nuestra comunicación —palabras que expresen bondad, compasión y perdón. ¿Los que trabajan contigo dirían que te comunicas así?

Segundo, ciertos tipos de comunicación (reacciones) son pecaminosos y necesitan ser eliminados —palabras que expresen ira, enojo y calumnias. ¿Por qué? Porque estas cosas no agradan al Señor. ¿Eres pronto en señalar las faltas de los demás? ¿Usas un tono áspero? ¿Asumes lo peor de las personas y luego compartes esos pensamientos con los demás para que también piensen lo peor?

Nadie puede aplicar estos cuatro principios de manera perfecta, pero el versículo 32 contiene algo hermoso para nosotros: una forma de lidiar con esos momentos en los que deshonramos al Señor con nuestras palabras. Cada vez que peques, pídele a Dios que te perdone. Cuando hemos recibido el maravilloso perdón de Jesús, somos capaces de perdonar.

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Este artículo Cuatro verdades centradas en el evangelio para una buena comunicación fue adaptado de una porción del libro De camino al matrimonio, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 89 a la 92

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