Bienvenido a un mundo dirigido por Dios

Bienvenido a un mundo dirigido por Dios

Invitación a las maravillas de la providencia

 

Una realidad trágica del mundo moderno es que la mayoría de personas contemporáneas con mentalidad científica creen que hablar de los tecnicismos de la fotosíntesis es más verdadero y significativo que decir, “Dios hace que crezca la hierba” (ver Sal 104:14; 147:8). Esta no es solo una frase para niños. Es una frase —una realidad— que necesita desesperadamente el hombre moderno de alma seca, cuyo mundo ha pasado de ser un escenario de maravillas a una máquina que funciona simplemente bajo leyes mecánicas.

La ciencia moderna nos ha hecho más conscientes de los patrones de causalidad y regularidad en la naturaleza, a los cuales llamamos “leyes de la naturaleza”. Pero la Biblia revela la relación continua de Dios con la naturaleza de tal forma que ningún proceso ni evento natural es tan insignificante como para quedarse por fuera de Su providencia omnipresente y decidida.

Por supuesto, un cristiano dirigido por Dios puede dedicarse felizmente a su trabajo científico sobre la fotosíntesis y ponerle nombres técnicos a lo que Dios ha creado. Pero ay de nosotros si seguimos el espíritu secular de esta época hacia una mentalidad donde Dios no está a la vista, no está en nuestro pensamiento ni está en nuestra conversación cotidiana sobre las maravillas de la hierba que crece.

Dios no quiere que nos veamos a nosotros mismos, ni a ninguna parte del mundo, como engranajes en las ruedas de un mecanismo impersonal. El mundo no es una máquina creada por Dios para que funcione por sí sola. Es una pintura, o una escultura, o una obra dramática —y Dios es el pintor, el escultor, el director. El Hijo de Dios sostiene al mundo por la palabra de Su poder (Col 1:17; Heb 1:3) y gobierna sus detalles más pequeños (Mt 10:29; Pro 16:33).

El mundo dirigido por Dios

Jesús nos dijo que miremos las aves porque Dios las alimenta (Mt 6:26) y consideremos los lirios porque Dios los viste (Mt 6:28-30). Aquí no apuntaba a la estética. Su objetivo era liberar a Su pueblo de la ansiedad. Realmente consideraba como un argumento válido que, si nuestro Padre celestial alimenta las aves y viste los lirios, cuánto más va a alimentar y vestir a Sus hijos.

Esto es simplemente extraordinario. El argumento es válido solo si Dios realmente es el que se asegura de que las aves encuentren sus gusanos y los lirios vistan sus flores. Si las aves y los lirios actúan simplemente por leyes naturales, sin ninguna mano divina, Jesús solo está jugando con palabras. Pero Él *no* está jugando con palabras. Realmente cree que la mano de Dios está actuando en los detalles más pequeños de los procesos naturales. Esto es aún más claro en Mateo 10:29-31:

¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, *ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre*; y Él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones.

Dios no solo alimenta las aves y viste los lirios, sino que decide cuándo muere y cae a tierra cada pájaro (cantidades incontables cada año). Su punto es el mismo que en Mateo 6: “Él es tu Padre. Tú eres más precioso para Él que las aves. Por tanto, no debes temer”. Ese tipo de providencia omnipresente, junto con esa clase de cuidado paternal, implica que Él puede cuidarte y que lo hará. Entonces, busca el reino primero, con absolutamente todo tu ser, y no estés ansioso (Mt 6:33).

La providencia activa

Esta perspectiva de la dirección de Dios sobre el mundo no solo era característica de Jesús. El salmista canta al Señor sobre el cuidado específico que les da a las criaturas que formó:

     Todos ellos esperan de ti
      que a su tiempo les des su alimento.
     Tú les das, y ellos recogen;
      abres la mano, y se colman de bienes.
     Si escondes Tu rostro, se aterran;
      si les quitas el aliento, mueren
      y vuelven al polvo.
     Pero, si envías Tu Espíritu, son creados,
      y así renuevas la faz de la tierra. (Salmos 104:27–30)

Dios se involucra en la naturaleza de una forma activa, con un tipo de cercanía que hace que los escritores bíblicos hagan declaraciones como, “[Él] hace crecer la hierba en los montes” (Sal 147:8). “El Señor, por Su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás” (Jon 1:17). “Dios el Señor dispuso una planta” (Jn 4:6). “Dios dispuso que un gusano la hiriera, y la planta se marchitó” (Jn 4:7). “Saca de sus depósitos a los vientos” (Sal 135:7). “Levanta las nubes desde los confines de la tierra; envía relámpagos con la lluvia” (Sal 135:7). “Él… reprendió al viento y a las olas” (Lc 8:24). Esto no es poesía para referirse a procesos naturales que excluyen a Dios. Esta es providencia activa de Dios.

Viendo el sol naciente

Siempre estaré agradecido porque en mi época universitaria, uno de mis profesores de literatura fue Clyde Kilby. Una vez dio una clase sobre el despertar del asombro frente a la extraña gloria de las cosas comunes. Terminó la clase con diez resoluciones sobre lo que él llama “salud mental”. Estas son dos de ellas:

Abriré mis ojos y oídos. Una vez al día simplemente miraré un árbol, una flor, una nube o una persona. En ese momento no me preocuparé en absoluto por preguntar qué son, sino que me regocijaré de que existan. Con alegría les concederé el misterio de lo que [C. S.] Lewis llama su existencia “divina, mágica, aterradora y extática”.

Aún si resulta que estoy equivocado, apostaré mi vida a la suposición de que este mundo no es tonto, ni es gobernado por un terrateniente ausente; sino que hoy, en este mismo día, se está agregando una pincelada al lienzo cósmico que a su debido momento entenderé con gozo como una pincelada del arquitecto que se llama a Sí mismo Alfa y Omega.

Gracias a la influencia reveladora de Kilby y a lo que ahora veo en la Biblia como una providencia que abarca todo y se encuentra en todo, vivo más conscientemente en un mundo dirigido por Dios. Veo la realidad de una forma diferente. Por ejemplo, antes solía ver los amaneceres cuando salía a correr y pensaba, “Dios ha creado un mundo hermoso”. Entonces, mi pensamiento pasó a ser menos general y más específico, más personal. Decía, “Cada mañana, Dios pinta un amanecer diferente”. Nunca se cansa de hacerlo, una y otra vez. Pero entonces entendí. No, Él no lo hace una y otra vez. Más bien, *nunca deja* de hacerlo. El sol siempre está saliendo en alguna parte del mundo. Dios guía el sol las 24 horas todos los días y pinta amaneceres en cada momento, siglo tras siglo, sin un segundo de descanso, y nunca se cansa ni disminuye Su entusiasmo con la obra de Sus manos. Incluso cuando la nubosidad impide que el hombre los vea, Dios está pintando amaneceres espectaculares por encima de las nubes.

Dios no quiere que veamos el mundo que ha creado y que no sintamos nada. Cuando el salmista dice, “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Sal 19:1), no lo dice solamente para aclarar nuestra teología. Lo dice para que nuestra alma se regocije. Esto lo sabemos por lo que dice el salmo más adelante:

     Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol,
     Y este, como novio que sale de la cámara nupcial,
     se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. (Sal 19:4–5)

¿Cuál es el propósito al decir esto? Cuando vemos la obra de Dios en la creación, nos sumergimos en un gozo similar al del novio y un gozo similar al de un atleta como Eric Liddell al correr con la cabeza hacia atrás, moviendo los codos, con la sonrisa brillante en la película *Carrozas de fuego*, disfrutando del placer mismo de Dios.

Diez mil providencias sin agradecimiento — A diario

Tengo que detenerme aquí para hacer una observación sobre la forma en que el mundo responde a la providencia de Dios. Si hay una tormenta en el mar y se hunde un trasatlántico, o si las condiciones climáticas peligrosas derrumban un avión comercial de pasajeros y todos fallecen, suele escucharse un clamor —tanto públicamente como en el dolor individual de los familiares— sobre cómo Dios falló al no prevenir este desastre (“¿dónde estaba Dios?”). El dolor intenso en todos los que experimentan la pérdida en estos desastres es real, difícil y entendible. Y con mucha frecuencia, incluso los santos más maduros lanzan palabras desacertadas al viento (Job 6:26). Los consejeros sabios dejan pasar estas palabras sin juzgarlas en el momento de la crisis.

Pero, ¿Dónde está la intensidad emocional correspondiente, o incluso un reconocimiento leve, de la providencia de Dios cuando cien mil aviones de pasajeros aterrizan a salvo todos los días? Esa es la cantidad aproximada de vuelos programados que hay cada día en el mundo. Y eso no incluye la aviación en general, taxis aéreos, militares y de carga. ¿Dónde está el coro incesante de asombro y agradecimiento porque hoy Dios hizo que diez millones de factores mecánicos, naturales y personales conspiraran perfectamente para mantener estos aviones en el aire y llevarlos a su destino a salvo —la mayoría de ellos transportando personas que ignoran y desprecian a Dios todos los días?

Incluso cuando un avión con motores que fallan aterriza en el río Hudson y todos los pasajeros salen por las alas flotantes de este avión de 80 toneladas, o cuando un avión con 97 pasajeros se estrella en México y se prende en llamas *después* de que todos los pasajeros y toda la tripulación han salido y están a salvo, ¿dónde está la expresión pública de gratitud al Dios de maravillas? ¿Dónde está la manifestación del corazón de agradecimiento a Dios que escuchamos en el Salmo 107:31 por el rescate en el mar?

     ¡Que den gracias al Señor por Su gran amor,
      por sus maravillas en favor de los hombres!

El mundo, e incluso miles de cristianos, no alaban ni dan gracias a Dios por los millones de providencias diarias que sostienen sus vidas porque no ven el mundo como el escenario de las maravillas de Dios. Lo ven como una gran máquina que funciona mecánicamente con leyes naturales, a excepción de cuando la rebeldía de nuestro corazón y autoexaltación encuentra la oportunidad adecuada para señalar fallas en Dios y justificar nuestra ceguera ante miles de millones de actos de bondad hacia Su creación rebelde.

Creador, Sustentador, Tesoro

Jesús, los salmistas y el resto de los autores bíblicos no quieren que pensemos o hablemos como los naturalistas modernos, que creen que el mundo natural se forma y se sostiene por procesos físicos mecánicos. Ya sea con las nubes, la hierba para los animales, o los ojos y oídos para el hombre, la providencia de Dios está cerca y es poderosa en Si continua creación y sustentación.

“Los oídos para oír y los ojos para ver: ¡hermosa pareja que el Señor ha creado!” (Pro 20:12). Todos los billones de ojos y oídos en este planeta fueron creados por Dios —no solo diseñados al comienzo del mundo, sino “creados” en el vientre. “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre” (Sal 139:13). La perspectiva bíblica del mundo es que la hierba y la lluvia y las fuentes y los oídos y ojos son obra de las manos de Dios cuando Él los crea y cuando hacen el trabajo para el que Él los diseñó.

El objetivo de Dios es que en todo lo que ha creado, Su “eterno poder y Su naturaleza divina” sean glorificadas con corazones agradecidos (Ro 1:20-21). Su propósito es que podamos acudir “a Él* desde las maravillas de Su mundo y decir:

     Que la gloria del Señor perdure eternamente…
     Cantaré al Señor toda mi vida;
      cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento…
     *me alegro en el* Señor. (Sal 104:31, 33–34)

Te invito a este mundo dirigido por Dios.

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