Cuándo sí y cuando no ayudar a tus hijos económicamente

Cuándo sí y cuando no ayudar a tus hijos económicamente

Cuando nuestros hijos vienen a nosotros para pedir ayuda económica, debemos tomarnos el tiempo para escuchar todo lo que tienen que decir.

Mostramos amor y respeto al escucharlos con atención y al escuchar las razones por las que necesitan el dinero ahora. Quizá reconozcan los fracasos del pasado y tengan un plan para devolver el dinero, y tenemos que escuchar eso de ellos antes de tomar una decisión. Para asegurarnos de que no estamos financiando un estilo de vida impío, tenemos que hacerles preguntas que nos ayuden a discernir si este es un plan piadoso o solo otra forma de conseguir lo que quieren sin tener que esperar por ello. Quizá sería mejor que nuestros hijos pospongan la gratificación de ese deseo o que ahorren poco a poco hasta tener la cantidad que necesiten. Si nuestros hijos han malgastado su dinero en artículos lujosos, como el último celular y la última computadora que salieron, probablemente lo mejor sea decir “no”. Y como vamos a tratar de ser sabios y de analizar esta decisión bíblicamente, es mejor decirles que vamos a orar sobre esta decisión y esperar un día o dos antes de hacerles saber nuestra respuesta. De esta manera nuestros hijos van a comenzar a entender que no nos pueden presionar en cuanto a darles dinero y que no es adecuado que nos traten como cajeros automáticos.

Si después de orar y considerarlo todavía no estamos seguros de que les debemos dar lo que piden, siempre podemos hacer una contrapropuesta como: “En los siguientes seis meses, por cada dólar que ahorres te daré́ uno más para que te puedas comprar un auto (hasta cinco mil dólares)”. Incluso si llegamos a la conclusión de que debemos decir “no”, siempre lo podemos hacer de manera amable, con respeto y amor, teniendo en cuenta cómo nosotros nos sentimos cuando nos decepcionan al no concedernos nuestra petición.

Es sumamente importante que nos cuidemos de ser manipulados por miedo a las consecuencias si no los ayudamos. Si se enojan con nosotros, nos amenazan con cortar la relación o nos dicen las terribles consecuencias que van a sufrir si no los sacamos de apuros (una vez más), es más amoroso que nos mantengamos firmes y los ayudemos a sufrir los resultados naturales de lo que pudo haber sido un comportamiento irresponsable. No somos responsables de corregir todas las malas decisiones que han tomado, ni debemos evitarles el dolor que les han causado sus malas decisiones. El dolor en el estómago del hijo pródigo le enseñó lecciones que su corazón se había rehusado a aprender. Una mamá escribió:

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Hubo un momento en el que casi rescatamos a nuestro hijo de problemas económicos. Aunque no estaba viviendo en casa, supimos lo que estaba pasando porque le estaban llamando al número de nuestra casa. No había estado haciendo los pagos de su préstamo estudiantil, por lo que el préstamo fue entregado a una agencia de cobro. La agencia ofrecía liquidarlo por una cantidad menor si él pagaba esa cantidad en un solo pago. Consideramos poner su deuda en nuestra tarjeta de crédito. Si hubiéramos asumido la deuda y le hubiéramos permitido a él hacernos los pagos a nosotros, le hubiéramos ahorrado muchos dolores de cabeza (y mucho dinero en cargos por demora, y ni hablar de su calificación crediticia). Sin embargo, sabíamos que eso no era lo que debíamos hacer. Decidimos que no lo sacaríamos de apuros porque nos dimos cuenta de que nuestro hijo tenía que entender las consecuencias de no hacer los pagos a tiempo. Además, si fue irresponsable en pagarle al prestador original, ¿por qué deberíamos pensar que sería diferente con nosotros? No fue fácil, pero teníamos que ser sabios. Afortunadamente entendió nuestra posición y esto no afectó la relación.

Muchos padres, con la esperanza de que sus hijos hayan aprendido su lección y se arrepientan, optan por ayudarlos a salir del problema económico saldando sus deudas. Dado que Dios ha derramado tal misericordia sobre nosotros, no podemos decir que siempre esté mal ayudar. Por amor al evangelio, puede ser bueno errar del lado de la gracia. Una madre escribe:

“Debemos limitarnos a dar ayuda financiera a nuestros hijos adultos únicamente cuando sepamos que se están esforzando por ser económicamente responsables, solo que están teniendo dificultades. Debemos unirnos a ellos para ayudarles a enfrentar sus retos, ya sea que eso signifique permitirles regresar a casa por una temporada o darles dinero”.

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Este artículo Cuándo sí y cuando no ayudar a tus hijos económicamente fue adaptado de una porción del libro Nunca dejas de ser padre, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 125 a la 127

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