Lo que un diácono debe ser
Pablo se centra en el oficio de diácono en 1 Timoteo: 3:8-13.
Asimismo, los diáconos deben ser dignos de respeto, sin doblez de lengua, no dados a mucho vino ni amantes de ganancias deshonestas que mantengan el misterio de la fe con limpia conciencia. Que estos sean probados primero y que después sirvan como diáconos, si es que son hallados irreprensibles. Las mujeres [o “las esposas”], asimismo, deben ser dignas de respeto, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que gobiernen bien a sus hijos y sus propias casas. Porque los que sirven bien como diáconos ganan para sí buena reputación y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús (RVA2015).
Los requisitos diaconales se dividen en tres “negativos” y tres “positivos”, pero primero, uno sobresale en toda la lista: los diáconos deben ser “dignos de respeto” (“honorables”, NVI). Esto no quiere decir que deben ser perfectos; significa que deben ser humildes, penitentes y ejemplares para el rebaño. Entonces, ¿qué implica en la práctica ser dignos? El pasaje indica seis cosas.
Pablo enumera primero los requisitos “negativos”: lo que un diácono no debe ser. Los tres se relacionan con un fruto del Espíritu en particular: el dominio propio.
Sin doblez de lengua
Los diáconos calificados se esfuerzan por controlar su lengua. Debido a que los diáconos se dedican a servir, tendrán innumerables interacciones con la gente. Y estas interacciones no siempre serán con los santos más brillantes. Los diáconos se enfrentarán a menudo con personas que sufren y luchan, algunas de las cuales estarán descontentas y serán propensas a quejarse.
En todas estas interacciones, un diácono debe ser compasivo y al mismo tiempo mantenerse en guardia. Los diáconos que cumplen el rol bíblico:
Guardarán sus lenguas de revelar información que la persona a la que sirven no debería o simplemente no necesita saber. “Sí, el pastor Mike puede ser así a veces. Entre nosotros, es un gran problema incluso para algunos de nosotros los diáconos”.
Guardarán sus oídos para no ser parte de chismes o calumnias contra los líderes de la iglesia u otros miembros. “¿Oh, en serio? ¿Dijo eso? ¡Lo sospechaba, pero ahora definitivamente mantendré mi distancia!”.
Guardarán sus lenguas (de nuevo) de chismes y calumnias cuando cuenten conversaciones o información a otros. Es difícil, después de escuchar algo delicado o “jugoso”, no transmitirlo; quizá haciendo que parezca una “petición de oración”. “Dios lo bendiga, realmente tenemos que orar por Earl, parece que aún no puede recomponerse”.
No ser sin doblez de lengua no es un defecto leve o una peculiaridad; es un síntoma de orgullo hipócrita. Es decir conscientemente una cosa a un grupo, y luego decir o insinuar otra cosa a un grupo diferente. No ser sin doblez de lengua indica temor al hombre, y un diácono impulsado por el temor al hombre puede destruir a toda una iglesia.
La adulación, se ha observado, es decir en la cara de alguien lo que no dirías a sus espaldas, mientras que el chisme es decir a espaldas de alguien lo que no dirías en su cara. Un diácono calificado evita deliberadamente ambas cosas. Pero en la medida que un diácono vive para agradar a la gente, esto resultará imposible, porque solo el temor a Dios puede echar fuera el temor al hombre. Satanás hará lo que sea para ganar un punto de apoyo en la casa de su enemigo (Ef 4:27). Un diácono maduro no utilizará las palabras para abrir la puerta.
No dados a mucho vino
Los diáconos no solo deben tener dominio propio al hablar, también deben saber controlar sus apetitos. Esta norma prohíbe la embriaguez (cf. Ef 5:8) y también se opone a todo lo que esclavice el corazón del diácono o perjudique su juicio.
Es posible que Pablo incluyera este requisito, ya que la naturaleza del trabajo diaconal incluiría a veces llevar vino a los enfermos por razones medicinales (1Ti 5:23). Sin embargo, independientemente del propósito, el principio es claro: los diáconos calificados no se entregarán a los antojos ni abusarán de sustancias que puedan obstaculizar su trabajo o testimonio.
Ni amantes de ganancias deshonestas
Los diáconos que cumplen el mandato bíblico controlarán sus palabras, sus apetitos y también sus billeteras (específicamente, lo que entra en sus billeteras). Si bien estas virtudes caracterizan a cualquier creyente maduro, la naturaleza específica del trabajo diaconal pondrá a veces a los diáconos en contacto con el dinero de la iglesia. Por tanto, Pablo advierte contra la instalación de cualquier persona conocida por ser engañadora, por ser poco ética y por obsesionarse con el dinero. Una persona mundana y materialista luchará con la avaricia, que a su vez alimentará la tentación hacia las ganancias deshonestas. Por ello, esta debería ser un área en la que un diácono demuestre un dominio propio intachable.
Luego de enumerar estos tres requisitos “negativos”, Pablo se centra en los tres requisitos “positivos”.
Matt Smethurst
En este pequeño libro, Matt Smethurst explica que los diáconos son siervos modelo llamados a suplir necesidades tangibles, a organizar y movilizar actos de servicio, a preservar la unidad del rebaño y a apoyar el ministerio de los ancianos. Aclarando malentendidos comunes, Smethurst ofrece una guía práctica para desarrollar diáconos y ayudar en el florecimiento de las iglesias.
Que mantengan el misterio de la fe con limpia conciencia
Puede ser fácil suponer que los diáconos —por el enfoque práctico de su trabajo— no necesitan saber mucho de doctrina. Uno podría pensar que el trabajo de los diáconos es un trabajo manual, no un trabajo mental. ¿No pueden quedarse en su carril y delegar la teología a los pastores? No, según las Escrituras. Es cierto que la responsabilidad principal de enseñar y gobernar recae en los ancianos de la iglesia —y no hay que confundir los roles de los ancianos y los diáconos—, pero los diáconos no están exentos de conocer la Biblia. De hecho, a menudo se encontrarán en situaciones donde tendrán la oportunidad de hablar de las verdades bíblicas. La cuestión, entonces, no es si los diáconos serán teólogos, sino si serán buenos teólogos.
Cuando Pablo utiliza la palabra “misterio”, como lo suele hacer, no se refiere al género de las novelas romanas. Se refiere a la verdad divina que antes estaba oculta y que ahora es revelada. Se refiere al contenido del evangelio y de la sana doctrina. Observa que este breve requisito en realidad exige tres cosas a los candidatos a diáconos.
Deben conocer la fe. Esto es implícito y obvio, pues no se puede guardar lo que no se conoce. Un diácono calificado estará ansioso por crecer en una clara comprensión de Dios, la humildad, Cristo, la salvación, etc. Esto no significa que un diácono deba ser el mayor lector en la iglesia, pero sí que tendrá hambre de aprender las cosas de Dios.
Deben guardar la fe. Toda verdad que un diácono capte con su mente debe aferrarse a ella con su corazón. Cualquiera que se avergüence de las verdades bíblicas que chocan con las tendencias culturales actuales aún no está calificado para servir como diácono. La Palabra de Dios es preciosa; busca a los que la abrazan con humilde alegría.
Deben vivir la fe. No es suficiente conocer y guardar lo que es verdad; Pablo también insiste en que la conciencia de un diácono debe estar limpia. Esto se refiere a los requisitos anteriores, por supuesto, ya que la hipocresía —ya sea expresada en un discurso engañoso, adicciones secretas o ganancias deshonestas— destrozará lentamente una conciencia clara. Pero un diácono con la conciencia limpia será una persona con integridad moral y valor. Recuerdo las palabras de Atticus Finch en Matar a un ruiseñor de Haper Lee: “Lo único que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de una persona”. La claridad de la conciencia no es la regla definitiva, ya que las conciencias son imperfectas, pero es una norma importante. Un diácono con una conciencia sana mantendrá las cuentas claras con Dios a través de una confesión y un arrepentimiento genuino y continuo (cf. 1Jn 1:9).
Sometidos a prueba e irreprensibles
¿Cuántas veces una iglesia ha sido perjudicada por un diácono que no tenía nada que hacer? ¿Y cuántas de esas veces se podría haber prevenido el desastre si se hubiera hecho caso al requisito de ser “sometidos a prueba” y ser “irreprensibles”?
Una de las razones por las que esta norma puede ser dejada de lado, imagino, es porque Pablo no es explícito en cuanto a la duración o naturaleza de la prueba. ¿Qué debería implicar el proceso y cuánto debería durar? Las iglesias, de manera individual, deben ser sabias y discernirlo en oración. Lo que no es negociable, sin embargo, es que debe haber una temporada de prueba.
En mi iglesia, como mencioné antes, deben darse al menos tres pasos antes de que alguien se convierta en diácono. Primero, los ancianos discuten si la persona sería adecuada para el puesto. Si estamos de acuerdo en que lo sería, entonces la invitamos, suponiendo que desea servir, a completar un cuestionario (ver el Apéndice 2). Este valioso documento permite a los ancianos hacerse una mejor idea de las convicciones y prácticas del candidato, así como de sus fortalezas y debilidades. Finalmente, nominamos a la persona en una reunión de miembros, animando a la iglesia a que se tome un mes para considerar la aptitud de la persona para el cargo y a que ofrezca su opinión en privado a los ancianos. Todo esto ocurre antes de que la congregación vote formalmente para instalar a la persona en el diaconado.
Cada iglesia someterá a prueba a los candidatos al diaconado de manera diferente. Eso está bien. El proceso anterior ha funcionado bien dentro de la política congregacionalista dirigida por los ancianos de nuestra iglesia, pero lo que importa es que tu iglesia tenga algún medio para investigar el carácter y la aptitud de los candidatos a diáconos, antes de que sea demasiado tarde. Pablo incluye este requisito para proteger al precioso cuerpo de Cristo.
Una vida familiar fiel
El último requisito de Pablo es que la piedad de un diácono debe extenderse a sus relaciones más cercanas. No, incorrecto: debe comenzar con sus relaciones más cercanas.
Si un hombre está casado, debe amar a su esposa y serle fiel solo a ella: marido de una sola mujer. Tu iglesia siempre puede conseguir otro diácono, pero la esposa de un diácono no puede conseguir otro esposo. Servir a nuestros cónyuges es el mejor campo de entrenamiento para servir a los santos.
Si el diácono tiene hijos, debe criarlos en una atmósfera de amable firmeza y alegre amor, estableciendo no solo las creencias, sino la moral de su hogar. En resumen, debe gobernar a su familia con deliberación y diligencia, entrenando así su corazón para servir también a la iglesia.
El apóstol no pudo ser más claro: no existe un buen diácono que sea un pésimo esposo o padre. Ser un “buen hombre de familia” no es un bonus a la hora de considerar a alguien para el diaconado; es un prerrequisito.
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Este artículo 6 características indispensables de un diácono fue adaptado de una porción del libro Los diáconos, publicado por Poiema Publicaciones.
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Páginas 63 a la 69