Por qué debemos congregarnos en la iglesia (especialmente si eres joven)

Nuestra comunidad

El evangelio es la historia de Dios de principio a fin, y definitivamente Él es el héroe. Pero hay otro personaje en la historia del que no hemos hablado. Ella no es popular ni glamurosa, y la mayoría de las veces ni siquiera es encantadora. Puede ser crítica o perezosa, puede estar amargada o confiada en su propia justicia. Se trata de una damisela en un apuro bastante serio. Pero Dios la ama. La ama tanto, de hecho, que envió a Su Hijo a morir por ella.

¿Quién es ella?

Es la iglesia.

Manuela y el nuevo concepto de “ser iglesia”

A mi amiga Manuela no le interesaba mucho la iglesia. Su familia nunca iba (a menos que fuera Semana Santa o Navidad), pero a ella no le preocupaba mucho eso. La conocí a mis doce años en un campamento bíblico de verano donde fuimos compañeras de cabaña. El primer día, mientras caminábamos juntas hacia el comedor, nos hicimos varias preguntas: “¿Dónde vives?”, “¿Es tu primera vez aquí?”, “¿Estás en el grupo de teatro?”. Luego se me ocurrió otra pregunta. Y a partir de ese momento, todo fue de mal en peor.

Pregunté: “¿A qué iglesia vas?”. Ella se encogió e hizo una pausa larga e incómoda. Sentí que había dicho algo malo.

Finalmente, ella respondió: “En realidad mi familia no va a la iglesia. No es lo nuestro”.

Me quedé sin habla. En mi ingenuidad, nunca había conocido a nadie que dijera amar a Jesús y que ignorara a Su iglesia. Sin embargo, su perspectiva no era poco común. En realidad es bastante popular, especialmente en los últimos años. Hace unos años, Kelly Bean escribió un libro llamado Cómo ser cristiano sin ir a la iglesia: La guía no oficial de formas alternativas de comunidad cristiana. Su tesis era esta: “La buena noticia es que es posible ser cristiano y no ir a la iglesia si permanecemos fieles al llamado de Cristo a ser la iglesia”. No recuerdo cómo le contesté a Manuela. Probablemente balbuceé algo o simplemente contesté: “Ah, entiendo”. Pero no lo entendía, y aún no lo entiendo.

Qué dice la Biblia sobre ir a la iglesia

La razón por la que no lo entiendo es que creo que después de que el evangelio nos salva, nos toma de la mano y nos guía hacia la iglesia (Hch 2:46-47). El evangelio transforma nuestros corazones y hace que deseemos reunirnos con la comunidad del pueblo de Dios. Nos muestra el enorme amor de Cristo por la iglesia (Ef 5:24-31) y nos llama a amarla. Es imposible (o, en el mejor de los casos, contradictorio) amar a Jesús y odiar a la iglesia. Después de que hemos sido salvos y pasamos a formar parte de la iglesia universal (es decir, de todos los cristianos en todo el mundo), nuestra responsabilidad es unirnos a una iglesia local.

Ese es el patrón que vemos en la Escritura (Hch 2:42-47). Busca en el Nuevo Testamento y trata de encontrar a alguien a quien se le ordene o se le anime a no ser parte de un cuerpo local de creyentes. No puedes. No lo encontrarás. La Biblia dice implícitamente que estarías fragmentado (1Co 12:21-26). El evangelio y la membresía de la iglesia son inseparables. En Efesios 3, Pablo dice que el evangelio nos ha sido dado por el bien de la iglesia (Ef 3:10), y es nuestro gozo y privilegio conocer el amor de Cristo junto a Su pueblo (Ef 3:19- 21). Stephen Nichols escribe acerca de esto: “Cuando hablamos de lo que significa ser cristianos, tenemos que estar hablando acerca de nuestra vida cristiana en la nueva comunidad redimida de la iglesia. Nadie es una isla”.

Y esto es porque el evangelio se vive en comunidad (Ro 12:4-5). Jesús no murió solo por un individuo; Él salvó a un grupo enorme. Y los salvó para unirlos. En 1 Corintios 12, Pablo compara a la iglesia con un cuerpo. Algunos de nosotros somos piernas. Algunos somos ojos. Pero cuando somos independientes, somos inútiles. Él escribe: “Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y, si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él” (1Co 12:24-26). Con él. Juntos. Esta es la palabra clave para la iglesia

Razones para asistir a la iglesia

Esto lo cambia todo

Jaquelle Crowe

Este libro te ayudará a ver cómo la verdad acerca de Dios lo cambia todo —nuestras relaciones, nuestro tiempo, nuestro pecado, nuestros hábitos y más— liberándonos para disfrutar vidas llenas de gozo, obedeciendo y exaltando a Cristo —¡aprovechando del todo nuestra juventud!

9 razones para asistir a la iglesia

Solo observa cómo la Escritura refuerza esta idea.

  • Adoramos juntos (Heb 12:28).
  • Aprendemos juntos (1Ti 4:13).
  • Tenemos comunión juntos (1Jn 1:7).
  • Servimos juntos (Gá 5:13).
  • Amamos juntos (Jn 15:12).
  • Compartimos juntos (Hch 2:45).
  • Celebramos y sufrimos juntos (Ro 12:14-15).
  • Cantamos juntos (Sal 149:1).
  • Damos juntos (2Co 9:7-13).

El evangelio cambia lo que hacemos en la iglesia

Hace unos años, USA Today publicó un artículo llamado “‘Olvídense de las fiestas de pizza’, dicen los jóvenes a la iglesia”. El artículo cita a Thom Rainer, el entonces presidente de Lifeway Christian Resources: “A los dieciséis los jóvenes suelen irse de la iglesia. Hace una década, los adolescentes venían a los grupos de jóvenes en la iglesia para jugar, ser entretenidos y comer pizza. Ya ni siquiera vienen por la pizza. Ellos dicen: ‘No vemos la iglesia como algo relevante, ni como algo que supla nuestras necesidades, ni como el lugar donde necesitamos estar hoy’”.

Este artículo lamenta lo ocupados que están los jóvenes hoy en día y su subsecuente descuido de la iglesia. Pero yo veo un problema más grande aquí: las iglesias están compartimentadas. Muchos adolescentes cristianos son forzados a ir al grupo de jóvenes con compañeros de su misma edad, donde se les da pizza y los entretienen con juegos, y luego son enviados a casa sin ninguna invitación o bienvenida a la comunidad más grande de la iglesia. En mi antigua iglesia en Texas, todos los adolescentes se sentaban juntos en los servicios dominicales, nunca con sus familias, e interactuaban casi exclusivamente entre ellos. ¡Eso es triste!

Es casi como si a los seguidores adolescentes de Jesús se nos hiciera creer que en realidad no somos parte de la iglesia; solo somos servidos por ella. Pero si todo el propósito de ir a la iglesia es que nuestras necesidades sean satisfechas, tenemos un problema. La verdad es que, si somos parte del cuerpo, tenemos una responsabilidad para con todo el cuerpo. Si los adolescentes amamos a Jesús, debemos estar comprometidos con toda su iglesia. Dios no llama a los jóvenes a asistir como espectadores; Él nos llama a ser parte de ella.

Ya sea que tengas trece, diecinueve, treinta y cinco u ochenta años, ser parte de una iglesia no significa que estás ahí solo para tu beneficio. Si eres un seguidor de Jesús, significa que estás ahí para amar a tu iglesia, servirle, adorar con ella y rendirle cuentas. Claro, puede haber reglas que impidan que los adolescentes hagan cosas como votar o tener el título oficial de “miembro”, pero no existen cristianos de segunda clase ni miembros de segunda clase. La edad no nos divide. Todos somos la iglesia. Eso significa que todos tenemos responsabilidades.

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Este artículo sobre congregarnos en la iglesia fue adaptado de una porción del libro Esto lo cambia todo publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

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Páginas 19 a la 45

 

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