La gente me preguntaba si yo creía que mis hijos iban a ser creyentes. Generalmente respondía que el evangelio es poderoso y atractivo. Suple, de manera exclusiva, las necesidades de una humanidad caída. Por tanto, esperaba que la Palabra de Dios fuera el poder de Dios para la salvación de nuestros hijos. Pero esa expectativa estaba basada en el poder del evangelio y en su capacidad satisfactoria para la necesidad humana, no en una fórmula correcta para producir niños creyentes.
El enfoque central de la crianza es el evangelio. No solo necesitas dirigir la conducta de tus hijos, sino las actitudes de sus corazones. Necesitas mostrarles no solo el “qué” de su pecado y fallo, sino también el “por qué”. Tus hijos necesitan comprender, desesperadamente, no solo el “qué” externo de lo que hicieron mal, sino el “por qué” interno de lo que hicieron. Necesitas ayudarles a ver que Dios obra de adentro hacia afuera. El propósito de tu crianza, por tanto, no puede ser tener hijos bien comportados. Tus hijos necesitan saber por qué pecan y cómo reconocer los cambios internos.
A veces, los padres dan a sus hijos normas que pueden cumplir. Los padres creen que si sus hijos no son cristianos, no pueden obedecer a Dios de corazón. Por ejemplo, la Biblia dice que debemos hacer bien a aquellos que nos maltratan. Pero cuando los hijos son intimidados en el patio de la escuela, los padres les dicen que ignoren al intimidador. Peor aún, algunos padres les dicen que golpeen a otros si los golpean primero.
Este consejo no bíblico aleja a los niños de la cruz. No hace falta la gracia de Dios para ignorar al opresor. No hace falta la gracia sobrenatural para defender sus derechos. Sin embargo, hacer bien al opresor, orar por los que le maltratan y encomendarse al Juez justo requiere que un niño se vea frente a frente con la pobreza de su propio espíritu y su necesidad del poder transformador del evangelio.
La ley de Dios no es fácil para el hombre natural. Su nivel es muy alto y no puede ser alcanzado aparte de la gracia sobrenatural de Dios. La ley de Dios nos enseña nuestra necesidad de la gracia. Cuando no les presentas las normas de Dios a tus hijos, les quitas la misericordia del evangelio.
La asimilación del evangelio
A fin de cuentas, tus hijos deben asimilar el mensaje del evangelio. Cada hijo en un hogar cristiano va a examinar, en algún momento, las afirmaciones del evangelio y va a determinar si adoptar su verdad o no.
Imagínate el proceso de esta forma: el niño toma los enunciados del evangelio a un brazo de distancia y le da vueltas en sus manos para determinar si lo abraza o lo echa fuera. El padre tiene una oportunidad maravillosa de ayudar a este niño a investigar todas sus preguntas acerca de la fe. La Palabra de Dios es robusta; la fe cristiana puede resistir el escrutinio más minucioso y honesto. No todos tienen la obligación de hacer todas las preguntas, pero cada persona tiene la obligación de hacer las preguntas que tiene.
Mutualidad como pueblo, bajo Dios
Recientemente tuve una conversación con mi hijo. Me estaba hablando de las cosas que Dios le estaba enseñando. Compartía nuevas ideas acerca de sí mismo y lo que significa conocer a Dios más allá de meras teorías.
Al hablar me pareció que no estaba hablando con mi hijo solamente, sino con un hombre. No le estaba instruyendo. Estábamos compartiendo la bienaventuranza de conocer a Dios. Experimenté un maravilloso sentido de mutualidad con este hombre (quien una vez era un muchacho a quien inst ruí y discipliné y por quien luché en oración). ¡Gracias, Dios!
Extraído del libro Cómo pastorear el corazón de tu hijo de Tedd Tripp