La soberanía de Dios en la salvación: ¿por qué la gloria de Dios es clave en la doctrina de la elección?

La soberanía de Dios en la salvación

Las doctrinas de la gracia son un sistema cohesivo de teología en el que la soberanía de Dios se muestra claramente en la salvación de los pecadores elegidos. Este sistema no solo reconoce que Dios reina sobre toda la historia humana —tanto en los pequeños detalles como en los grandes acontecimientos— sino que también lo considera soberano en la administración de Su gracia salvífica. Desde Génesis hasta Apocalipsis podemos ver que Dios decide a quién quiere conceder Su misericordia. Vemos que desde antes de la fundación del mundo Él escogió a aquellos a quienes salvaría, y cómo Él ha ido ejecutando Su plan de salvación.

El apóstol Pablo anunció claramente la gracia soberana de Dios en la salvación del hombre. Él escribió que, desde la eternidad, Dios escogió, quiso, decidió y planificó salvar a algunos pecadores. Elegir es escoger, y Dios escogió a los que serían salvos. Pablo escribió: “Porque Él dice a Moisés: Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro 9:15-16). Es decir, Dios decide a quién salvará para mostrar Su gloria: “Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para Sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de Su voluntad” (Ef 1:4-5); “… sabiendo, hermanos amados de Dios, de la elección de ustedes” (1Ts 1:4); “… porque Dios los ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2Ts 2:13); “… quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad” (2Ti 1:9); y “Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios” (Tit 1:1).

Los apóstoles Pedro y Juan enseñaron precisamente la misma autoridad suprema de Dios en la salvación de Sus elegidos. Pedro escribió: “Pedro, apóstol de Jesucristo: A los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos…” (1P 1:1); y “ Así que, hermanos, sean cada vez más diligentes para hacer firme su llamado y elección de parte de Dios” (2P 1:10). El apóstol Juan escribió: “La bestia que viste, era y no es, y está para subir del abismo e ir a la destrucción. Y los moradores de la tierra, cuyos nombres no se han escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán al ver la bestia que era y no es, y que vendrá” (Ap 17:8).

La gloria de Dios es lo primordial

En este sistema de teología, la gloria de Dios es central. Así como los planetas giran alrededor del sol, así mismo cada verdad de la gracia soberana gira alrededor de este punto fijo: la gloria de Dios. La preeminencia incomparable de Dios se encuentra en el centro de este universo teológico. Lo que energiza este sistema solar de la verdad es que Dios es el principal objeto de alabanza en la manifestación de Su gracia. Así como la brújula siempre apunta al norte, así también las doctrinas de la gracia apuntan constantemente a las alturas sublimes de la gloria de Dios.

¿Qué es la gloria de Dios? La Biblia presenta la gloria de Dios en dos formas principales. La primera es la gloria intrínseca de Dios, que es la suma total de todas Sus perfecciones y atributos divinos; es quién es Dios. En el Antiguo Testamento, gloria (kabod) significaba “peso”, “importancia” o “valor”. Llegó a representar la asombrosa magnificencia de un rey majestuoso y la del sol. Por lo tanto, este término se usó para describir el magnífico esplendor y el impresionante resplandor de Dios revelado al hombre. En el Nuevo Testamento, la palabra para “gloria” es doxa, que significa “una opinión” o “una estimación” de algo. Cuando se usa para referirse a la reputación de alguien, significa “importancia”, “grandeza”, “renombre” o “valor”. La gloria intrínseca de Dios es la revelación de la grandeza de Sus atributos a Sus criaturas. Es la manifestación de Su grandeza y majestad a los pecadores, especialmente en la salvación del hombre. Nadie puede agregar nada a la gloria intrínseca de Dios. Dios es quien Él es y siempre es el mismo: el Gobernante soberano, omnisciente, omnipotente, omnipresente, veraz, sabio, amoroso, misericordioso, justo, santo y lleno de gracia. Dios se deleita en dar a conocer esta gloria intrínseca a Sus criaturas.

La segunda es la gloria adscrita de Dios, o la gloria que se le da a Él. Doxa también tiene que ver con expresar alabanza a Dios por la revelación de Su suprema majestad. La única respuesta legítima a la manifestación de las perfecciones de Dios debe ser darle gloria. El hombre debe ofrecer la alabanza debida a Su nombre, la adoración que le pertenece exclusivamente a Él. El despliegue de la gloria intrínseca de Dios hace que el hombre dé gloria adscrita a Dios. Cuanto más el hombre contempla la gloria intrínseca de Dios en la salvación, más gloria le adscribe.

Esta es la pieza central del propósito salvífico de Dios en el universo: la revelación y magnificación de Su propia gloria. Esto es lo que está en el mismo centro del ser de Dios: la búsqueda apasionada de la demostración de Su propia gloria para Su propia gloria. Esto es lo que debe estar en el centro de cada vida humana: promover la gloria de Dios, es decir, contemplar y adorar Su gloria. Esto es lo principal en la salvación de todo pecador perdido: la revelación de la gloria de Dios para que los pecadores puedan regocijarse en la gloria de Dios. No es de extrañar que Pablo escriba: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Ro 11:36).

Doctrinas de la gracia

Fundamentos de la gracia

Steven J. Lawson

 En este libro, el Dr. Steven J. Lawson guía a los lectores al emocionante panorama de las Escrituras y su enseñanza sobre la forma en la que Dios salva. Lawson demuestra que, lejos de ser una invención del siglo diceciséis, las doctrinas de la gracia son la clara enseñanza de la Biblia en su totalidad.

La gloria de Dios manifestada en las doctrinas de la gracia

Esta gloria intrínseca de Dios, que es resplandeciente, asombrosa y magnífica, se muestra más plenamente en las doctrinas de la gracia. Y en este orden de verdad, la gloria adscrita se da de manera más libre y completa a Dios. Aquí, los tres miembros de la Deidad —Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo— trabajan juntos como un Salvador, unidos indivisiblemente para rescatar a pecadores radicalmente corruptos.

La Biblia enseña que, antes del inicio del tiempo, Dios Padre escogió a un pueblo para Sí mismo para que fueran adoradores de Su gloria al convertirse en objetos de Su gracia. Como una expresión de Su amor infinito por Su Hijo, el Padre le entregó un regalo de amor a Cristo: un grupo de elegidos, un pueblo que lo alabaría por toda la eternidad. El Padre entonces encargó a Su Hijo que viniera a este mundo para redimir a estos escogidos a través de Su muerte sacrificial. El Padre, junto con el Hijo, también envió al Espíritu a este mundo para aplicar la obra salvífica del Hijo a este mismo grupo de pecadores elegidos. Esta gran cantidad de santos redimidos —aquellos elegidos por Dios, comprados por Cristo y llamados por el Espíritu— nunca se apartarán de la gracia. Todos ellos serán transportados al cielo y glorificados para siempre. Este es el triunfo de la gracia soberana que honra a Dios.

Bíblicamente hablando, estas verdades se han expresado usando cinco puntos principales que muestran la gloria de Dios en la salvación del hombre. Cada una de estas verdades está profundamente enraizada y sólidamente plantada en el terreno fértil de la Palabra de Dios. Cuando la Biblia es interpretada correctamente, expuesta cuidadosamente y explicada adecuadamente, enseña claramente estas verdades, que han sido identificadas como depravación total, elección incondicional, expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia de los santos.  [1]Estas doctrinas fueron plasmadas por primera vez de forma confesional en el Sínodo de Dort (1618-1619), celebrado en Holanda. Los cánones de Dort, conocidos hoy como los cinco puntos del calvinismo, fueron una respuesta a los remonstrantes (1610) —los seguidores de Jacobo Arminio—, quienes formularon lo que ahora se conoce como los cinco puntos del arminianismo. Estos cinco puntos son la antítesis del calvinismo bíblico, y son: depravación parcial, elección condicional, expiación universal, gracia resistible y la posible caída de los santos.

Estos dos sistemas de pensamiento representan dos formas distintas de pensar acerca de los roles de Dios y del hombre en la salvación. En el primer sistema, el calvinismo, Dios es el centro y Cristo es exaltado. Solo Dios es el Salvador y, por lo tanto, solo Dios es digno de alabanza. En el otro sistema, el arminianismo, se presenta una perspectiva completamente opuesta. El arminianismo, también conocido históricamente como semipelagianismo y wesleyanismo, divide el mérito por la salvación de la raza humana entre Dios y el hombre. Como resultado, a Dios no se le da la gloria que solo Él merece. En el primer sistema, el de las doctrinas de la gracia, la salvación es completamente del Señor. Solo Dios provee todo lo que es necesario, tanto la gracia como la fe. Pero en este último esquema, una parte de la salvación viene de Dios y la otra parte viene del hombre. Aquí Dios provee la gracia y el hombre provee la fe; el hombre se convierte en su propio cosalvador. En el primer sistema, toda la gloria es solo de Dios. Pero en este último, la alabanza es compartida entre Dios y el hombre. El único problema es que Dios no comparte Su gloria con nadie.


[1] El origen del acrónimo TULIP para describir estas cinco verdades parece ser de principios del siglo veinte y fue popularizado por Loraine Boettner en su libro The Reformed Doctrine of Predestination (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian & Reformed, 1932). Aunque la teología reformada consiste en más de cinco puntos, estas enseñanzas encapsulan la doctrina reformada de la gracia soberana de Dios en la salvación y proveen un resumen de los cánones de Dort. Para leer más sobre el origen de TULIP, ver Kenneth J. Stewart, Ten Myths About Calvinism: Recovering the Breadth of the Reformed Tradition (Downers Grove, Ill.: IVP Academic, 2011), 75-96. Para consultar un estudio de los cinco puntos del calvinismo, ver Joel R. Beeke, Living for God’s Glory: An Introduction to Calvinism (Orlando, Fla.: Reformation Trust, 2008), 3-150.

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Este artículo sobre La soberanía de Dios en la salvación fue adaptado de una porción del libro Fundamentos de la gracia publicado por Poiema Publicaciones.

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Páginas 26 a la 30

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